Capítulo 3

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Observo a ese Dios bajando de su limusina. Alto, con tez de porcelana, cabello corto oscuro, mirada intensa, nariz recta, respingada, labios perfectos para morder que estoy segura que dan unos besos que te hacen desear cada vez más. Mandíbula cuadrada, facciones magníficas, como si las hubiera tallado Michelangelo en mármol. Una barba de candado impecable y sensual, me encantan los hombres con barba. Su cuerpo es vigoroso, espalda ancha, brazos firmes y unas manos grandes, ideales, ágiles como me gustan.

Es increíble que vea sus manos de tan lejos.

Cuando baja de la limusina saluda a las cámaras y les regala una pequeña sonrisa de lado, una sonrisa tan seductora que hace que me estremezca y aprieto el brazo de Sebastian. Después estira la mano y de la limusina sale una mujer perfecta, alta, pelirroja, con facciones igual de perfectas que las de él, luciendo un vestido rojo que acentúa su cuerpo de modelo.

Estoy tan concentrada en ese hombre que cuando nuestras miradas se cruzan solo puedo mirarlo fijamente. Él me observa unos segundos, me contempla intensamente, me produce una sensación que traspasa todo de mí y me desnuda con su mirada. Aprieto más el brazo de Sebastian y las piernas comienzan a temblarme.

-¿Seguimos linda?- Sebastian me trae de vuelta a la realidad.

-Sí.- Lo miro sonriendo nerviosa y vuelvo a mirar hacia atrás para ver a mi hombre de mármol, pero él ha comenzado a responder preguntas de los periodistas y no volvemos a cruzar miradas.

Seguimos el camino hasta que entramos al hotel. Es una recepción perfecta. A ambos lados, escaleras que parecieran de un palacio de la realeza. Del techo descansan tres lámparas de cristal que iluminan toda la recepción, dos a los lados y una enorme en medio. El piso es de mármol y las paredes son blancas adornadas con bellas obras de arte, no tengo idea de qué estilo son, nunca he sido muy buena para saber de arte. Alrededor de la recepción se alzan columnas finamente talladas con detalles que reflejan la elegancia y clase que tiene este hotel.

En medio de la gran habitación una fuente de mármol. Una mujer hermosa con cabello largo y rizado, portando un vestido largo y abierto con una corona de flores sobre sus rizos. Un cuerpo, literal, de escultura. Pareciera que tiene movimiento, pues el detalle de su esculpido es maravilloso. La observo y me transmite tanta serenidad.

-¿Te gusta?- Sebastian rompe el silencio.

-Es preciosa.

-Yo la hice.

Lo veo sorprendida.

-¿De verdad?- Asiente. -Es maravillosa. Creí que habías dejado la escultura.

-La retomé, ya era tiempo ¿no?

-Definitivamente, tienes mucho talento.- Le aprieto la mano, es como mi hermano menor.

-Se la mostré a mi papá y me convenció para que la pusiéramos aquí.

-¿Cómo que te convenció?- No entiendo a qué se refiere.

-Pues sí. No quiero que comience a presumir. Apenas comencé a trabajar en unas piezas y no quiero que...- Lo interrumpo.

-¡¿Qué?! Tienes que enseñarme. Por favor.- Le ruego con la mirada.

Ríe y contesta.

-Está bien, pero no puedes compartir nada de lo que veas. Solo te lo enseñaré porque eres mi hermana.- Lo abrazo.

-Es maravillosa, felicidades Sebastian.- Recibe mi abrazo gustoso y siento que se me llenan los ojos de lágrimas. Sebastian pasó por un momento difícil cuando le dijo a sus papás sobre su sexualidad y dejó todo lo que amaba por depresión. Al ser el mayor, su papá tenía una expectativa acerca del heredero y el legado de los hoteles "Hoteles Vega Ferris" , pero por sus hijos es capaz de todo. Sebastian enfrentó tantas cosas al ojo de su familia de "alta sociedad". A pesar de la inclusión de la comunidad LGBT+ en estos tiempos, aún existen personas muy ignorantes y cerradas de mente, es por eso que mantiene a todos al margen de su vida privada. Por esa razón me da tanta alegría que haya retomado el arte, que es lo que más ama en el mundo.

A fuego lento...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora