1. Permiso especial.

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YEIMY.

Habían pasado cuatro años desde la última vez que había estado cara a cara con Charly. Aquel día inolvidable en el que creí que lo había sacado de mi vida definitivamente. El día donde creí haber encontrado paz. Pero no fue así, nada más alejado que eso.

Ni siquiera me di cuenta cuando oscureció. Había perdido la noción del tiempo recostada en la cama, con la misma pregunta retumbando en mi cabeza una y otra vez.

Todo pasó demasiado rápido. Erik e Irma habían regresado de su gira. Juan y yo habíamos ido a recogerlos al aeropuerto. El sitio estaba lleno de periodistas. Miles de preguntas iban y venían, pero una en particular se llevó mi atención. Y desde ese momento que no la puedo sacar de mi mente.

¿Yeimy, qué opina de que este sábado, Charly Flow muy seguramente recupere su libertad de manera condicional?

Y es que en el preciso instante en el que escuché el nombre "Charly" más la palabra "Libertad" me quedé perpleja, y todas las personas que estuvieron presentes lo notaron, todas las personas que vieron el video lo notaron. Y para mi mala suerte, el video estaba rondando por todos lados.

Me tenía inquieta que existiera siquiera la posibilidad de que el hampón de Charly pudiera terminar libre.

Después de tanto.

—Ya, no más —me reprimí a mí misma.

Me llevé las manos a la cara, refregándome suavemente, como si así pudiera borrar todos los pensamientos que me colapsaban. Levanté la vista cuando oí el ruido de la puerta abrirse y ahí me encontré con Juancho.

—¿Todo bien, mi vida? —preguntó cuidadosamente, posando sus ojos en mí.

—Sí... Solo estoy cansada. Con todo lo de la llegada de Erik, la gira, los periodistas. No me parés bolas —contesté, pero la respuesta sonaba vacía, incluso para mí.

Hubo un silencio pesado en el cuarto durante unos segundos. Estaba claro que Juancho no se había tragado la excusa y me temía a lo que podía venir.

—¿Vos no estarás así por lo que te dijo la periodista, verdad? —volvió a preguntar, su mirada penetrante estaba fulminando la mía que estaba llena de culpa, incapaz de sostenerla, la desvié al suelo. —No, pues, me queda claro, ¿no? Hasta con ese man preso, vos seguís pensando en él.

—¿Vos me vas a reclamar, en serio? Pensé que me entendías.

No quería pelear. Mi día había sido una mierda y lo último que quería hacer antes de dormir, era discutir con Juan Camilo, pero mi paciencia también tenía límites y los estaba rebalsando.

Hice el amago de agarrar un libro que estaba en mi mesita de noche para darle fin al absurdo tema, pero en un brusco movimiento, me lo arrebató.

—Escucháme. Me emberraca que aunque ese perro está encerrado hace cuatro años, vos no lo dejás de pensar un solo día. Yo me hago el huevón porque no quiero destruir esto que tenemos, pero estoy mamado ¿Por qué no lo sacás de nuestras vidas de una vez por todas? —Había subido el tono de su voz.

Me dolían sus palabras. Me dolía que pensara así, que desconfiara de mí. Pero lo que más me dolía era que no estaba del todo equivocado.

—Charly está fuera de nuestras vidas.

—Todo este tiempo he ignorado que no te saqués al perro de Charly, de la cabeza —protestó este, al mismo tiempo que la apuntaba con el dedo. —Que lo pensés todos los días, así sea con "odio" como decís vos. No voy a permitir que ese perro me quite a mi mujer, no está vez.

Odio que no te odio.  (Charleimy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora