Damián estaba feliz, por fin el sábado, cenaría en su casa, estaba nervioso por el evento, al punto de que pasó horas revisando mi guardarropas, quería encontrar algo lindo y elegante pero que dejará a sus hermanos llenos de envidia al mismo tiempo que sus padres pensaran que yo era sumamente recatada.
Traté de explicarle que no poseía un sentido tan alto de estilo y moda como para parecer una bomba sexy pero recatada.
—¡Déjame comprarte algo! ¡Por favor! —suplicó.
—¿Toda mi ropa es horrible? ¿Me vas a comprar un guardarropa completo? —pregunté
—Si hace falta. Entiéndeme, quiero que causes una buena impresión —dijo.
—Esa es la ropa que tengo, por ahora esa soy yo. La ropa no define a la gente —dije frustrada—. Me pondré lo que digas por esta vez pero ¿Y después?
—¡Ponte lo que quieras! Te verás guapa con cualquier cosa —dijo en tono manipulador. Ya lo conocía yo bien.
—¡Esta bien! Vamos y elige el vestido que quieras que me ponga —le dije sonriendo— ¡Solo lo hago porque eres un llorón!
—¡Gracias! Estoy nervioso, solo es eso —aseguró mientras le dedicaba una mirada lasciva a mi cuerpo semidesnudo.
—¡Nada de eso campeón! —le dije mientras me terminaba de quitar la ropa—. Me vestiré para que me lleves a comprar ese vestido tan único.
Llegamos a tiempo para prepararnos y estar listos, Damián estaba tan ansioso que no quiso ir a su casa y venirme a buscar, se trajo su ropa y se cambió en mi apartamento.
Íbamos en el auto y yo no podía de angustia, el nerviosismo de él solo me causaba más ansiedad. Finalmente eligió un vestido amplio de seda estampada de color negro con amarillo, era abierto al frente hasta dejar ver una de mis piernas hasta lo más alto de muslo, era de mangas largas y amplias pero con un escote sutil al frente, debí reconocer que mi novio tenía un gusto exquisito, yo no lo habría elegido jamás, pero me veía super sensual y regia en él.
Llevaba el cabello suelto ondulado, labios rojos y algo de polvo sobre mi rostro, mis cejas bien maquilladas un poco de rímel y ya, Damián quedó encantado. Se podía adivinar mi sensual figura debajo del vestido, dejaba ver de refilón mis pechos y una de mis piernas, me sentía una chica de moda.
Llegamos a la imponente mansión, en mi ignorancia era incapaz de decir cuánto medía todo aquello pero había una fuente gigante, muchos carros de lujos y un halo de elegancia indiscutible.
Damián llevaba una camisa manga larga blanca de algodón, jeans y su chaqueta de cuero. Él no se exigía a sí mismo la elegancia que me pedía a mí.
Al llegar nos recibieron sus padres, rondaban los 70 años pero se veían muy bien conservados, la señora era blanca y delgada, llevaba su rubio cabello en un moño alto, el señor era moreno claro de cabellos blancos delgado y muy alto.
—¡Nos ha hablado de ti mucho! Creo que está obsesionado —dijo su padre bromeando.
—¡Eres hermosa como dijo! —se limitó a decir la señora muy seria y distante. Casi con tono falso pero aún no quería juzgar.
Ya estaba su hermano Sergio, era más parecido a la señora, un rubio de ojos marrón claro, sus ojos se veían profundos, con la piel muy pálida y de nariz aguileña, rostro alargado. Era alto y atlético, guapo pero no se parecía en nada a mi Damián.
Su novia, Nim, era una morena oscura alta de cuerpo despampanante, tenía el cabello largo negro, lo llevaba trenzado, vestía un romper blanco corto asimétrico, con una manga de un lado y el otro sin manga, nunca había visto una mujer tan hermosa, yo estaba segura de haberla visto en alguna revista o en la televisión quizás. Ella ni me determinó, mientras Sergio me dedico una mirada curiosa de arriba abajo limitándose a sonreír, en eso también se parecía a su madre, se veía distante. Nim y Sergio hacían una pareja de lujo.