Hace mucho tiempo cargo con la idea de estar enamorada. Tengo todos los síntomas; falta de concentración, enrojecimiento espontáneo, pensamientos absurdos y sueños que al despertar me dejan todo el día encerrada en un mundo de fantasía.
Me gustaría pensar que tengo una sobredosis de idiotez. Sería más fácil de tratar que un corazón con sentimientos sobresaltados, o un corazón triturado en mil partes diminutas. Pero mi realidad es que estoy definitivamente enamorada. Mi cuerpo se encoge de solo pensarlo. Y ahora mismo no sé cómo actuar o qué emociones hacen parte de todo este lío. No quiero averiguarlo; soy una chica naturalmente tímida, lo que me hace cobarde. Así que, tomar riesgos está en mi interminable lista de prohibiciones. Bueno, no por mucho tiempo.
Aún así, acercármele solo significa la palabra riesgo. Ella realmente me aterra, de la manera mas hermosa, pero me aterra. Es un miedo que corre cálido hacia mi interior, y me hace adicta a la sensación electrificante que deja al pasar. Pero mi cabeza reacciona como una máquina imparable de tortura, creando escenarios que no existen ante el miedo que me provoca. Y el pánico sube de prisa a mi cabeza e imagino, en contra de mi voluntad, todas las palabras que podría usar para rechazarme, llenando sus ojos con desdén y alejándose de mí muy sutilmente.
De ser el caso, cavaría con mis propias manos un pozo sin fin para despedirme de mi dignidad.
—¡Aaaaah!— digo mientras continúo girando en mi cama, poniendo la almohada sobre mi rostro, simulando un grito desesperado.
El reloj de mi habitación sigue su curso avisándome que ya casi es media noche. Y no he podido cerrar mis ojos para dormir, hay una película borrosa pasando sobre ellos. De una invención de todo lo que deseo que suceda este año. Siendo esta, tan cautivadora, que pone todas mis expectativas al tope. Porque al fin me he decidido, después de largo tiempo acumulando toda mi valentía, a quebrar mis límites. Hice planes y muchos de ellos se llaman Mei. Por eso estoy inquieta, mañana regreso a la escuela, el último año, la última vez que evado mis sentimientos por ella.
...
He estudiado toda mi vida en una escuela donde solo asisten chicas. Oh sí, es toda una fortaleza femenina, me siento tan segura y orgullosa estando allí. Es un lugar muy renombrado por su excelencia, una institución siempre posicionada entre las mejores. Sin embargo, a sus alrededores, la gente siempre rumorea que no se sale de este lugar únicamente graduada con honores y una increíble referencia académica, sino que también con una indudable homosexualidad.
Hay un poco de verdad en esto. Para mi fue inevitable enamorarme de otra chica, y el hecho de estar rodeada por ellas, una gran porción de tiempo en mi día a día, no fue el detonante principal.
Puedo recordar estar en primaria la primera vez que la vi. Hace siete años, en cuarto grado.
Ella estaba un grado más arriba que yo. Llevaba puesto el uniforme que usábamos para los días de deporte, y su largo, castaño y ondulado cabello iba atado con una liga blanca.
—¿Por qué están hablando tanto de ella?— surgió mi duda después de escuchar a mis compañeras de clase lanzar burlas, acompñadas por carcajadas, al mismo instante que Mei apareció a mitad del patio los primeros minutos del receso.
—¿De quién?— dijo Maddie mientras miraba distraída a su alrededor.
Tomé la cabeza de Maddie entre mis palmas y la giré bruscamente en dirección a Mei.
—No sé que quién es. Las demás niñas dicen que es diferente, que no es una de nosotras.
—¿Diferente?— fruncí mi frente como si de esta forma pudiera entender mejor la respuesta de Maddie.
—Ya sabes, que parece un chico.
Maddie mantiene siempre la misma expresión, aparentemente nada la toma por sorpresa. Es muy reservada, con faccines serias.
—¡Ja, ja, ja! No parece un muchacho— respondí.
—¿Sabes? Tampoco entiendo porque lo dicen.
Maddie se levantó de la banca donde estábamos sentadas, sacudió y acomodó un poco su falda. Luego tiró de mi muñeca derecha haciéndome parar de un ligero salto. Caminamos juntas unos cuantos pasos hasta estar a pocos metros de Mei.
—Las otras niñas dicen que tiene voz de muchacho, y que siempre se sienta y posa como uno. Además de que parece un milagro no verla usar el uniforme para deportes. Quiero que vayamos a ver si es cierto.
Continuamos caminando hasta pasar por detrás de Mei.
Escuché su voz y luego su risa. No sonaban exactamente como las de un chico, eran un poco mas graves y maduras que las de cualquier otra niña de 10 años. Su postura se veía un poco cansada, con hombros caídos y flojos.
—Su voz es un poco diferente pero su postura se parecre a la nuestra cuando estamos cansadas. A veces me cuesta mantener mi espalda recta y mamá me regaña por eso— susurré a los oídos de Maddie encogiendome de hombros—, y usar falda a veces es incómodo ¿No lo crees?
—Pues sí— dijo Maddie.
—¡Mei!—gritó muy entusiasmada una niña, acercándose rápidamente a darle un pequeño beso en su mejilla.
—Mei— repetí—, parece ser alguien muy divertida, también amigable— dije mirando con sorpresa a Madeleine. Ella solo asintió.
De un segundo a otro se hallaba rodeada por un grupo grande de niñas, todas parecían disfrutar de las palabras que dejaba escapar por su boca. Hablaba muy animada moviendo sus manos de un lado a otro sin dejar de sonreír. Y a pesar de no entender nada de lo que decía por tanto bullicio a su alrededor, deseaba acercarme y oírla atentamente sin perderle de vista. Ella era como un imán.
Madeleine y yo dimos la vuelta para regresar a la banca y terminar el receso, sentadas tranquilamente. No hablamos de ella e hicimos de oídos sordos a los comentarios que la nombraban.
No supe nada más de Mei desde ese día. Tal vez la olvidé, pero no esa agradable sensación que dejó grabada en mí.
Vuelvo a encontrarla dos años después, en mi primer día de primero de secundaria. Apareció de repente sentada a mi lado, no muy cerca, pero sí lo suficiente para saber que era ella; había cortado tanto su cabello que era casi irreconocible. Pasó de estar a la altura de sus caderas, a estar al mismo nivel del lóbulo de sus orejas. Tenía un flequillo ladeado que destacaba las dulces marcas de color miel en su iris. Enmarcó una sonrisa tímida, elevando su mano de forma ligera para darme un saludo. Hice lo mismo, un poco nerviosa. Su actractivo me golpeó sin aviso, tan fuerte que no dejé de mirarla todo el dia.
Supe que Mei haría por segunda vez su primer año, y que desde ese momento compartiríamos el mismo salón de clases. La fuí conociendo cada día que pasaba, su personalidad intelectual y extrovertidamente pacífica, me resultó aún más atrayente que su delicada y pálida imagen. Nos llevamos bien, no tanto como para hacernos amigas, pero nuestras pláticas e interacción mínima me fueron sumiendo poco a poco en su encanto. Fue como hundirse lentamente en agua tibia, de un sabor dulce que al paladearlo de más tiene sabor amargo.
Me enamoré, sin darme cuenta, sin que ella se enterera. Y hoy muero de miedo y de ganas por decírcelo.
ESTÁS LEYENDO
Una carta para Julieta
Teen FictionDejando atrás sus propios límites, Julieta se ha decidido a conseguir el amor de Mei. Sin imaginar, que después de lograrlo, ella rompería su corazón. Y que el miedo las perseguiría incansablemente hasta encontrar un final.