Los carceleros se llevaron a Rhianny hasta una de las salas acondicionadas para torturar con la intención de interrogarla.
Según los informes que revisaron, la celda cuatrocientos dos no debería estar ocupada. Por ese motivo se sorprendieron al ver a la enigmática mujer tumbada cómodamente en el camastro y hablando pacíficamente con los demás prisioneros sin signos de incomodidad o desnutrición.
Era muy extraño. Lo habitual era perder prisioneros no que estos apareciesen de la nada.
Después de comentarlo con el brujo que llevaba los trámites de encarcelamientos, archivando cada nueva adquisición y seleccionándolas para sacrificarlas en ocasiones especiales según los poderes que pudiesen aportar, los carceleros aceptaron las sabias órdenes de su jefe.
"Cogedla, interrogadla y que nadie aparte de nosotros sepa jamás lo ocurrido"
Sus órdenes eran muy precisas, tenían que sacar a la mujer y torturarla hasta averiguar cómo había entrado en la mansión y cómo se había colado en los calabozos. Su presencia aquí era signo de debilidad en las defensas de la mansión.
Aprovecharon la ocasión y como costumbre en los últimos años, se burlaron del más famoso prisionero, legendario por su orgullo y por no haber muerto aún después de vivir en el infierno desde hacía tanto tiempo. Después la arrastraron hasta la primera planta del ala este, lugar donde se encontraban las ocho salas de tortura, antiguas habitaciones de los criados y que después de unas costosas reformas se acondicionaron para las vejaciones y las torturas que se llevarían a cabo en esos lugares.
Con el propósito de sonsacarle todo lo que supiese la encadenaron a una cruz de madera y cerraron las puertas de la sala, colgando el cártel de ocupado. Nadie entraría, a pesar de los gritos o maldiciones que se escuchase. Al ver el cártel colgado del marco de la puerta los que pasasen cerca sabrían que dentro se estaba llevando a cabo una "entrevista" muy especial y no debían ser interrumpidos bajo ningún concepto.
Bruce Clayton, jefe de la sección de encarcelamientos, esperó a que sus compañeros acabasen de encadenar a la prisionera antes de abrir uno de los cajones de la cómoda de madera negra y extendiese en una bandeja puesta frente a la prisionera los instrumentos que iba a emplear.
Tenazas, tijeras, astillas para las uñas de los dedos de las manos, alambre con púas para rodearle los brazos mientras tensase el cuerpo de la mujer con la rueda que había oculta detrás de la cruz, una barra de hierro con funda en el mango para marcar su piel tersa y un puñal de plata.
No se olvidaba nada.
Habitualmente los prisioneros cantaban todo en cuento les enseñaba el uso de dos de sus juguetitos, Bruce no creía que necesitase utilizarlos todos.
Gruñó ante el bullicio de sus compañeros. A él le gustaba trabajar en silencio. Se tomaba su trabajo muy en serio, por algo era el interrogador más eficaz del clan. Era capaz de hacer hablar hasta a los mudos.
Sus compañeros de trabajo no eran para nada como él. No soportaban el silencio y no podían reprimir las burlas y las amenazas contra los prisioneros, olvidándose que ellos podían llegar a ser algún día la presa de un cazador más poderoso.
—Lo pasaremos muy bien contigo.
—Sí, sí. Mi amigo tiene razón. Te ofrecerás a nosotros y nos suplicarás que te tomemos con fuerza.
Bruce suspiró.
Sus compañeros se emocionaban demasiado. Eran muy impulsivos. No comprendía como los pusieron a vigilar a los prisioneros teniendo un carácter tan explosivo, pero cuando quiso imaginárselos de caza, sintió escalofríos. Unos tipos tan ruidosos como ellos rebelarían la situación del grupo antes de conseguir rodear a la presa.
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Corazones oscuros
ParanormalEsta novela tiene años. La publiqué en el 2013 en Amazon. Fue una de las primeras que escribí junto a El guerrero de mi destino. También escribo como Azahara Vega y si os gusta la romántica paranormal os recomiendo que le deis una oportunidad a mi...