-Tía, ¿algún día podré ser un caballero como los que cuidan el castillo?
Los ojos grises del pequeño niño brillaban con entusiasmo, mientras él sonreía, con la inocencia de un niño de su edad. Lhia no contestó. Siguió mirando por la ventana, observando a la gente pasar. La sala estaba acomodada y reluciente. Las mucamas estaban en la cocina, preparando la cena. La luz de los faros de fuera iluminaban la calle principal, frente a la enorme mansión. La esbelta mujer rubia estaba perdida en sus pensamientos. Habían pasado tres años de aquella tragedia. Su sobrino, de apenas 6 años, estaba a su cuidado desde entonces. Un resoplido de angustia empañó el vidrio, y a su propio reflejo. Se la veía descuidada. En la Iglesia del Milagro la presionaban a diario para hacer observaciones en el pequeño niño. Sus superiores sabían que debía aceptar, o perdería todo por lo que había luchado en los últimos treinta años. Pero no era capaz de ceder tan fácil. Su hermana menor había puesto sus esperanzas en ella. Confiaba en que su hijo se convertiría en un hombre de bien, a cuidado de Lhia, la clérigo implacable. Pero ella no sabía nada de criar niños... Simplemente aceptó cuidarlo, luego de ver a su hermana con un 80% del cuerpo carbonizado, suplicando poder descansar pronto. Comenzó a sollozar, sin darse cuenta.
-¿Tía Lhía?
Una tierna voz, y un pequeño tirón de su túnica la hicieron entrar en razón. No era momento para lamentarse por cosas del pasado. Ya debía superarlo. No podía seguir en ese estado y debía tomar una decisión pronto, o las consecuencias serían graves.
-Lo siento pequeño, entró una cosa en mí ojo-dijo Lhía, sonriendo débilmente, mientras se secaba las lágrimas. Apoyó la mano en la cabeza del niño, revoloteando su cabello- ¿Quieres que luego de cenar, vayamos a la plaza? Podemos ir a ver cómo han decorado todo para el Letrux Suprem.
-¿Le...trus? ¿Es una comida?
-No hijo -soltó una carcajada, mientras alzaba al pequeño para que pueda ver desde lo alto de la ventana- En el Castillo de Skak, ahora mismo, están preparando al príncipe Exemo para su coronación. El rey está muy enfermo y prefirió que Exemo sea el nuevo rey.
Los ojos del menor se iluminaron. Estaba maravillado por las luces que se veían desde lejos, apenas logró prestar atención a lo que su tía decía. Todo estaba decorado de una forma tan elegante y especial que su corazón latía de emoción. Luego de un rato de contemplar callado, miró a su tía, que continuaba con la mirada perdida al horizonte. La abrazó, en un silencio que no resultaba incómodo. Sintió su mano acogedora acariciándolo. Se limitó a quedarse con la duda. Pero de repente, notó que la mano comenzó a tirar de su cabello con una fuerza enorme, como si quisiera arrancar su cuero cabelludo. El dolor era muy fuerte, pero no podía gritar. Comenzó a escuchar ruidos de cadenas. Se dio cuenta que algo no estaba bien.
-Despierta... Despierta...
Escuchó una voz en su cabeza. No se parecía en nada a la voz de la tía Lhia. De repente, oscuridad. Lentamente, sintió un dolor de cabeza que le resulta familiar. La voz dejó de resonar como un eco distante. Una brillante luz apareció frente a sus ojos. Se dio cuenta que todo era un vago sueño. Pero, ¿en dónde está? Había caído desmayado, y no recordaba nada después de aquel golpe.
-Por fin despertaste, princesita. -escuchó una voz que le hablaba. Pero no consiguió distinguir de quién se trataba. Todavía estaba mareado, confundido, y no lograba ubicarse en el espacio-tiempo. Sintió que, en realidad, sí tenía una mano en la cabeza, pero era una mano enorme, no se trataba de la mano de una mujer.-Matheus Idígoras, el Octavo Pecado. Para muchos, eres la luz en la oscuridad. Para mí, no eres más que una escoria, y el mayor error de Nuric. ¿Sabes? Deberías haber muerto contra aquel bufón. Quizá podrías haberle hecho un favor a este reino y que todos fuéramos un ejército no-muerto.
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Matheus Idígoras
Historical FictionEl caballero Matheus Idígoras, reconocido guardián de la corona del Rey Nuric VII, ha vuelto a su hogar después de 7 años. Muchas cosas han cambiado, pero su instinto le avisa que algo malo está por suceder. En sus manos recae el destino de su gente...