La vecina loca y un sofá.

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Mis amigas se acercan corriendo para ayudarme a ponerme en pie.

— ¿Estás bien? ¡Madre mía! ¡Vaya golpe!

Pamela, se ríe a carcajadas, mientras mi ego se esfuma corriendo y gritando <<píllame si puedes>>. —¡Ha sido brutal! ¿A qué sí?

He de reconocer que no ha estado mal del todo, aunque no me he quedado con ganas de repetir.

— ¡Qué locura! —Consigo decir al final.

Ana se acerca contoneándose, y lanzándome un guiño, me hace una promesa. —Mi turno. Aprende de la mejor.

—¡Esa tía es odiosa!

—Tonta de manual.

—Sólo está marcando territorio. —Digo sopesando los motivos por lo que esa tía es "odiosa y tonta de manual".

—Pero no deja de ser una petarda.

Ana se sube al toro mecánico, con la ayuda de Mario. Sé que no la necesita, pero ¿a quién no le gustaría tener sus manos pegadas? Bueno, vale, a mí no demasiado.

¡Joder, el golpe me está afectando!

Todos la vitorean, mientras se sujeta con fuerza y comienza a cabalgar como una amazona. He de
reconocer que tiene gracia y estilo.

—Caete, caete, caete... —Rezan las dos locas a mi lado y al final, aunque piense lo mismo que ellas, no puedo dejar de molestarles.

—No seáis brujas.

Al menos lleva dos minutos cuando se cae, pero la jodía, lo hace de forma sexy y con gracia. Me mira y sonríe.

— ¡Gané!

Aún quedan muchas mujeres, entre ellas mis amigas, que esperan su turno para montar. Según van pasando, van cayendo a los pocos segundos.

Ana, mira victoriosa como se va acercando a su tan deseado premio, y lo cierto es que descubro que no me importa en absoluto, que en verdad, por quien haría lo imposible para ganar, no está aquí.

Al final del evento, Mario se acerca
a nosotras, pasa su mano por mi
cintura y me entrega un vale:

<<Premio de consolación>> Bebida gratis.

—¿Dónde está mi premio? —Pregunta Miss Perfección, que así he decidido llamarla en secreto. Creo que todos ponemos los ojos en blanco.

El hombre con acento americano, anuncia a la ganadora y todos aplauden.

¡Lo que necesitaba, para inflar más su ego!

—Enhorabuena, Ana.

—El premio de consolación, por haberlo clavado. ¡Qué os aproveche!

Vuelvo a sujetar a las fieras de mis amigas, porque al final, la pobre Ana, se va a encontrar con una faceta muy poco agradable de nosotras tres y antes de hacer alguna idiotez, que no vale la pena, me giro a ellas.

Nos miramos cuando vemos que Ana se engancha del brazo de Mario y tira de él en dirección contraria.

— ¡Vamos chicas! ¡Tenemos un premio que utilizar!

Mario, se gira entonces, vuelve a posar sus ojos en mí y con una mueca de "por qué a mí", grita para que le escuché por encima de todo el bullicio—Me encargo de esto y vuelvo. ¿Me esperarás?

¡Claro que no! ¿Qué se ha creído?

—Tranquilo, premio gordo, disfruta de vuestra noche.

Por fin nos alejamos de ellos dos. Lourdes me sujeta de los hombros y me mira muy seria.

El tequila tuvo la culpa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora