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Su pulso temblaba, sujetando con quizás demasiada fuerza la taza de cerámica blanca. Seguramente sus dedos dolían gracias al ardiente líquido marrón que goteaba entre estos, escapando de los bordes ue le retenían gracias al constante movimiento.

No sentía nada más allá de la angustia en su pecho, que le carcomia poco a poco, devorando lo vivo a partir de sus pulmones, clavando sus deformes y sucios colmillos, infectandolo. Pudriendolo.

Observaba su cuerpo, podía ver que le dolía, probablemente tenía una costilla fracturada. Su piel ahora no era más que un lienzo amorfo, siendo su persona el extravagante artista que con nuevas técnicas innovadoras le decoraba con detalles púrpura, amarillos y verdosos en ocasiones. El material favorito para trabajar del pintor era impalpable, lastimosamente no podrías comprarlo ni encontrarlo en tu tienda de suministros de confianza. Tu mismo tienes que producirlo. Seguramente piensen que es el miedo, pero no, él usaba algo mucho mejor que una cosa tan básica y fácil de encontrar como un lápiz HB o un mero lapicero azul. El miedo es algo vulgar y soez que se acaba con rapidez y deja resultados toscos, confusos y sin valor alguno. Siendo incluso peor que las mediocres obras de Miró.

Un verdadero artista no manejaría un recurso tan pobre para sus obras, ni siquiera en el fin de su carrera, cuando cuadros se vuelven repetitivos y aburridos sin novedad, sin sorpresa. Alguien que fue verdaderamente iluminado con el don del arte y la creatividad buscaría el mejor lienzo para su obra maestra, por la cual sería inmortalizado. Entonces y solo entonces tomaría su pincel y lo empaparia con desesperanza.

Oh desesperanza, un elemento tan trágico como hermoso, tan difícil de obtener, tan complicado de mantener, pero tan, tan bello para trabajar. Muchos buscan obtenerlo a base de miedo (algo realmente estúpido, si le permiten opinar). Solo un hombre loco, un verdadero monstruo miserable, tímido y corroido en su propio desdén podría obtenerlo. Como Humbert Humbert con su amor, su poesía y preciosa narrativa. Con su Lolita. Pará tenir su brocha el monstruo necesita a su nínfula, su musa, su inspiración.

Pero no se necesita ser un poeta ni un Humbert moderno para exhibir tu obra, ni mucho menos.

La obra en la que este ambicioso personaje se inspiró fue Junko Furuta. Un precioso lienzo expuesto en el paseo de la fama de los enfermos, empapado de impotencia y desesperanza. En boca de todos, inmortalizado. Oh todavía recuerda su primer intento para hacer una obra semejante. Pero eligió el canvas, y con la inexperiencia de su juventud terminó cayendo en las garras de esa ninfula. Julia, su nombre melodioso gravado en carne viva sobre el pelaje del monstruo en su cabeza, se estremecía de sólo recordar a su bella musa, el aroma a duraznos del shampoo que usaba y el olor a sangre de la última vez que la vio todavía impregnados en su nariz con sólo cerrar sus ojos.

Con ella todo se fue de las manos y terminó con dos páginas en blanco que rellenar. Si se esforzaba los nombres que les había dado llegaban a su cabeza, borrosos y casi transparentes. Los pequeños Danielle y Matthias. Con ellos hizo un triptico (como El Bosco solía hacer) del cual salió impune gracias al traje de dolor que llevaba, a los ojos de miopes ilusos, comunes y desabrido era un hombre que lo perdió todo. Solo verdaderos sabedores, monstruos dementes y pérdidas sirenas lograban ver el artista que era. Sin embargo esta obra fue rápidamente olvidada, ridiculizado y superada. Al igual que él.

Trató de hacer obras nuevas, como Roy, Ivanov, Gonetti y Torrente. Sin embargo no logró llegarle ni a la mitad de la sombra de su primera obra.

Se sintió como Humbert buscando atisbos de su su Annabelle en niñas jugando en los parques, o en aquella chica francesa que se le entregó meses antes de abandonar su soltería por primera vez, cuando él buscaba la sombra de su Julia en las ninfulas que correteaban a su alrededor, hasta que entonces, cuando comenzaba a darse por vencido le vio, encontró a su Lolita, todo gracias a una tonta denuncia. Vio esos ojos ojos azules, vacíos y brillantes. Vio una ninfula de piel clara y baja estatura. Por fin vio el mejor lienzo que se había cruzado en su vida.

Enough ;; IntendenteplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora