Berserker

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Vengo con este pequeño one shot porque en verdad amé la historia y el fandom de Vinland Saga, y porque estoy indignada de no haber encontrado ninguna historia de Bjorn y Askeladd en español hasta ahora. Por favor, si son los vejestorios más shippeables que haya visto nunca, y el hecho de que Askeladd se haya vuelto tan cercano a Bjorn aún odiando a los vikingos es algo que no deja de picar a mi fujoshi interna.

Aclaro que hasta ahora sólo he visto el anime, y aunque trato de mantenerme medianamente apegada a él, para nada este Bjorn es el mismo que dice "No lucho por dinero, solo me gusta matar". En comparación, mi Bjorn es un gatito... o al menos con Askeladd.

En fin, aquí mi versión de cómo se conocieron estos dos. Disfruten~

Advertencia: lemon, violación, lenguaje soez, y sí, técnicamente consumo de drogas.


***

Berserker

O de Cómo domar a un oso

***

Había conocido a Bjorn algún tiempo después de llevar a su madre a Gales.

La vida luego de eso había pasado de forma curiosa para él, que no recordaba mucho de aquel tiempo, pero sabía con certeza que al menos habían transcurrido dos primaveras. Luego, se había marchado de la isla que era su hogar, más de lo que nunca lo habían sido los establos de su padre o el pueblo de vikingos del que siempre había renegado. Sin embargo, aunque amaba aquella tierra rocosa, sentía que no había nada para él allí, y con la resolución de vagar por varios caminos hasta encontrar el suyo, cargó lo que tenía, algunas chucherías de oro que había llevado consigo desde el hogar de su padre, y sin avisar a nadie más que al anciano hermano de su madre con quien vivía, se arrojó de nuevo al agua, en una barcaza desvencijada en la que apenas cabía con comodidad.

Viajó por días, por meses. A veces intercambiaba chucherías por comida, abrigo, o más riquezas, e incluso se había vendido a sí mismo para el trabajo con la tierra si con ello conseguía un lugar donde dormir en invierno, algún espacio cálido y lleno de olor a estiércol en un establo o granero. Askeladd no era quisquilloso, en cierta forma era como volver a casa, a la primera.

Las aldeas se sucedieron sin que recordara sus nombres o las mujeres con las que dormía. Pese a ello, años después, cuando recorrían aquellos sitios, se aseguraba de que sus hombres nunca atacaran. Era un bastardo, pero no dejaría que las aldeas que lo cobijaron o alguna de sus posibles hijas fueran ultrajadas, como sí hubiera hecho su padre. Sus hombres tal vez se quejaron, pero nunca desobedecieron.

En aquella época aún no tenía ninguno de ellos. En cambio, acababa de perder su deshecha barcaza por una tormenta, y en ese momento estaba más tierra adentro de lo que nunca lo hubiera estado tras partir de Gales, en un bosque que no parecía tener fin y al que no paraba de maldecir mientras sentía arder sus pies calzados apenas con telas. Pasó comiendo bellotas y esperando que ante él apareciera alguna aldea donde pudiera encontrar un nuevo transporte.

Cada sonido en la hojarasca le obligaba a llevar su mano a la empuñadura de su espada. Sí, quería ayuda, pero desde la más tierna infancia había sabido que no todo el que aparecía ante él estaba dispuesto a brindarla.

Gracias a eso, a su atento oído, no había tardado en reconocer el burbujeante sonido de un arroyo justo cuando las bellotas habían sido reemplazadas por la corteza de árbol como la base de su dieta. Como nunca, la idea de algún pez como cena se le hizo de lo más apetitosa.

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