5

242 7 19
                                    

Capítulo 5 - La pesadilla de Elio.

Advertencias: Abuso sexual implícito y pensamientos depresivos que pueden incomodar al lector.

Elio Reyes tenía catorce años cuando supo que algo andaba mal en él.

Bueno, siempre hubo algo mal en él, si es completamente honesto. Pero, se sintió peor cuando llegó la pubertad y se dio cuenta que no compartía la misma admiración que sus compañeros por el género femenino. De hecho, todo lo contrario; no comprendía por qué eran interesantes físicamente hablando. ¿Qué era atractivo en ellas? ¿Por qué todos los chicos de su salón estaban tan obsesionados en conseguir novias y besarlas? ¿O qué estaba descompuesto en él que las chicas le fueran indiferentes?

No fue hasta después, entendió que prefería besar a un chico.

En ese entonces, solo tenía un amigo cercano; su nombre era Cruz, de la misma edad, con un temperamento más malhumorado que el suyo, sumamente desconfiado e indiferente. Pero, para Elio fue suficiente. Ninguno de los dos era popular ni en el colegio ni en el pueblo, así que los dos terminaron siendo la compañía del otro. Elio tenía la atención de Cruz, y viceversa. Hablaban de todo un poco, aunque nunca sobre sus vidas familiares; Elio no le habría importado porque en su casa todo era tranquilo, sin embargo, con Cruz era diferente: los rumores iban de que su padre era abusivo tanto con su hijo y esposa, y lo desvergonzada que era ella al prostituirse para alimentar al niño, por lo que era entendible por qué era tratada así.

Un día en el colegio, Cruz habló sobre su mamá. No fue nada fuera de lo común. Elio entendió ese gran paso y quiso también confiarle algo a su amigo, así que le confesó que le gustaban los chicos.

Ese día recibió el primer puñetazo de su vida.

Todo se fue en picada desde ahí. Cruz le contó a toda la escuela que Elio intentó besarlo.

Su padre, Juan, quiso sentarse con él para platicar sobre esos rumores; Elio lo evitó siempre que pudo. Era demasiado. Nadie parecía entenderlo, y su madre, Sasil, por más que lo consolara, era insuficiente para calmarlo. Las cosas nunca mejoraron desde ese punto, y su familia sufrió las consecuencias de la confianza que le brindó a Cruz. ¿Tan asqueroso era él para que todo el pueblo lo repelara como una plaga? ¿Qué veían en Elio para lucir tan aterrorizados de su ser?

Ahora, años después, Elio sigue siendo perseguido por sus demonios.

Con el cuerpo sintiéndose pesado, sus manos apenas capaces de moverse para tomar entre ellas las sábanas de la cama, escucha la risa maliciosa de Hugo, apuntándolo con la cámara de su celular, mientras Adrián respira temblorosamente contra su cuello y desabrocha sus pantalones.

Elio no hace ningún ruido. No se mueve. No llora. Su mirada está vacía. Ha estado vacía desde que se quedó sin nada. ¿De qué sirve defenderse? ¿De qué sirve reaccionar? Es lo que es. Su castigo divino, quizá. Algo está mal en él y tienen que castigarlo por ello, ¿no es así? ¿No?

No está del todo consciente. Su mente está esclareciéndose, pero sus sentidos siguen un poco lentos y perdidos. Así que, en algún punto de la situación, se pregunta si valió la pena. Si la fiesta, su curiosidad, su estupidez y arrogancia valieron la pena para terminar en ese momento. También se pregunta si su tío Arian lo está buscando. Lo imagina sentado en esa silla de piel tan cómoda, con el teléfono encima de ese escritorio tan ordenado y limpio, sin nada fuera de su lugar ni siquiera estando estresado, la llamada en altavoz con el secretario Torres, que, otra vez, sirve como su niñero y el de los mandados, buscando sin cesar al adolescente que no deja de meterse en problemas. ¿Qué pasaría si los dos se enteraran que Elio está teniendo sexo con un chico? Probablemente sea echado. Elio quiere reírse, porque, ¿qué es una persona más despreciándolo? No importa. Es lo de menos, aun si es su tío; su tutor, su nuevo padre. El único que le queda. Aún si son las únicas personas que cuidan de él.

Reyes de Oro y Plata | Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora