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Siempre escuchó a la gente decir que para encontrar su verdadera felicidad iba a necesitar una familia, pareja, hijos. "Cuando tengas esto apreciarás los verdaderos detalles y serás realmente feliz, el trabajo y el dinero son bienes que se acaban, en cambio el amor y la familia son eternos" le dijo su padre alguna vez, quizá cuando no estaba drogado, quizás antes de abandonarlo.

Por un momento dudó, "al casarte pierdes tu independencia, te pierdes a ti mismo. Los niños se convierten en tu prioridad, y ya no eres 'tu', ahora es 'nosotros' y así será incluso después de que con miradas malagradecidas te abandonen" le dijo un viejo vagabundo, días antes de que amaneciera degollado en el mismo callejón en el que lo encontró.

Realmente nunca supo que debía hacer, las palabras del vagabundo se quedaron en su cabeza, resonando sobre las de su padre por alguna razón, aunque de igual forma sonaban falsas y ajenas. Trató de no preocuparse, decidido a tomar lo más que pudiese del mundo, aunque siempre cuidando de su hermano.

Estaba orgulloso del éxito de su héroe, verle entrar en la policía y escalar a puestos altos llenaba su corazón de felicidad.

Oh, por supuesto que él también lo hizo, pero ese nunca fue su lugar, lo supo desde un principio.

Él robó lo que pudo del mundo, y ahora era su momento de ser nada para siempre, de alguna forma sus acciones desaparecieron junto a la relevancia de sus ojos y cuerpo.

– Jack y yo estamos bien. – Habló con una sonrisa tranquila, tomando con delicadeza la pequeña taza de débil porcelana blanca, su espalda recostada tranquila contra el respaldo acolchado del sillón de terciopelo blanco. Su apacible mirada azulada conectó con la mirada llena de poder del hombre de capucha blanca. – Sabes que desde que Horacio volvió a El Pueblo estamos más juntos que nunca. –

Su mirada se perdió en el líquido rojizo, hipnotizante. El vapor se elevaba contra su rostro, sentía su incómodo calor y la humedad que se iba acumulando poco a poco, faltaba poco para que se quemara con este, aún así no retiró la taza, la llevó a sus labios deshidratados y apoyándola en estos bebió del ardiente líquido que quemó su lengua y garganta, su sabor casi ácido llenó sus papilas gustativas, y el dolor de la leve quemadura le recordaba que no debía hablar de más.

– Si te soy sincero su relación siempre me ha parecido bastante extraña, no sólo porque él era tu jefe. – Su compañero le miraba como si fuera un libro abierto, podía sentir la forma en la que sus ojos inspeccionaban cada centímetro de su cuerpo, en ocasiones le daba la sensación de que miraba a través de él. Vio como tomaba su bebida, a diferencia de su persona, él tomaba té frío, el vaso sudaba gracias al hielo que contrastaba temperaturas, con su mano derecha tomaba el vaso, y con su izquierda movía un pequeño papel entre sus dedos. – Me sorprendió mucho cuando renunciaste a la policía, te veías realmente feliz como Inspector en jefe, aunque no niego que me alegré por eso, después de todo gracias a eso soy inspector. ¿Qué tal te va ahora, señor amo de casa? –

Rio con ligereza ante sus palabras, su amigo no tenía pelos en la lengua al hablar. Observó la argolla que relucía en su mano, brillando con luz propia, o quizás con la luz que él irradiaba. Sus mejillas se calentaron y la sangre se agolpó en su rostro mientras su sonrisa se volvía algo tímida, dejó la taza en la mesilla que estaba entre los sillones, alejándose de su calor.

– Joder hombre, sabes que no me gusta hablar mucho de mi relación. – Rio con sus ojos brillando con suavidad, ambos orbes azules conectaron, unos fríos como el hielo y otros cálidos como el té que reposaba entre ambos. – Realmente podría decir que soy más feliz así. ¿Recuerdas cómo antes era el payaso de la habitación? Muchas veces sólo me quedaba parado en una esquina quitando espacio o tratando de no estorbar en las reuniones. Ya no tengo que pasar por eso, después de todo cada vez que él entra soy... Amado, ya no me siento inútil cuando estoy con Jack, creo que casarme con él fue la mejor decisión. –

– Me alegro mucho por ti, Gustabo... – Tomó su mano, su piel entre el frío cuero negro resaltaba por su palidez, el toque era suave, aunque algo tosco. – Creo que ya es hora de que me vaya, mi turno empieza en 20 minutos. –

Se levantó del sillón de cuero negro, a pasar de tener la misma altura el de capucha blanca siempre se lograba ver más imponente, con su espalda recta y gabardina beige parecía un personaje salido directamente de alguna película de detectives hollywoodense, al menos cuando no se combinaba como la mierda, ambos compartían un sentido de la moda... Particular.

También se levantó, había cambiado su característica chaqueta roja por un suéter de lana del mismo color, a pesar de ser verano tenía frío, atribuía esto a lo espaciosa que era la casa y al mármol del que estaba hecha. Pronto planeaban adoptar al niño chino con el que tanto había soñado, así dejaría de sentirse tan fría y espaciosa.

Le guio a la puerta y al abrirla, Fred le entregó una tarjeta con una sonrisa socarrona a través de la máscara.

– Para que tengas alguien con quien hablar cuando yo a tu amado esposo no estemos por ahí. – Le dijo tras estrechar su mano en señal de despedida, deseó poder leer lo que esos ominosos ojos le querían decir. – Es un buen amigo, seguro que ustedes se llevarían bien. Necesitas relacionarte más que con tres tristes perros de buenos recursos. –

Rieron y finalmente se fue, Gustabo se quedó sólo en su hogar y cerró la puerta negando con diversión.

Nuevamente se sentó en el sillón blanco, mirando la vacía calle a través de la ventana, el té había enfriado, aún así relucía con un tono carmín gracias al rayo de sol que caía sobre la taza a través del vidrio de la ventana. Leyó la tarjeta, debía darle puntos por la elegante presentación a pesar de ser tan simple.

Freddy Trucazo.

El nombre le resultaba graciosamente familiar, quizás en algún momento probaría a comunicarse con él, así fuera sólo par decirle perraco y luego colgar.

Realmente no lo veía necesario, a pesar de ahora ser lo que en su adolescencia temió se sentía feliz, aunque las palabras del vagabundo resonaran en su memoria junto a su mirada muerta y coagulada.

No supo por qué, pero sintió la necesidad de fumar, a pesar de haberlo dejado hace unos meses. Tomó la taza y el vaso y fue a la cocina tratando de olvidar esta sensación. Iba a prepararse una ensalada, un poco de 'rialfud' no estaría mal.

No necesitaba pensar en esas cosas.

– Yo y mi esposo estamos bien. – Susurró al aire mientras comenzaba a cortar un tomate en rebanadas, y la reluciente hoja plateada del cuchillo se manchaba con el jugo rojizo de la fruta.

Sonrió con tranquilidad, pensando en que Jack le había pedido que le hiciera una ensalada para el día siguiente.

Él y su esposo estaban bien.

Él y su esposo estaban bien

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kiubo

realmente no se q onda con esto jaja

recuerden dejar sus opiniones o teorías no se 

me tengo que bañar pero me da pereza

han visto wandavison?

no puedo creer que SNK casi se va abacar, lloro

recuerden cuidarse mucho los tkm

bai

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⏰ Última actualización: Mar 02, 2021 ⏰

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Enough ;; IntendenteplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora