Capitulo 5

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—Vaya, eso es música para mis oídos. Ven a tomarte un café conmigo y cuéntame más.

—Pero aún no he terminado de limpiar el estudio. De hecho, acabo de empezar. Cuando vi sus libros en las estanterías, yo...

—Olvídate del estudio —interrumpió ella, complacida a más no poder con el desarrollo de los acontecimientos— Prefiero que alimenten mi ego. ¿Cómo te gusta el café?

—¿Qué? Oh, bueno, sin leche ni azúcar.

—Una verdadera amante del café. Como yo —añadió con una sonrisa— Y ahora, no pongas más pegas. Yo soy la jefa aquí.

A ella no le gustaba recibir órdenes, pensó, ni dejar sus trabajos sin acabar, pero ante su insistencia, aceptó sentarse y tomarse el café con mucha cautela mientras ella intentaba sonsacarle más.

Kara tuvo cuidado en no sacar otro tema que no fueran los libros. Notó que, en el momento en que le sonreía, ella reaccionaba con una expresión glacial.

Ella había leído mucho, notó Kara enseguida, y era muy inteligente. Estaba claro que se estaba echando a perder como limpiadora.

Cuando la vio mirar su reloj, Kara decidió que no podía esperar mucho más para dar el primer paso. Si la dejaba marcharse, tal vez no volviera nunca. El viernes siguiente, sería la simpática Gail la que aparecería en su puerta.

—Mañana tengo que ir a la entrega anual de premios literarios en Sidney —dijo—. Uno de mis libros es finalista para el trofeo de la Pistola de Oro al mejor libro de acción del año.

—¿Cuál de ellos? —preguntó Lena, dejando la taza sobre la mesita.

—El beso de la muerte.

—Oh, ganarás. Es buenísimo.

—Gracias. Eres muy amable. La verdad era que me preguntaba si te gustaría venir conmigo.

Kara había visto reaccionar a las mujeres cuando les pedía una cita de formas muy diversas, pero nunca la habían mirado como lo estaba haciendo Lena Luthor. Como si le estuviera pidiendo que escalara el Everest. Y descalza.

—¿Quieres decir... como tu pareja? ¿Cómo una cita?

—Sí, claro.

Ella parpadeó y sacudió la cabeza.

—Lo siento, no salgo con nadie.

Kara no podía haberse sorprendido más. ¿Que no salía? ¿Qué tipo de vida era ése para una preciosa mujer joven cuyo marido llevaba muerto cinco años?

—¿Qué quieres decir con que no sales con nadie? —le preguntó Kara. Lena la fulminó con la mirada por su insistencia.

—Quiero decir exactamente que no salgo, que no tengo citas.

—¿Por qué no?

Ella se levantó de repente, con la espalda recta y expresión firme.

—Creo que eso es sólo asunto mío.

Kara se levantó también.

—No puedes culparme por mi curiosidad. Ni por estar decepcionada. Estaba disfrutando de tu compañía, y creía que tú también lo estabas pasando bien.

Ella pareció algo sorprendida por su última frase.

—Sí, bueno... —dijo, como si el concepto fuera lo que la sorprendía.

—Entonces ven a cenar conmigo.

Ella dudo, pero volvió a sacudir con fuerza la cabeza.

—Lo siento, pero no... no puedo.

Princesa de HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora