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El arte del contacto visual.

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—¿No crees que estás llevando esto muy lejos, Hawk?

La voz de Miguel transmitía su temor. Su amigo negó sin despegar la mirada del frente.

—Una cobra nunca da marcha atrás. —apretó sus nudillos— Además, es lo que ella quiere. 

—Sabes bien que Liv no quiere eso. —contraatacó— Mírala, tú sabes quién es y también sabes que todo esto lo provocaste tú.

Las palabras de Diaz eran huecas para el chico, él no entendía nada. 

—Ella causó esto. Estamos aquí por ella. —escupió con dolor— Si quieres reclamarle a alguien te sugiero que lo hagas con ella.

El moreno rodó los ojos. Era imposible hablar con él, especialmente cuando estaba enojado, y Eli Moskowitz estaba furioso y dolido, su corazón llevaba cargando ese dolor por más de cinco meses y el ver a aquella chica que alguna vez hizo desaparecer toda la tristeza apoyando y respaldando al principal imbécil que lo torturaba solo incrementaba y cultivaba su ira.

Con dos bruscos movimientos causó que su cuello tronara y caminó violento hacia ellos. Querían guerra, pues guerra tendrán. Sin piedad.

—¿Haremos esto ahora o saldrás huyendo, idiota?

La chica se colocó en medio de ambos dando la cara a Hawk. A diferencia de muchos, ella no bajaba la mirada al enfrentarlo. Mantenía su mirada en alto.

—Es suficiente, Hawk.

—Esto no es contigo. Es con tu noviecito. —dijo sin siquiera mirarla.

—¡Eli! —gritó con todas sus fuerzas y logrando remover algo dentro del chico.

Por un segundo, tan solo un segundo fue capaz de ver a través del azul de sus ojos al mismo Eli que conoció tiempo atrás. El tierno y tímido Eli que se sonrojaba cada vez que sus miradas conectaban. El Eli del que se enamoró.

¿Y él? Él solo recordó.

1 año antes.

Empezar desde cero nunca había sido de sus cosas favoritas para hacer; mudanza, vecindario nuevo, escuela nueva y lo peor de todo, amigos nuevos.

Cuando estaba en Nueva Jersey, su último hogar duradero, tenía muchos amigos y no se metía en problemas, pero ahí todos son muy agradables y pacíficos. Los Angeles no tenía la misma fama, y mucho menos cuando se trataba de la tolerancia.

—¡Olivia, es hora! —gritó su madre desde la puerta— ¡No querrás llegar tarde!

La chica resopló y se vio una última vez en el espejo, se aseguró de que su maquillaje estuviera intacto, que no dejara ver ninguna imperfección. "Estoy lista, supongo."

Salió con una sonrisa exagerada: —Sabes que no tienes que gritar, ¿verdad, ma? Esta casa es un huevito.

—Un huevito que queda cerca de mi trabajo y de tu escuela. —respondió— Además, solo somos dos, ¿por qué querrías una casota? 

Tenía un punto, pero cuando no quieres estar en un lugar haces todo lo que puedes por hacerlo notar. y quejarse era una de las formas que Olivia utilizaba.

El camino a su escuela en auto fue rápido, apenas y pudo observar los comercios cercanos. La radio tocaba una de sus canciones favoritas, "Livin' on a Prayer" de una de sus bandas favoritas Bon Jovi, originarios de su hogar. Cada vez que la escuchaba su ánimo cambiaba mágicamente, la hacía sentir que todo estaría bien. 

Dangerously 》HawkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora