𝐄𝟑: 𝐋𝐚𝐬 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐢𝐝𝐚𝐝𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐯𝐚𝐜𝐢́𝐨

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—«Es encantador saber que al menos el refrigerador ya no debe resguardar en su interior cadáveres de inocentes conejos» —pensó la pequeña dama mientras observaba detenidamente el interior del electrodoméstico, apreciando de forma vaga el hecho de no tener que soportar nunca más la casería furtiva de su padre y como este trataba a los animales los cuales les arrebata la vida sin piedad alguna.

Debido a tales comportamientos repudiables nunca rogaba por una mascota. Sería imposible tenerla en su hogar sin que esta sufriera las atroces consecuencias de un hombre despechado, abusivo y alcohólico. No debía hacerle pasar tal infierno a un pequeño ser inocente. De hecho, nadie merecía una vida como la que antiguamente tenía.

—Ahora ellos están sanos y salvos —solía reconfortarse en base a comentarios simplistas que aún tuvieran el poder de mantenerla positiva. Sus pequeñas palabras de apoyo que le ayudaban a recordar el pasado y como después de su muerte cosas buenas habrían surgido, una de ellas era su padre arrestado, gracias a eso su madre podría empezar nuevamente con un mejor esposo y una mejor hija...o hijo.

—¿Las familias de los pequeños conejitos estarán bien? —no todos los animales existían en aquel lugar exceptuando ciertos animales que presagiaban la mala suerte o la muerte, cuervos, mariposas negras, murciélagos y rara vez los gatos negros. Extrañaba profundamente a los conejitos, las mariposas coloridas y las miles formas de vida que quedaron atrás como Benjamín, ese zorro temerario de vivaces colores que le recordaban la  naturaleza misma.

En cambio de los cuerpos en descomposición de pequeños animalitos habían pasteles, chocolates, muffins, batidos y un sin fin de alimentos desgraciados que provocaban los peores empachos, diabetes y en especial las caries. Desde la perspectiva de un adulto era una desagradable vista acaramelada pero en cambio esto era el mismísimo sueño para un niño, uno de los paraísos mas anhelados.

Pero era falso, todo lo era. Los tan exquisitos postres solo brindaban una apariencia atrayente desde el exterior sin embargo su interior y composición eran decepcionantes. Eran masas, masas de colores tan tristes como la vida misma que al estar en contacto con la saliva se volvían blandas y se disolvían con tanta facilidad que causaba incomodidad y un sentimiento de asquerosidad que abarcaba todo su cuerpo. Una cucharada de tierra era menos repulsivo y mas apetitoso.

—«Esta es una broma de mal gusto, Mr Voice» —la pequeña princesa dentro del pequeño mundo de fantasía cerró la puerta del refrigerador, notoriamente furiosa y a punto de tener un episodio de impotencia.

Era bastante tedioso tener que soportar las injusticias en este mundo creado a "su imagen y semejanza". Postres que jamás había probado en su vida estaban aún mas lejos de su alcance, antes se trataba de una barrera monetaria y ahora porque estaba muerta y quizás porque en este mundo la felicidad no podía sencillamente subsistir en un lugar tan aberrante como lo era este infierno de bolsillo.

—«Nunca tengo hambre al fin y al cabo ¿Por qué me molesto?» —¿Cuándo fue la última vez que sintió el delicioso sabor de la comida? No aquí, era seguro. Desde que llegó no sentía nada, ni siquiera algún dolor físico. Comer se encontraba al final de su agenda en cuanto a las desdichas, no tenía apetito en este lugar (y eso que antes su estómago era imposible de saciar). Tampoco necesitaba usar el baño para hacer sus necesidades naturales o tomar un baño, de igual forma ni siquiera tenía agua. Dormir, usualmente lo hacía para ignorar a Mr Voice o soñar que se encontraba en otro lugar, su antiguo hogar o la escuela, la estación de trenes también era una opción.

Una vez debido al aburrimiento intento lanzarse de las pequeñas escaleras de la puerta esperando que algún dolor se hiciese presente en su cuerpo. Lo extrañaba, de cierta forma y conservaba el extraño pensamiento que sentir dolor era lo mas cercano a la vida misma. Por supuesto, su cuerpo no fue dañado y ningún rasguño o hematoma a la deriva. Nada de nada, su piel seguía intacta y tampoco sentía la necesidad de decir: "Ay"

—«¿Mr Voice?» —aborrecía la mera existencia de ese parásito maldito, le maldecía hasta por la mas mínima desgracia habida y por haber. Le irritaba tenerle cerca o escuchar el repugnante timbre de su voz. Era denigrante que esa cosa le llamará amiga e incluso le tratara "bien" pero para su desafortunada vida, si quería algo debía invocarlo a través de un llamado falso como: "Mr Voice, te extraño. ¿Puedes volver?" a pesar que desde sus labios saliera la verdad absoluta: "Hey. Estúpido infeliz. Quiero dibujar, necesito lápices y hojas"

—No...Ugh —haría todo lo posible para no atraerlo hasta su lugar feliz sin embargo las opciones se agotaban, las puertas se cerraban y las luces se apagaban. Ella haría todo lo posible para evitar la soledad, mas si está debía ser espantada por un demonio que la fomentaba como si su vida dependiera de ello (irónicamente, así funcionaba la lamentable existencia de Morgo).

—Vamos, puedes hacerlo —tantas frustraciones en un día iban a "matarla" o al menos desgastarla mas de lo usual. No estaba acostumbrada a sufrir tales experiencias por ende era una víctima muy susceptible, al punto de tener leves ataques de ansiedad.

—No...no puedo —se había rendido (esta vez). Decidió dejar de luchar con Morgo y su extraña realidad del sufrimiento y la perdición. De cierta, ella sabía sin mas preámbulos que luchar contra las fuerzas de la oscuridad solo traía consecuencias, en otras palabras, él.

La pequeña dama acomodó su fantástico atuendo al mismo tiempo que se preparaba para sentarse en el frío suelo de la cocina. Esperaba descansar, cerrar los ojos momentáneamente para mas tarde poder recomponerse.

—Acabarás conmigo. Lo sabes y aún así, prefieres seguir...

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⏰ Última actualización: Aug 06 ⏰

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Mr Voice, be good.┋Little Misfortune┋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora