Los ojos de un ángel

16 0 0
                                    


Eran unos débiles sollozos; sin embargo, el pequeño de seis años los escucho a la perfección, dio una mirada fugaz a su familia y se acercó al lugar de donde provenía ese llanto lastimero. Los vítores por parte de los fanáticos de Quidditch eran excesivos en su opinión, aunque él no podía comentar acerca de eso ya que en su familia había bastantes obsesionados con ese deporte; sin mencionar el hecho de que su madre fue una famosa cazadora y los padres del mejor amigo de James, su insoportable hermano, seguían perteneciendo a las ligas.

Asomo su cabeza entre la carpa de su familia y la de los Scamander descubriendo una menuda figura que se abrazaba de las rodillas con fuerza, los cabellos de un color fuego caían en cascada por ambos hombros. Su rostro seguía sin expresión alguna, sin sonrisa, sin muecas, sin asombro; a pesar de estarlo. Sus ojos esmeraldas la observaron fijo, sin perderse ninguna convulsión que el frágil cuerpo de la pelirroja tenía ante el llanto.

Cometió el error de acercarse y una rama crujió bajo sus pies. Al instante la niña dejo de llorar, fue un silencio tenso entre ambos, en ese momento el ruido de los fanáticos había desaparecido. Entonces la pelirroja alzo la cabeza y Albus soltó el aire retenido, ella tenía unos ojos grises bastante profundos, aunque esa mención no le hacía justicia. A su cabeza vino la cantidad de oportunidades en que su tía Fleur había mencionado los hermosos ojos verdes heredados de su padre, ¡como amaba esa mujer sus ojos!

"No son vegdes, mon amour. Es un colog demasiado hegmoso para tomaglo pog un insípido vegde, pagece la tonalidad de las piedgas pgeciosas, tus ojos son de un hegmoso esmegalda".

Entonces se oyó a si mismo con la voz y acento de su tía Fleur...

"No son ggises, mon amour. Es un colog demasiado hegmoso para tomaglo pog un insípido ggis, pagece la tonalidad de un valioso y pgecioso metal, tus ojos son de un hegmoso plata".

Unas pequeñas lágrimas seguían cayendo por el marfilado rostro de la niña, el rostro de Albus se había suavizado un poco, sus labios estaban ligeramente abiertos y se mojó el labio inferior con lentitud sin saber que hacer exactamente.

Al, hijo... te hemos estado buscando –un hombre de cabello azabache y ojos iguales a los del niño, apareció– Oh –exclamo al reparar en la niña que escondió rápidamente su rostro lloroso.

Creo que está perdida –menciono Albus con voz pausada.

Harry la tomo en brazos. Ella no emitió ni una queja, escondió su cabeza en el pecho del hombre. Para cuando la pelirroja empezó a escuchar susurros se despegó lentamente del azabache encontrándose con la mirada de varios pelirrojos. Se aferró con miedo a su salvador que soltó una risa suave.

Eh, tranquila. Es mi familia.

¿Cuál es tu nombre? –pregunto sonriendo una mujer pelirroja al lado del niño que segundos antes la había estado observando.

¡PHOENIX! –el grito desesperado y a la vez aliviado de una mujer hizo que la niña se moviera entre los brazos de Harry.

¡MAMI! ¡MAMI!

¡Oh, mi hermoso fénix! –Exclamo la castaña tomándola en brazos–. Muchas gracias, se perdió de pronto y mi esposo con mi hijo no ayudaban demasiado.

No se preocupe –menciono el azabache, la observo con curiosidad–, ¡ah, pero si usted perteneció a la casa de Slytherin!

¿Qué? oh, sí, sí –respondió la mujer.

Astoria ¿La has...?

¡PAPI! –grito la niña extendiendo sus brazos al platinado que había quedado de piedra al ver a la numerosa familia, agito indetectablemente su cabeza y tomo a su hija.

Malfoy –dijo secamente uno de los pelirrojos–, tu niña estaba asustada, asegúrate de no perderla de nuevo.

Lo tendré en cuenta, Weasley –menciono fríamente el rubio–. Te veo en la carpa.

Claro –sonrió su esposa–. Nuevamente se los agradezco, si necesitan de algo no duden en comunicármelo, nuestra carpa es aquella verde.

Astoria le sonrió a Albus que se escondió entre las piernas de su madre.

Hasta luego.

Es muy... amable para haber pertenecido a Slytherin, ¿no lo creen?

La casa no hace al mago, Ron –el pelirrojo enarco una ceja ante lo dicho por su hermana menor–, lástima que la pequeña no tenga los ojos verdes de su madre.

¿Eran grises, cierto? –Dijo Harry–, como los de Malfoy.

-No son grises –interrumpió Albus mirando por donde se habían ido con la niña–. Son de un color demasiado hermoso para tomarlo por un insípido gris, son de una hermosa tonalidad plata.

La francesa de la familia sonrió orgullosa ante lo dicho por su sobrino. El resto de la familia mostró confusión y sorpresa ante las palabras empleadas por un pequeño de seis, ni siquiera Victoire con doce años se expresaba de esa manera. Sin embargo; Ginny Potter, su madre, sonrió con complicidad. Quizá su hijo tendría un amor parecido al suyo, un amor que empezó desde sus escasos años pero que al final se logró, después de todo, las pelirrojas siempre serian la perdición de los Potter. 

Los ojos de un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora