Capitulo 1 Segunda parte

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Se colgó la mochila a la espalda y echo a correr otra vez. Olympia corre distinto a como corren la mayoria de las niñas: iba casi saltando, como si estuviese cruzando un río de piedra en piedra, apoyando solo las punteras de los pies, como si no tocase de verdad el suelo.

Si hubiese mirado un momento a su derecha, se habría visto reflejada en el cristal del nuevo pabellon: una niña de doce años morena y delgada, con los ojos color miel -- porque en invierno eran marrones y en verano, verdes, y el color miel era una mezcla de ambos --, con unas piernas larguísimas y la mochila rebotando en su espalda. Como no miro a si derecha, no se vio. Pero no tenia excusa: es que había regresado a la fantasía de su gran actuación olímpica, una actuación que iba a hacer historia, y por arte de magia lo que faltaba por recorrer para llegar a la entrada ya ni eran los ultimos 25   metros de lateral del polideportivo, sino los 18,4 metros de la diagonal de un tapiz de 13 por 13.

El ultimo lanzamiento de un ejercicio dificilisimo. Esta en juego conseguir algo que nunca nadie ha conseguido: el ejercicio perfecto. Y con el, la salvación del planeta.

Un inciso muy pequeño para explicar que Olympia todavía no tenía del todo claro cual era su sueño. Unas veces era lograr el 20, la nota máxima jamas obtenida por ninguna gimnasta; otras era hacer perfecto un lanzamiento imposible que dejpodia ue todo el mundo con la boca abierta. Y lo mismo pasaba con la >: ese triunfo le podia asegurar un lugar en la historia de ka gimnasia, o la salvación de la Tierra, o la medalla de oro, o una medalla de platino que se inventaban para ella por que le oro se le quedaba corto. Lo que y tenia claro es que iba hacer algo que nadie había echo nunca. Eso era un fijo, lo que de verdad de verdad de verdad le gustaría, y el resto iba cambiando según el día.

Esa tarde de septiembre su imaginación andaba cono loca: lo mismo le daba por pensar que si hacia bien el ejercicio iba a salvar la galaxia, pero si al final salia por ahí, había que entenderla.
La grada contiene aliento, pero ella lleva años y años entrenándose justo para eso. Seis segundos para que acabe el ejercicio: se prepara y lanza el aparato mas alto que nunca, luego hace cinco volteretas y coge la cinta con los pies. ¡Ha clavado el ejércicio! Con la última voltereta, la Increíble Volteretista ha recorrido la ultima diagonal y marca la posición final, sin moverse. Los jueces no esperan ni un momento, la puntuación sale en todas las pantallas del pabellón:
DIFICULTAD. EXECUTION. PENALTIES.
          10                      10.                  0
TOTAL.
     20

         ¡¡Medalla de oro olimpica!!

El publico rugía otra vez en su su oídos y, cuando doblo la esquina del IVEF, iba roja como un tomate y jadeando después de la carrera, mientras se imaginaba camino del kiss and cry con la cinta entre las manos y una sonrisa de oreja a oreja. 

Solo que la sonrisa no le duro mucho.

De pronto, allí estaban sus nuevas compañeras. Y allí estaban también los miedos que llevaban con ella desde hacia por lo menos tres semanas, cuando empezó a pensar en lo que le esperaba.>.

Porque Olympia tenia una imaginación increíble -->, le decía a su madre día si día no la madre de Marta, su vecina --, y siempre había sido muy creativa, pero cuando bajaba de las nubes y echaba pie a tierra, esa confianza desaparecía. Lo mismo por eso corría con las punteras.

Frente a ella tenia un grupo mediano de unas quince chicas, cuatro de ellas de una edad muy parecida a la suya, que hablaban y se reían. Su nueva entrenadora aún no había llegado, así que camino hacia ellas hecha un manojo de nervios y sin tener ni idea de que iba a decirles (porque por muy observadoras que fueran, ni con Rayos X habrían visto a Olympia a una gran gimnasta, solo una niña a la que todavía no conocían).

Una con el pelo castaño, la mas bajista del grupo, se fijo en ella y le sonrió, pero el resto ni se entero y ella se quedo inmóvil a tres pasos, como si la hubiesen atornillado al suelo, mientras trataba de controlar la respiración. Que desastre. Casi noto como la cinta que t te ean bien había recogido en sus pies al acabar las cinco volteretas de su ejercicio imaginario-->--se convertía en mazas y las dos le caían una detrás de otra pero esta vez en la cabeza.
¡Noticias, noticias! ¡Despues de entrar en la Historia, la Increíble Volteretista se convierte en la Volteretista Muda!

>, se repetia con la respiración tan acelerará que parecía que seguía corriendo.

--Se nota que no has entrenado estas vacaciones...--escucho mientras sentía unos pasos a su espalda.

La respiración de Olympia se corto de golpe al tiempo que todas las chicas se ponían en marcha para saludar a la recién llegada. Se trataba de una mujer delgada, con la mandíbula fuerte y una melena corta, pelirroja y rizada--pero rizada de permanente--, que camina hacia la entrada del polideportivo con un chándal de tercio pelo y  un bolso colgado del hombro. La nueva entrenadora. Le habían dicho que se llamaba Iratxe. Y de entrada le impuso mucho gesto serio, aunque la mujer esbozo una sonrisa al ver aproximarse a todas sus gimnastas. A todas, menos Olympia, que se quedo donde estaba. En fila, Iratxe comenzó a dar besos a todo el equipo, y entre beso y beso miraba a Olympia, que seguia clavada en el sitio, sin pestañear y con las palabras <<se nota que ni has entrenado estas vacaciones>> repitiéndose en su cabeza.

Desde luego, estaba claro que aquel año iba a ser distinto a todo lo que había conocido hasta la fecha.

PUNTERAS NEGRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora