La amiga de mamá

El bicolor tenía miles de preguntas, como siempre, ¿por qué el cielo es celeste? ¿Los villanos siempre fueron villanos? ¿Cómo se sentiría tocar una nube? ¿Qué cosa más suave del mundo? Y la más grande incógnita para su mente de quince años... ¿Su madre amó a su padre?

Aquella pregunta le carcomida la cabeza cada vez que podía, ¿lo amó o no? ¿Le quiso si quiera un poco? ¿Tenía planeado pedirle el divorcio?

Sujeto su mentón con los dedos índice y pulgar, cerrando los ojos por un momentos mientras imaginaba las posibilidades que podían ocurrir en torno a su familia.

El anuncio del altavoz en el tren le sacó de sus pensamientos, bajo del transporte junto con toda esa gente que iba a ese lugar y camino por las calles con tranquilidad hasta el hospital psiquiátrico.

Antes de llegar al la habitación de su madre se topo con una mujer, como de la misma edad de su amada mamá, su largo cabello era de un profundo negro, su piel color avellana, el adolescente calculó que era más baja que la albina si no fuera por esos altos tacones que ocupaba, a pesar de traer gafas de sol, logró ver los ojos verdes bosque, ambos hicieron contacto visual y la mujer que tenía un rostro suave hiso una mueca de sorpresa, no le dijo nada, solo acomodó su sombrero de ala alta y se retiro del lugar.

El chico se quedó mirando por un buen rato por donde se había ido aquella persona, no sabía cuanto tiempo estuvo así, cuando se dio cuenta meneo la cabeza tratando de despejar su mente y siguió su camino.

— Mamá... — saludo con suavidad una vez que entró a la habitación — Nee-san, Nii-san...

— ¡Hola, Shou! — exclamó su hermano con ese contagioso entusiasmo 

— Que bueno que llegaste...  — habló esta vez su hermana.

— Hola, mi niño, ¿cómo has estado? — dijo con cariño la albina mayor.

El del hebras bicolores sonrió levemente, le encantaba sentirse así, estar con su familia hablando le hacía muy feliz, era como si todos se olvidarán del pasado, como si nada de eso hubiera pasado y eran la misma familia de antes.

— Muy bien, ¿y ustedes?

Así los cuatro charlaron animadamente, riendo en algunas de las anécdotas, contando cualquier momento que se les venía a la mente, pero... A pesar de eso... El bicolor seguía con la duda haciéndole sonido en la cabeza y cada vez era más fuerte... 

— Shouto — lo llamó Rei — ¿Qué sucede hijo? Parece que quieres preguntar algo.

Ah... Ella siempre supo cuando algo le pasaba, siempre sabía cuando algo estaba atrapado en su cabeza... Cuanto amaba a esa mujer.

— La verdad... No quiero molestarte con mis tontas preguntas...

— No me molesta hijo, por favor, cuéntame — colocó sus pequeñas manos sobre las de su hijo, regalando una suave sonrisa.

— Bueno... Me preguntaba... ¿quién fue tu primer amor? — fue cuidadoso al preguntar, no deseaba traer malos recuerdos a la mente de su madre.

Sus hermanos le vieron de forma acusadora y le iban a regañar, sino fuera que la mayor se riera suavemente mirando el montón de cartas que tenía bien apiladas sobre su escritorio, sus tres hijos le miraron, esperando alguna respuesta, esta solo respondió:

— Tuve uno hace mucho tiempo atrás... — comenzó a relatar con un brillo de amor y nostalgia.

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No recordaba con exactitud como fue o que edad tenía en ese entonces, era joven e inexperta, luchando contra un mundo opresor, su familia era conservadora, en la cual se sentía como la oveja negra, era completamente contraría a lo que su familia decía o pensaba, la albina sabía cual sería su destino, sus padres llegarían a un acuerdo para poder casarla con un hombre de bien, solo para darle hijos y atenderlo cuando llegará al trabajo. Sin embargo, ella tenía otros planes, deseaba fervientemente en convertirse en bombero, si bien no tenía paga alguna, era lo que anhelaba y ¡Quién sabe! Tal vez escribir alguna novela... Sí... Un sueño tonto de una adolescente tal vez... Pero era un deseo lleno de pureza.