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Llegó septiembre. Gilbert estaba a muy pocos meses de ser llevado a prisión y aún no salía de aislamiento. Eso preocupaba a los muchachos, quienes se habían hecho cargo de la biblioteca durante su ausencia. Ruby, Anne y Moody limpiaban, organizaban y ayudaban a varios chicos a obtener sus títulos de primaria.

Era lindo.

Ojalá él hubiese estado con ellos.

Cuando nadie veía, los tres le enviaban sándwiches o latas de atún con la hermana Claire. Así, el chico descansaría un poco de las porquerías que le daban a quienes se encontraban en esa situación. Él era agradecido con ello, decía entre susurros que antes de morir pagaría por todo lo que aquellas alma generosas hacían por él.

De vez en cuando, Anne pasaba por su habitación solitara, veía entre las rejillas de la ventana a Winona Ryder, desgastada por el tiempo.

Para cuando Gilbert Blythe salió de aislamiento, era una persona completamente diferente. Estaba con el rostro morado de tantos golpes por parte de los guardias, caminaba con las manos en los bolsillos y no dirigía sonrisas a nadie. Ni siquiera a Anne, el chico pensaba que lo mejor era alejarse. No quería que las personas que apreciaba pagaran por lo qué él había causado.

Maldito el día en que aceptó trabajar para el maldito de Phillips. Maldito una y mil veces.

Luego llegó octubre, noviembre se acercaba con rapidez. En enero Gilbert estaría en una verdadera prisión, también liderada por Phillips. Últimamente se estaba siendo miserable, que no valía la pena nada en la vida. Fue hasta una tarde en la que se avecinaba una tormenta que decidió hablar con Anne en la biblioteca.

–¿Cómo te sentirás cuando me vaya?

Ella nunca había pensado en eso. Frunció el ceño, tomó su mano.

–Te extrañaré cada día de mi vida, ni yo misma tengo idea de cuánto, pero sé que será mucho. Podemos escribirnos cartas, tener esperanza.

«Esperanza». Era eso lo que le faltaba. Volvió a sentirse triste, sin embargo, no dejó de hablar.

–¿Has escuchado de Zihuatanejo? Es un lugar en México frente al mar. Antes de morir, papá me decía que iríamos algún día ahí. Teníamos muchos sueños juntos...

–¿Gilbert? –Preguntó ella al ver que el muchacho tenía los ojos cristalizados– ¿Sucede algo?

–Anne, mi amigo y exsocio de la granja, Sebastian Lacroix, se ha encargado de guardar muchas cosas que me pertenecen, creo que no las voy a necesitar nunca más. Por favor, presta atención a lo que te voy a decir. Cuando salgas de aquí quiero que vayas a Avonlea, pregunta por la vieja granja de John Blythe y ahí te indicarán dónde está. Hay un huerto de manzanas tras la casa, cuando llegues verás un árbol gigantesco, está rodeado de rocas, busca la que se vea distinta al resto, es una bastante brillante, de color negro. Bajo ella hay algo para ti.

La mente de Anne no procesaba la situación.

–Pero, ¿de qué me estás hablando? ¿Que ocurre? Gilbert, por favor. Hablas como si nunca más en la vida nos vamos a volver a ver. ¿Eso es lo que pretendes? ¿Vas a terminar conmigo?

–Por favor, Anne, estoy haciendo lo más sensato que puedo. No te imaginas cuán duro será para mí el no volvernos a ver. Tengo la confianza en que tú saldrás de aquí muy pronto, por eso te confío todo eso.

Ella empezó a llorar.

–No quiero que nos alejemos.

Él tomó ambas de sus manos.

–La distancia podrá separarnos, pero el amor que siento por ti es más grande que todo, por favor, eres una mujer valiente, llena de vida y sueños. Puedes con esto y con todo.

–No, claro que no puedo –siguió llorando.

–¿Que pasó con la Anne que mandaría a los muchachos a golpearme? ¿La Anne fuerte que no le creía a nadie? De la que me enamoré, a la que amo, carajo.

Ella lo miró a los ojos. Él también empezaba a soltar unas lágrimas.

–Te amo de la luna a Saturno –le dijo ella–. Nunca había amado tanto a alguien.

–Ni yo –respondió. Lamió sus labios y la abrazó–. ¿Podrás con ello?

Ella asintió y le dio dos besos rápidos antes que la campanilla que anunciaba la cena los interrumpiera.

–¿No vas? –preguntó la pelirroja.

Él negó.

–Tengo que terminar unos trabajos para Phillips. Me reuniré con él en su oficina en unos minutos.

Anne sonrió entre lágrimas. Gilbert corrió hacia ella y la besó rápidamente.

–Te amo –le dijo.

Ella sonrió. Él se volvió a quedar solo en medio de las luces titilantes de la vieja biblioteca.

「𝐆𝐞𝐭 𝐟𝐫𝐞𝐞 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora