Oscuridad

15 1 0
                                    

He perdido la cuenta de los días que he pasado completamente cubierta de suciedad y malas miradas, ya no soy la misma que miraba el mundo con ojos de bondad o que se ilusionaba cada vez que el sol se ponía. El hermoso y majestuoso cielo hace que me sienta como un pequeño grano de arena. Cuando la tristeza te atrapa no hay forma que puedas escapar de ella, se hace presente cada mañana cuando intentas levantarte, o cuando vas de vuelta a casa después de un largo día de universidad. Ella está ahí para hacerte pedazos sin importar nada más, o al menos eso es lo que yo creía, hasta que luego de un año luchando con aquel sentimiento, me dejé vencer; yo misma me había derrotado y fue entonces cuando comprendí que la pena y la ansiedad estaban aquí para ayudarme, para hacerme entender que triunfar no significa más conquistarse a sí mismo y que para ello es necesario ser sensatos y aceptar la realidad tal como es. Viví el mayor de mis miedos, lo cual no significaba que lo hubiera enfrentado, todo ese tiempo había ocultado mis emociones y ya era tiempo de hacerse cargo.

Una persona que no tiene idea de que es sentirse feliz, un ser humano que ha sentido el olor de la muerte en cada célula de su piel...¿Es difícil? lo es, nuestro mayor juez es nuestra propia mente, ella se encarga de recordarnos todas y cada una de las mierdas que cargamos, ella nos hace darnos cuenta de que tan sucios estamos.

 —Hija, deja de ver hacia la nada —  su voz sonaba tan triste que ni siquiera pude responderle en su momento. 

Dicen que las personas que parecen completamente normales y felices son las que llevan consigo una gran oscuridad. Mis lágrimas se deslizan libremente por mis pómulos y mojan la delicada pijama que separa mi cuerpo del muro del balcón, el estacionamiento está completamente desierto, mi mirada esta completamente perdida en la nada.

 —A todos nos parten el corazón, ¿crees que yo no sufrí por amor? — Su quebrada voz hizo que mi piel se helara y que otra grieta se abriera dentro de mi.

— Entra —  hablo al no obtener respuestas de mi parte — Harán la ronda pronto y deben encontrarte en la camilla.

Ella solo me observa mientras repito la misma acción desde que entré a la clínica (guardar silencio y dejar escapar lágrimas para aliviar el vacío que se siente dentro de mi pecho).

Aunque no quise admitirlo, el dolor me devoraba poco a poco cada día, pero en el afán de seguir adelante y ''triunfar'', seguí con mi vida haciendo de tripas corazón, con la furia de un dolor que a ratos me impedía incluso respirar, como si un par de manos invisibles oprimieran mi garganta sin dar tregua a aquella fortaleza que tanto admiraban todos aquellos que me rodean. Sin embargo, en algún momento todo corazón roto queda al descubierto; mi madre, aquella mujer que lucho todos los días de su vida por mantenerme segura y feliz, se marchó a otro lugar, cambió de cuerpo, quizás estaba más cerca de lo que yo imaginaba.  Nunca me detuve a ver su sufrimiento, a ver el daño que yo le ocasionaba con mi silencio, ella no tenia idea de las cosas que habían pasado.

 —Ella es Saturnia —la mujer vestida de enfermera habla —Presenta un cuadro de intoxicación por fármacos, ingirió un número aproximado de 38 pastillas entre ellas metocarbamol y  clonancepan, también por su vía oral tomó un raticida. Le hicieron un lavado gástrico con carbón activado en un primer nivel, ya en segundo se le realizaron hemogramas y parciales de orina; no se encontró nada extraño, para descartar el daño de algún órgano la trasladaron hasta aquí donde duró tres noches y dos días en UCI y efectivamente, no tenia ningún tipo de sustancias tóxicas en su organismo, está esperando la valoración por psiquiatría.

Los días se convirtieron en la misma monotonía, cada par de horas entraban a darle medicamentos a mi compañera de cuarto y yo me distraía viendo por la ventana, no tenia conciencia de las lágrimas que abandonaban mis grandes, tristes y oscuros ojos, no había nada que anhelara más en esos días que a mi peluche, a mi percefalo, el también conocía esta faceta que yo no le mostraba al mundo, el sabia que era lo que mi ser había guardado por tanto tiempo, entonces lo sentí...Dos grandes y suaves brazos me rodearon y una voz desconocida susurró en mi oído:

 —Él ya te perdonó por lo que intentaste hacer, las cosas van a mejorar, a ver muéstrame una sonrisa .

No la conocía, ella vestía de blanco y ese gesto que tuvo conmigo terminó de desmoronarme, mis ahogados sentimientos estaban por salir a flote y yo no podría permitirlo, mi armadura estaba completamente oxidada, en medio del llanto una pequeña pero muy sincera sonrisa se formó en mis labios, sabia que está era yo, que aun seguía con vida a pesar de las cosas que me había hecho a mi misma. 

 Cuando la mujer abandonó la habitación, me decidí, si quería salir de ese lugar debía poner de mi parte, los ojos tristes y decaídos de la mujer que me trajo al mundo me observaban, entonces después de mucho tiempo. Sonreí.

¡RELATOS DE UNA SUICIDA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora