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"... Back when we were still changin' for the better
Wanting was enough
For me, it was enough
To live for the hope of it all..."

Fragmento de "August" de Taylor Swift, 2020.
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Lo único que había deseado, se había materializado para mí. No recuerdo haber deseado nada más intensamente que esos últimos cuatro años. La promesa de aquellos sentimientos, finalmente se había convertido en algo tangible.

Pero también se sentía irreal. También se sentía ilógica. Y también sabía que solo formaba parte de mi memoria.
¿Mi amor era parte de mi imaginación? ¿Su amor alguna vez existió o solo vi un aliciente irreal en todo aquello?
¿En algún momento en verdad habíamos escapado?

No. Eso nunca pasó. Solo mis sentimientos.

Yo había matado a Eren con mis propias manos. Fácil, muy fácil.

El dolor de cabeza se hizo insoportable... Y en el momento en que la hoja de la espada tocó la piel de su cuello y ésta cedió, todo había terminado.

Sus ojos, vacíos, me miraron fijamente. Sin condena, sin juicio, sin dolor, sin odio. No había nada en ellos.

Nada para nadie. Nada para mi.

Pero en mi, estaba todo. Toda la culpa, el dolor, toda la tristeza y el amor. Todo había estado allí, aunque en sus ojos muertos no hubiera nada, aunque cuando estaban vivos, tampoco parecía haberlo.

¿Por qué merecíamos pasar por ello? ¿Por qué tenía que ser yo quien lo hiciera?

Eren jamás habría dejado acercarse a nadie más para ello.

Me resultaba insoportable. Todo me resultaba insoportable, incluso mi propia vida, el mundo entero, lo que quedaba, todo me parecía insoportable.
Deseaba morir. Deseaba reunirme con él. Deseaba que todo volviera a la normalidad. Deseaba volver a nuestro hogar.

Volver a Shiganshina, solos, juntos, sin que nada ni nadie finalmente se interpusiera. Habiendo terminado todo aquello que nos había separado. Habiendo logrado crecer y vivir una vida sencilla, con nuestros padres, con la seguridad de que nuestro mundo, pequeño y simple no sería nunca trastocado por la horrible realidad de afuera.

Lo siento, no puedo.

Me aferré a la bufanda que me rodeaba, incapaz de dejarlo ir, incapaz de separarme de él y la apreté mucho más en torno a mi cuello, rememorándolo todo, el momento en que la espada cayó, y la cabeza, cercenada de un lado al otro de Eren, descansó, con los ojos abiertos que luego se fueron cerrando por si solos, sobre mis manos, y que acerqué a mis propios labios para probar por primera y última vez, los labios, ahora lívidos, fríos e inermes de aquel que me había dado el regalo de la libertad.

¿Qué es la libertad para un prisionero de algo más avasallador, más obscuro y más profundo, como la muerte?

No tenía nada. Nunca más tendría nada. O a nadie. O algo. Solo lo tenía a él y él a mí. Pero Eren si era libre. Finalmente había sido libre.

Encerrándome a mi en la prisión de su eterno recuerdo. Un recuerdo que nunca iba a terminar. Un recuerdo que me dolería hasta el último día de mi vida.

AugustDonde viven las historias. Descúbrelo ahora