Allegretto

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El frío mañanero era algo que le agradaba tanto a SunWoo. Despertarse, prepararse una buena taza de café y disfrutar unos minutos viendo los primeros tímidos rayos del sol asomarse por el horizonte era un espectáculo del que nunca se cansaba de presenciar. Aquella era su propia rutina para meditar antes de afrontar el día que tenía por delante y pobre la inocente alma que decida interrumpirlo de sus minutos a solas.

¿Siempre fue tan molesto y ruidoso el tono de llamada de su celular?

—¿Qué sucede? —Aunque intente sonar lo más amable posible, su voz rasposa por recién haber despertado y la forma inmediata de preguntar dejaba mucho que desear.

—Buen día a ti también, SunWoo —saludó la persona de forma sarcástica y tuvo que contener un gemido de molestia—. Me gustaría que pasaras por mi oficina cuando llegues al trabajo.

—Como usted mande, jefe.

Y deja de consumir tanto café si tienes problemas para dormir.

—Ya no tengo siete años, papá, sé cómo cuidarme.

—Lo sé y no por eso dejo de preocuparme —declaró con un tono sincero y a SunWoo se le encogió el corazón, su padre no era un hombre de mostrar sus sentimientos—. Pasa de vez en cuando por casa, tu madre y hermanos ya te extrañan.

—Ya los visitaré pronto, salúdalos de mi parte —se despidió cortando la comunicación.

Por mucho que pareciera que no, su relación con su él era muy buena siempre y cuando estuvieran fuera del trabajo, dentro del mismo sus caracteres colisionaban sin aviso previo.

Revisó la hora y se dispuso a terminar de alistarse antes de salir a tomar el tren. Acomodó su cabello, ajustó su corbata, tomó su maleta y se dirigió hacia las escaleras. Antes de dar el primer paso hacia el escalón, una voz a su lado lo sobresaltó.

—¡Buenos días! —saludó calurosamente un joven, parecía que rondaba por su edad, pero no preguntó nada y le devolvió el saludo de manera respetuosa— No te he visto por aquí, ¿eres nuevo?

—Sí, me mudé hace un mes —respondió y un silencio se instaló entre ambos.

Su descenso por las escaleras junto a esta nueva persona no fue incómodo. A pesar de sus respuestas cortantes (no es que quisiera ser irrespetuoso, siempre fue alguien de pocas palabras con personas que recién conocía), este inquilino no se mostró disgustado ni incómodo con la corta interacción que tuvieron. Ya le hubiera gustado nacer con una inteligencia social más desarrollada.

Al salir del edificio inmediatamente la brisa fresca lo saludó, recibiendo el placer de una agradable mañana de invierno, muy contrario al joven que estaba a su lado, quien no tardó en arrugar la nariz y encogerse dentro de su propio abrigo en un claro intento de refugiarse del clima.

Decidido a adelantarse, tomó unos pasos alejándose de la puerta rumbo a su trabajo, quería disfrutar un poco más la calma antes de llegar a la estación donde seguramente habría ya una muchedumbre esperando por el tren, pero para sorpresa y casi desconsuelo suyo, no tardó en notar una presencia muy cerca suyo. ¿Sería muy descortés de su parte dejarlo por detrás cuando iban en la misma dirección? ¿Debería empezar una nueva charla con aquella persona hasta que sus caminos se separasen? ¿Qué hubiera hecho HyunJae-hyung en su lugar? Muy seguramente preguntaría «¿qué estás haciendo?» con esa voz irritante que siempre usa para molestarlo.

—¿También vas hacia la estación? —se adelantó la voz detrás suyo haciéndolo girar.

—Sí, ¿tú también? —el contrario asintió, y como un pacto silencioso, ajustaron su velocidad para ir hombro a hombro.

Opus 27, n° 2 | ˢᵘᶰᵐᵒᵒᶰDonde viven las historias. Descúbrelo ahora