Capitulo 8

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Mientras Kara conducía por la carretera de Tumbi Umbi iba pensando en que hacía mucho tiempo que no estaba tan impaciente por salir con alguien como lo estaba aquella noche.

Aunque la de aquella noche no sería una cita habitual... no esperaba acabar en la cama con Lena Luthor. De hecho, se apostaría dinero a que eso no iba a ocurrir.

Su objetivo aquella noche era hacer que Lena volviera a salir con ella de nuevo. Hacerle ver que podía tener una vida social sin poner en peligro su reputación. Que no tenía que comportarse como una monja sólo porque su marido hubiera fallecido y ella no quisiera volverse a casar.

Kara seguía sin saber si Lena había querido a su marido o lo había odiado, pero esperaba enterarse también aquella noche.

Estaba claro que no iba a ser una misión fácil, pues Lena no era el tipo de mujer confiada que hablase abiertamente de sus cosas. Ella se lo guardaba todo para sí, como cuando no le había dicho que era la dueña de la empresa de limpieza. La esperanza de Kara era que unas copas de vino ayudaran a soltarle la lengua. Siempre se hacían muchos brindis en aquellas cenas de entrega de premios. Seguro que no decía que no a una copa o dos de champán.

Llegó a la rotonda grande que Lena le había indicado y después a la calle que salía a la izquierda. Pronto estaría en su casa.

Una rápida ojeada a su Rolex le hizo saber que eran las seis menos un minuto. La puntualidad era un hábito adquirido en el ejército del que nunca se había desprendido.

Aquel día decidió peinar un poco más su siempre desaliñada melena, algo que pensó le gustaría a la señorita Luthor. Al igual que su elegante y caro traje ceñido, color negro, que se había mandado hacer a medida un par de años antes.

Kara esperaba que su aspecto sofisticado despertase la atracción sexual de Lena; a la mayoría de las mujeres les gustaba cuando usaba trajes.

Por desgracia, Lena no era como la mayoría de las mujeres. Ella era diferente, muy diferente. Retadora. Kara sonrió al doblar la esquina. Le encantaban los retos.

A las seis menos cinco, Lena estaba al borde de un ataque de pánico. Nada había ido según lo planeado aquella tarde. Había tardado mucho en todo.

Lo que más tiempo le había llevado había sido depilarse. Fue una tarea aburrida, pero antes tuvo que bañarse y exfoliarse la piel. No tuvo nada de tiempo para sentarse un rato a leer.

Para cuando acabó de hacer todo eso, eran más de las tres. Después de tomar un tentempié a toda prisa, empezó a peinarse, otra larga tarea. De nuevo, probablemente por los nervios, el peinado que había elegido para combinar con su vestido, muy femenino, no le salía. Al final se lavó el pelo por segunda vez y empezó desde el principio, haciéndose un recogido que podía haberse hecho dormida. Acabó disgustada y frustrada por no haber podido hacerse el peinado más suave y rizado que había pensado al principio.

En ese punto eran las cinco y diez, y eso le dejaba menos de una hora para arreglarse las uñas, maquillarse y vestirse. Tardó veinte minutos en arreglarse las uñas y dejarlas perfectas, y otros quince en transformar su bello rostro en otro más glamuroso y sofisticado. Primero se aplicó base de maquillaje, después colorete, polvos y sombra de ojos. Los tonos un poco oscuros hacían resaltar más sus ojos color verde. La mano le temblaba cuando empezó a delinearse la raya del ojo, y soltó algún juramento, muy impropio en ella, cuando se metió el lápiz en el ojo. Dejó la boca para el final.

A Lena no le gustaban los tonos fuertes, y sus labios tenían el grosor perfecto, así que, después de dudar un rato, se aplicó un poco de brillo con la yema de dedo.

Tardó cinco minutos más en decidir qué pendientes ponerse, pues el peinado que había acabado haciéndose necesitaba algo más glamuroso que las sencillas perlas en forma de lágrima que había pensado ponerse.

Princesa de HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora