GEORGE R.R MARTÍN (PARTE 2)

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— La mejor fantasía está escrita en el lenguaje de los sueños. Es vívida como son los sueños, más real que lo real... por un momento al menos... ese gran momento de magia antes de despertarnos.

— Me levanto cada día y trabajo en la mañana. Tomo mi café y me pongo a trabajar. En días buenos levanto la vista y está oscuro afuera y todo el día se me ha ido, y no sé cómo. Pero también hay días malos. Cuando me atoro y sudo y en media hora solo he escrito tres palabras. Y pasa medio día y he escrito solo una oración, así que dejo de trabajar y me pongo a jugar en la computadora. Ya sabes, a veces te comes al león, pero otras el león te come a ti.

— Soy un fiel creyente en contar historias mediante un limitado punto de vista en tercera persona. He utilizado otras técnicas durante mi carrera, como la primera persona o el narrador omnisciente, que odio realmente. Ninguno de nosotros tiene un punto de vista omnisciente; estamos solos en el universo. Escuchamos lo que podemos escuchar, somos muy limitados. Si un avión se estrella detrás de ti, puedo verlo pero tú no. Esa es la manera en que percibimos el mundo y quiero poner a mis lectores en la cabeza de mis personajes.

— No escribo los capítulos en el orden que debían ser leídos. Los intercambio. Cuando estoy en una época Tyrion escribo cuatro o cinco capítulos de Tyrion hasta que alcanzo un punto de paro o algo así. O me doy cuenta que me he adelantado demasiado con Tyrion y que debo escribir de otros personajes. Y regreso, y cambio a Arya o Sansa o algo por el estilo. Siempre es difícil cambiar de equipo, porque los personajes tienen voces muy diferentes y distintas maneras de comprender el mundo. He estado escribiendo torrencialmente y haciendo muchas páginas cada día, y al momento que cambio de personaje, ese primer día es como «Oh, Dios, tengo que leerme estos personajes de nuevo. Sansa suena como Tyrion y eso no es bueno». Tengo que leer sus capítulos y convertirme en Sansa.

— Para meterme en la piel de los personajes, tengo que identificarme con ellos. Eso incluye los que son unos completos bastardos, asquerosos, retorcidos, profundamente afectados seres humanos con serios problemas psicológicos. Incluso con ellos. Cuando me meto en sus pieles y veo el mundo a través de sus ojos debo sentirlos un poco –si no es simpatía, cierta empatía con ellos–. Debo tratar de percibir el mundo como ellos lo hacen, y eso crea cierto afecto hacia ellos.

— Admiro a Tolkien profundamente. La batalla entre el bien y el mal es un gran tema para cualquier libro y principalmente para los autores de ciencia ficción y fantasía; pero creo que últimamente la batalla entre el bien y el mal está sopesada dentro de cada corazón humano y no necesariamente entre un ejército de gente vestida de blanco y otra de negro. Cuando veo el mundo, me doy cuenta que la mayoría de los seres humanos que respiran son grises.

— No me gusta el punto de vista estrictamente objetivo (en el que todas las acciones de los personajes se describen en tercera persona, pero nunca sabemos en qué están pensando), que es de una técnica mucho más cinematográfica. Algo escrito en tercera persona, de manera objetiva, es lo que la cámara ve. Porque al menos que estés haciendo un «voiceover», que es tremendamente torpe, no puedes escuchar las ideas de los personajes. Por eso, dependemos de las pistas que dé el director y ofrezcan los actores. Yo puedo, de hecho, escribir «–Sí, confía en mí –mintió», pero es mejor meterse en la cabeza de los personajes.

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