Première partie

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Eran las 10:46 am de un cálido jueves, todos nos encontrábamos atentos a la clase de gramática y redacción cuando tu persona interrumpió la atmósfera del salón.

Alto, de ojos verdes aceituna y una piel tan blanca como la tundra.

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—Niños, por favor dejen de escribir. Tengo que darles un anuncio —dijo la maestra, caminando apresuradamente a la puerta del aula para hacerte pasar.

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Todos dejamos nuestra pluma, expectantes y ansiosos ante tu misteriosa llegada. Las más bellas chicas del salón no tardaron en acomodar su pelo y verse a través de su espejo de bolsillo; ellas ya tenían planes para ti.

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—Bue... Buenos días... Mi nombre es André, soy intercambio Francia, y espero que llevar to... espero todos llevemos bien —"corregiste" apresurado, tu rostro totalmente ruborizado y tus manos temblorosas. Era claro que el español no era tu lengua materna.

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El salón solo pudo hacer algo; y fue reír a todo pulmón. El verte ahí, parado como un poste; inmovilizado por la pena y el miedo al rechazo solo pudo despertar un sentimiento en mi:

ASCO

No soportaba tu rostro, ni tu voz, ni tu presencia. El pensar que llegaba un güerito a la escuela, un niño rico, una cara bonita cuyo miedo se transformaría en superioridad al cabo de unas semanas... Me provocaba repelús, se me revolvían las entrañas y mi sangre hervía.

tu simple existir
me enervaba

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—Hmm... No hay asientos... Niños, levanten la mano quienes NO tengan compañero de banca —exclamo la maestra al darse cuenta de la ausencia de bancos libres.

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Fue a regañadientes que levanté mi brazo, esperando que alguien más lo hiciese. Como si de una comedia barata llena de clichés se tratara, era yo el único que no tenía un compañero al lado.

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—¡Perfecto! Andrés, siéntate con tu compañero. Anon —dijo ella, refiriéndose a mi— por favor, explícale lo que sea necesario.

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Sin ninguna queja obedeciste a la profesora, acercándote así lenta y tímidamente al escritorio. De la misma manera, tomaste asiento. Rápida y silenciosamente sacaste tus útiles: una pluma, un cuaderno de pasta dura y un lápiz del número dos.

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—Me llamo André, es un gus... —con la cabeza caliente y el humor por los suelos te respondí.

—Lo sé, todo el salón te escuchó, no necesitas repetírmelo —creí que el hablarte mal te alejaría de mí. Parece que era todo lo contrario.

Why me?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora