Capítulo 1: Estrella fugaz

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Harley

El agua de la bañera cubre mi cuerpo completamente, puedo ver como las pequeñas ondas de luz que se forman debajo del agua.
¿Cuánto tiempo llevo debajo del agua, 30 segundos, un minuto, toda una vida?
Al cabo de lo que creo que es una eternidad, me propongo a resurgir hacia el espacio con aire.
La tensión superficial del agua se rompe cuando la atravieso.
Ya no hay el silencio mudo que existe debajo del agua, solo se escucha la exorbitante música electrónica que se está llevando a cabo en el piso de abajo.

Por momentos olvido que estoy en una casa extraña con personas que no conozco ni una mierda.
Pero es lo común en este tipo de residencias estudiantiles. Los universitarios estudian durante el día y en la noche desahogan todas sus penas con el alcohol más barato y el sexo más estúpido.

Me levanto lentamente de la bañera, en un cuarto de baño que ni es mío. Aún sigo con mi ropa del día anterior, de la fiesta anterior.
A quien se le ocurre meterse a una bañera hasta el tope de agua con ropa puesta a las 3 de mañana.

Al parecer a mi y mi estúpida conciencia maltrecha, debe ser por la gran cantidad de vodka que he ingerido en las últimas horas lo que me han llevado a tomar está decisión tan idiota, o quizás fue el ataque de ansiedad que amenazaba salir hace unos minutos.

El vestido negro que llevo puesto se me ciñe al cuerpo de manera que parece como una segunda piel, mis medias altas aún siguen clavadas a mis muslos como estacas.
Mi maquillaje se ha corrido, y mi joyería rechina contra mi piel.
En esté estúpido baño, el espejo es demasiado grande como para dejar ver la desaliñada muchacha que está enfrente de el.

Mi cabello ha perdido su forma, esta mojado y cayendo como una cascada dorada en mis espalda.
Nunca me ha gustado mi cuerpo, demasiadas caderas, demasiado busto, brazos muy cortos y piernas muy largas, soy un puto esperpento.
Nunca logré tener el cuerpo de mis compañeras en la escuela, era muy altas y bronceadas, con el cabello hermoso y las caras de porcelana, pesando lo mismo que una lechuga, con sus culos y sus tetas de la misma dimensión de su cuerpo, nada desproporcionadas.

En cambio aquí estoy yo, viendo al fantasma que me regresa a ver desde el espejo. Está pálido, con las ojeras marcadas y el maquillaje corrido, con el cabello un desastre y el cuerpo deformado.
Desearía ser más flaca, más bajita, más bonita.
Desearía poder verme al espejo y aceptarme tal y como soy.

"Estás hecho un asco, solo mírate, estás muy grande, has subido de peso, tus tetas están demasiado grandes, por eso todo el mundo piensa que eres una puta" mi voz interior es mi peor enemiga, pero al menos no me miente como los demás, he estado acostumbrada toda mi vida, escuchando estos monólogos internos del infierno.
Tomo mis botas y mi bolso del piso, ni me molesto en secarme la ropa o el cabello.
Soy un puto trapo mojado caminando por la casa desconocida, donde recibo miradas, insultos y gritos porque voy dejando charcos de agua a cada paso.

Me vale una mierda lo que digan, estoy lo justamente borracha como para que me importe una mierda.

Una chica demasiado alta y robusta se me acerca, parece un puto armario de lo grande que está, lleva la mitad de su cabeza rapada y el resto pintado de un morado chillón, su cara es muy tosca y sus manos son del porte de mi cara, va vestida con el uniforme de rugby femenino de la universidad.

— ¿Y esta preciosura, de dónde salió? — dice como si alguien la estuviera escuchando, pero claramente es dirigido a mi.

Colliding stars: El viaje de dos estrellas solitariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora