Capítulo XXIII

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Quebec.

-Lamento lo de Esther.-alcanzo a decir mientras tomo sus manos.

Estar así con él es demasiado, haberle dicho sobre mi pasado sin darle detalles es realmente malo, me estoy obsesionado y es lo que menos deseo.  Debo matarlo... pero sé que no podré, sus acciones, sus palabras me hacen querer regresar al tiempo y conocerlo antes de todo esto.  Mira a la ventana, evitando que lo interrogue o simplemente tratando de evitar el pasado.  

-Será mejor que te lo diga.

Suspira, toma mi mejilla y con su pulgar me acaricia, mira a mis ojos y suelta una sonrisa nerviosa.  

-Esther sufría de depresión cuando la conocí, cada vez que estaba conmigo se veía feliz y lo demostraba, podría decir que en unos meses ya estaba enamorado de ella.-mira sus manos y respira profundamente, observo sus expresiones, está cansado y sé que está sufriendo al recordarla.-A los seis meses le enseñé lo que me gustaba y tenía miedo que ella no lo aceptara o simplemente que me criticara al tener gustos sexuales extraños.-asiento y lo dejo continuar.-Pero lo tomó bien, y a las semanas ya era mi esclava, tenía cuidado cada vez que jugábamos, un movimiento en falso y no lo resistiría, pasaron los años y bueno, lo hicimos sin preservativo, le pregunté si estaba bien y dijo que estaba con la píldora.  Así como tú.  Pero era mentira, una semana después me confesó que me amaba y me hizo la pregunta que yo estaba evitando. 

-¿Cuál es esa pregunta?-susurro, su mirada está perdida y temo que se moleste por la pregunta.  Pero no, me mira y sonríe.  

-Que si la amaba tanto cómo ella a mi.  

-¿Y qué le respondiste?

-En ese momento no supe que decir, no sabía si en realidad lo hacía, pero no quería romper sus sentimientos, así que le dije que sí.  

Si le pregunto eso, ¿responderá así ?, ¿sólo por no romperme el corazón? 

-Y soltó la bomba.

Se queda en silencio, no quiero seguir haciendo esto, no quiero que nuestra relación, si es que le puedo llamar a lo que tenemos, se vaya desvaneciendo.  Quiero saber la verdad y sacar mis propias conclusiones en matarlo o no, que claramente no lo haría, no podría.  

-Estaba embarazada y pidiéndome huir con ella.-mira mi rostro y limpia una lágrima que sin darme cuenta estaba bajando por mi mejilla.-Una semana después, le pedí terminar con nuestra relación, se volvió loca y su padre la envío a un centro médico, le dije que yo haría responsable de los gastos médicos y toda la manutención del bebé.  

-¿Te ibas a hacer responsable del bebé? -pregunto sorprendida.

-Por supuesto, era mi hijo.  

Me bajo de la isla, tomo su mano y nos dirijo a la habitación, me subo a la cama y él hace lo mismo, se recuesta en la cabecera y da unas palmadas a su pecho para que me pueda acostar con él.  Lo hago y lo abrazo, pasa su mano a mi cintura y me acerca más.

Mierda, no puedo dejarlo ir, no puedo hacerle daño, no es un mal hombre, solo tiene un pasado al igual que yo.  

-Pasaron tres días, llamaron a mi oficina y recibí la noticia que ya estaba en casa y que su salud mental mejoró. Me sorprendió su cambio en solo tres días y no en meses como se suele pensar... pero decían que estaba motivada por nuestro hijo. Corrí a verla y estaba feliz, sus ojos mostraban alegría y esperanza, le pedí que nosotros ya no éramos una pareja, pero que estaba al tanto de su salud para que nada le faltara ni a ella ni al bebé.-paso mi mano por su pecho y acaricio el tatuaje que tiene debajo de su clavícula derecha "Verzi".  Suspira y continúa.-Todo iba tan bien, su vientre se veía más abultado y estaba feliz. El 20 de octubre fuí a su departamento para verla y llevarle unas verduras que necesitaba, ya era tarde, pero sabía que iría, toqué varias veces pero no hubo respuesta, no me llamó ni me envió un mensaje diciendo que no estaba en casa.  Toqué con su vecina y me dijo que había escuchado ruidos extraños a lo largo del día y que unos señores habían entrado con cajas grandes, pero cuando se marcharon ella no salió.-su voz comienza a entre cortarse y sus ojos guardan unas lágrimas, paso mi pulgar por sus ojos y le sonrío.  

-Está bien, puedes parar.-susurro y trato de darle mi mejor cara.  Me mira y sonríe.  

-Tengo que decirte la verdad, así decidirás si matarme o no.-mierda, cierro los ojos y aparto la mirada.

No puedo verlo, me siento tan avergonzada que sepa que solamente estoy con él para cumplir una misión.  Misión que prácticamente estoy destinada a fallar.  

-Rompí la puerta del departamento y corrí a buscarla, hasta que llegué al baño... ahí estaba, en la tina llena de agua y sangre, no quería entrar y no quería ver la escena.  Llamé al 911 y mandaron una ambulancia y una patrulla.  Los paramédicos la sacaron de la tina y logré ver que sus muñecas estaban cortadas verticalmente, justo en la arteria.  El resto es historia, historia que tal vez ya conozcas.-se queda mirando al techo.

Me siento en la cama y abrazo mis piernas.  Me siento mal al pensar que él pudo haberle hecho todo lo que indicaba el expediente de la morgue.  Mierda, mierda.  Se acerca y me abraza, quiero ser yo quien lo consuele no al revés, él necesita más y no se lo puedo dar.  

-Perdón.

Oh, Por Dios! (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora