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La semana siguiente, después que el «producto» de Gilbert Blythe llegase, el director de la correccional, un tipo que se apellidaba Phillips, escogió a un grupo de chicos para que asearan el último piso del edificio D. Los muchachos elegidos estuvieron bastante contentos por tan maravillosa oportunidad, ya que eso era lo más cercano que tenían a la libertad. En serio, estar en una celda vuelve loco a cualquiera.

Anne Shirley-Cuthbert, Moody Spurgeon, Ruby Gillis y Gilbert Blythe tuvieron la suerte de ir a barrer y trapear aquel lugar durante todo el día. Sentir el sol entre el viento de agosto mientras escuchaban las conversaciones «privadas» de los guardias revivía a sus almas muertas. Todos tenían sonrisas en sus rostros.

Sonrisas que duraron poco.

–No sé que hacer con el dinero que me heredó mi tío –dijo un guardia a otro–. El estado me lo quitará todo si se dan cuenta que lo tengo.

–Yo que tú no lo recibiría –respondió el hombre.

Gilbert escuchaba y veía con atención, Anne se dio cuenta de eso.

–Oye, Blythe –le susurró– ¿Estás loco? Sigue barriendo. Te enviarán a aislamiento si te ven metiéndote donde no debes.

Él no le prestó atención y se paró frente a los hombres.

–¿Confía usted en su esposa? –le preguntó al primero.

–¿Disculpa? –parecía enojado.

–¿Confía en su esposa? –repitió.

El guardia frunció el ceño y se acercó a él con furia, encaminandolo al borde de la azotea.

–¿Quien diablos te crees, muchacho? A mí ningún pendejo, asesina novias me va a faltar el respeto.

Los tres chicos restantes se miraron a los ojos.

–Va a morir –dijo Ruby–. Va a caer y todos sus huesos se romperán –miró a Anne– ¡son ocho pisos, maldición!

La pelirroja estaba congelada del susto, pero a pesar de acercarse a su posible muerte, Gilbert seguía hablando.

–Señor, me refiero a que si usted confía en su esposa, puede «regalarle» su dinero para que esta misma lo guarde en su cuenta bancaria, pero seguirá siendo suyo. Es un proceso totalmente legal.

El guardia se detuvo.

–¿Cómo dices?

Así es, señor. En mi antiguo instituto estuve en clases de contabilidad avanzada, tenía muchos sueños para cuando me graduara, pero bueno... sé cómo hacer esos procedimientos.

«Está loco» murmuró Moody.

–¿Que quieres a cambio? –le preguntó el tipo, con el rostro serio.

–Tres cervezas frías y una sábana para cada uno de mis compañeros aquí presentes. Se acerca el invierno y necesitan calor.

El guardia aceptó. Anne sonrió sin que nadie la viese y cuando terminaron de trabajar le preguntó al chico:

–¿Por qué lo hiciste?

–Para que sepan que no soy la basura que todos dicen.

–Pues, por algo estás aquí.

Él apretó sus labios.

–¿Sabes, Anne? –tomó aire, rascó su cabeza– Te voy a hacer un favor...

–¿Otro? –preguntó, cruzada de brazos.

–¿Cuanto me cobrarás por un poster de Winona Ryder?

Ella soltó una risa.

–¿Winona Ryder?

Gilbert asintió.

–¿Por qué se te hace tan raro? Me gustan sus películas.

A la pelirroja no le importaba, muchas personas le encargaban pósters de sus ídolos. Jamás imaginó que Blythe fuera de ese tipo –teniendo en cuenta que el suyo había sido uno de los crímenes más graves por el que habían encerrado a alguien en ese lugar–. Sin embargo, aceptó sin problema alguno. Tendría a Winona Ryder en su solitaria celda para finales de mes.

–Hasta luego –le dijo el chico, antes de que se separaran.

–Hasta luego –respondió Anne.

Y entró a su habitación junto a Ruby Gillis.

–Le gustas –le dijo la muchacha rubia–. Anne, eso es obvio.

–Cierra la boca –le dijo antes de acostarse en su cama y cubrirse con su sábana nueva.

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「𝐆𝐞𝐭 𝐟𝐫𝐞𝐞 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora