EN ALGÚN PUNTO DE 1942...
LA GUERRA SE RECRUDECE.
LA VICTORIA PARECE CADA VEZ MÁS Y MÁS LEJANA.
LA MUERTE ES LA ÚNICA COMPAÑERA DEL HOMBRE.
Hoy me han ascendido a standartenführer. Es un ascenso importante, que ha venido precedido –como no podía ser de otra forma– por una elegante cena a la que acudieron las más distinguidas figuras del partido.
Mi esposa se ha mostrado muy alegre durante la celebración. Ella, muy amablemente, ha dado la bienvenida en persona a Goebbels y a su familia. Sin embargo, por debajo de esa falsa sonrisa, no puedo evitar recordar que repudia la situación actual del Reich...: la guerra. Y pese a que le tengo prohibido decir cualquier blasfemia que manche los ideales del glorioso partido nacional socialista, la noticia de que partiré inmediatamente al Frente Oriental para combatir contra la amenaza bolchevique la ha hecho decir un par de tonterías ante nuestros hijos en la mesa.
Quiero entenderla..., pero en realidad no puedo hacerlo. ¿Es que acaso su preocupación por mi supera nuestra ética? ¿Es que acaso su amor por Alemania no es lo suficientemente grande? Detestaría que así fuera. La quiero demasiado como para llegar con un batallón de las SS a nuestra propia casa.
Luego de meditar aquello, dejé que ella volviera a donde nuestros hijos. Yo me dediqué a recibir al resto de los invitados y a tomar unas copas en compañía de algunos miembros de mi antigua unidad. El vino tinto que se ha servido proviene directamente de los territorios ocupados en Francia; ¡es el mejor vino del mundo!
Esa noche, el Führer no tardó en llegar. Era la primera vez que yo lo veía en persona, y quedé perplejo antes de gritar en voz alta "¡Heil Hitler!". Este hombre entre hombres ha levantado a Alemania de las cenizas; ha traído el respeto y la pureza a nuestra bella nación. Él, con su ingenioso intelecto, ha sometido a todos aquellos que han osado enfrentarnos por aire, mar y tierra. Ni Polonia ni Francia han podido resistir la aplastante maquinaria que este hombre ha forjado.
La Wehrmacht alemana: el Heer, la Luftwaffe y la Kriegsmarine; hoy es invencible gracias al Führer.
Si bien el Reino Unido es un grano en la nariz de todos los germanos, nuestros ingeniosos submarinos y sus valientes tripulaciones poco a poco están obligando a sus patéticos líderes y a sus ejércitos de tommies a buscar una paz desesperada.
Por otro lado, la URSS es una causa perdida: Stalin y sus lacayos no paran de enviar a sus hordas de salvajes de frente contra las ametralladoras de nuestras tropas. Aunque Moscú haya resistido la patada, nuestros hombres han vuelto a la carga y están aplastando a los soviéticos a lo largo del Don y hacia Rostov. Ucrania y Bielorrusia son nuestros; Leningrado no resistirá el acoso constante de la artillería alemana por mucho más tiempo.
Pronto ganaremos esta guerra y obtendremos nuestro bien merecido lebensraum por el que tanta sangre hemos derramado.
Los americanos han entrado en la contienda, y he de admitir que eso me preocupa un poco. Pero confió que no se repetirá el desastre de la Gran Guerra. Y la confianza que veo en el rostro del Führer me hace recordar que él nos guiará por buen camino hacia el ocaso de esta tormenta.
Mi esposa me observa a lo lejos mientras doy la mano al dios de la guerra. Y cuando vuelvo a verla, ella me da la espalda. Lleva entre brazos a nuestra bella hija, Eva, de cabellos color de miel y penetrantes ojos azules. Ella es mi princesa, mi motivación; por ella estoy aquí.
Y mi hijo, Alfred, de tres años apenas, también esta con ella. Estoy orgulloso de ser para él un ejemplo a seguir. Y me sentiré aún más orgulloso cuando crezca y se convierta en standartenführer, como su padre antes de él y mi padre antes de mí.
Cuando la fiesta termina y la mañana llega, mi hogar parece tan lejano. Me despido de mi familia mientras el tren echa humo y se aleja. Las lágrimas en el rostro de porcelana de mi mujer me hacen –por un breve momento– querer abandonar la causa y quedarme a su lado..., pero no puedo hacer eso; soy incapaz de hacerlo. Muchos ya han dado su vida por conseguir la gloria para el Reich. El sacrificio que yo haga no puede ser menos que eso.
Sé que, aunque yo muera y no regrese, mi esposa cuidará bien de mis hijos y les hará saber la valentía de su padre al embarcarme en esta honorable cruzada. Sé que cuando le entreguen mis hojas de roble y mi totenkopf envueltas en seda, ella podrá recobrar el orgullo por nuestra nación. Nuestra lucha –mi lucha– es por ella y por todos los alemanes. Por nuestra tierra, por nuestra patria, ¡por el futuro de Alemania! Un futuro libre de ratas judías, de farsantes gitanos y de primitivos bolcheviques.
Me pongo cómodo sobre el acojinado sillón. Y mientras veo pasar los árboles, las planicies y los campos por la ventana, doy un repaso al mapa de mi destino: Stalingrado.
"Esto será muy fácil".
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Standartenführer
Short StoryEn algún punto de 1942... La guerra se recrudece. La victoria parece más y más lejana. La muerte es la única compañera del hombre. ADVERTENCIA: Sin ánimo de ofender a nadie ni limitar vuestra lectura, debo decir que este relato depende mucho de su c...