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Encontré tu pulsera en el suelo de mi cuarto, la única prueba de que has estado aquí conmigo. Es difícil para mí enfrentar esto, porque fuiste mi primer amor, la primera persona con la que compartí esos momentos llenos de amor. Saber que ya no podré abrazarte más, sentir tus besos, tus caricias, hacen que mis ojos se llenen de lágrimas.

Creo que jamás encontraré una persona como tú, porque simplemente eres única, y me duele en el alma saber que esto se ha acabado.

Recuerdo la primera vez que te conocí, en realidad la primera vez que tú me conociste porque yo ya te conocía, ya que me la pasaba mirándote desde mi lugar, llevándome de vez en cuando a los labios la taza de café caliente. Sabía exactamente a la hora en la que llegabas al café, siempre te sentabas en el mismo lugar, la última mesa del fondo apartada del mundo, tú sola y tu libro favorito “A tres metros sobre el cielo”, creo que lo has leído más de tres veces ya que siempre llevabas el mismo. No sé qué fue lo que me llamó la atención de ti, tal vez la forma en la que tu cabello castaño caía delicadamente sobre tu rostro cada vez que te concentrabas en tu lectura, dándote un aspecto dulce, tu sonrisa ampliándose cada vez que pasabas de pagina, la forma delicada en la que le pedias al mozo un café, simplemente eras única en tu especie. Eras una flor roja en miles de blancas, eras tan diferente a las demás y tal vez eso era lo que más me encantaba de ti.

—¿A tres metros sobre el cielo? –dije una tarde lluviosa, la primera vez que me digné a hablarte y sabia cual sería el pie de la conversación, lo había ensayado en casa antes de salir.

Tú sacaste la mirada del libro para posarla sobre la mía. Nunca había estado tan cerca de ti, y déjame decirte que desde cerca eras mucho más hermosa. Tus ojos eran de color avellana, un hermoso color avellana.

—¿Lo has leído? –preguntaste frunciendo el ceño pero conservando tu hermosa sonrisa, como si no creyeras que un chico como yo pudiera leer esa clase de libros.

—Mi hermana lo ha hecho y déjame decirte que me lo contó de principio a fin –lo que acababa de decir era totalmente cierto. Gemma me había vuelto loco día y noche contándome la historia de amor entre los protagonistas.

—Me ha empezado a caer bien tu hermana, y ni siquiera la conozco –reíste. Una risa dulce que endulzaba mis oídos, podía escucharte reír día y noche, y nunca me cansaría. Reí también.

—Alice Dunne —extendiste tu mano sin quitar esa hermosa sonrisa.

—Blake Nell.

Luego de esa presentación, me invitaste a sentarme frente a ti, era la primera vez que te veía en compañía de alguien y me agradaba la idea de ser el primero. Recuerdo las risas compartidas, cuando derrame el agua sobre la mesa por accidente, ya que no podía creer que te estaba hablando, y tú reías diciendo que a cualquiera podía pasarle. Hablamos de cosas triviales, te conté de la banda que había formado llamada “Nightcrawler “ y tú me contaste acerca de la carrera que pensabas seguir en la universidad “Veterinaria” , eso habías dicho y sabia que ibas a ser una excelente sanadora de animales, ya que poseías una dulzura innata.

Compartimos mi paragua, ya que tú no habías traído el tuyo,  caminamos casi pegados bajo la lluvia. Te acompañe hasta tu casa y tú te sorprendiste al darte cuenta que éramos vecinos, yo fingí sorpresa ya que sabía muy bien que tú eras mi vecina y que siempre te sentabas en los escalones de tu porche a escuchar música de tu Ipod.

U.N.IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora