Es un One shot pequeñito que iba a morir en mis notas del móvil y decidí publicar.
Contiene spoilers del último arco del manga.
Espero que os guste :-)
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Vibra el teléfono en medio de la noche.
Doce horas y un oceáno, y yo querría que sólo nos separase una red.
El enchufe del cargador está en la otra punta del dormitorio, lo bastante lejos como para obligarle a levantarse.
Ha descubierto una aplicación que le permite silenciar a todos sus contactos, menos a él. Y a Natsu, por supuesto -ella nunca le perdonaría algo así, y no importa que parezca imposible, lo sabría. Intuición femenina, poderes de hermana, lo que sea-.
Vibra, y se le enredan las piernas en la sábana de vaquitas y se cae al suelo de morros y se arrastra por la madera desgastada con las rodillas magulladas, esperando llegar a tiempo.
Kageyama no llama mucho, pero cuando lo hace siempre espera cuatro tonos antes de colgar. Ni tres, ni cinco. Cuatro.
A él le llaman Ninja Shoyo, y se supone que es el más rápido.
Se supone.
Llega a tiempo, perdiendo la dignidad por el camino. Es una videollamada. Se ríe con ganas, se aplasta los mechones pelirrojos con las manos y se sonroja para sí mismo, aprovechando el margen de un tono más. Pulsa el botón verde y ahí está, alto, serio y con esa cara de idiota del voley.
Tiene el pelo mojado.
Seguro, seguro que vuelves de entrenar.
Hinata le imagina como le ve y como le recuerda, sudando, corriendo, dejándose la piel en cada jugada. En sus sueños siempre visten de negro, los dos. No importa cuántas veces le vea en la tele con otra equipación, sea la de la Selección o la de los Adlers. No importa que los últimos años en el Karasuno ambos cambiasen de número.
En la espalda de Kageyama siempre ve un nueve.
Se acomoda en el suelo con las piernas cruzadas. Es una postura de yoga que le ayuda a relajarse. La aprendió en las últimas clases, y aprendió también a respirar con el abdomen, después de ignorar todas las veces que Kageyama le dijo que eso era algo importante.
Quiero contártelo.
Quiere contarle también que por fin ha descubierto el truco definitivo para que la cáscara de los huevos cocidos no se pegue a la clara, y que las zapatillas esas que le dijo que eran tan geniales resulta que le rozan un montón en el talón y le da mucha rabia porque son súper bonitas. Y que se hizo amigo de una gaviota negra muy rara que se pasa las tardes en su ventana y que está segurísimo de que se llama Señor Popo.
Quiere contarle todo eso, pero el sol de Tokio le da en la cara y se le refleja en los ojos, y son como demasiado azules y ¿cómo lo haces?