Desenfreno

15 1 1
                                    

Rojo.

Rojo es el color que tiñe el piso luego de que mis llagas me enseñen como se puede drenar toda la sangre que hay en mis muñecas; el dolor no existe, la adrenalina recorre cada uno de mis músculos, mi débil cuerpo no se mueve, mis lágrimas dejaron de salir, una estúpida sonrisa de suficiencia se apodera de mi rostro, levanto mi vista al cielo, las palabras no salen de mi garganta, mi cerebro no entiende lo que ocurre, mis pupilas empiezan a dilatarse...entonces, la veo. Su silueta se acerca a mi y susurra en mis oídos las palabras que menos quería escuchar, los sollozos se hacen presentes en mi ser.

- ¿Acaso piensas que Esparta se rindió ante Atenas?- su pregunta me toma por sorpresa.

-Dime si es eso lo que piensas- La autoridad con la que su voz sonó hizo que cada célula de mi piel se tensara.

- Yo...yo...yo estoy expuesta, no tengo armadura- siento vergüenza incluso de admitir que estoy completamente derrotada por mi enemigo.

El dolor, la oscuridad y la culpa son un gran detonante para cualquier ser, son una herida que a pesar de que no se ve nunca para de sangrar y se encarga de acabar con todo lo bueno que existe en una persona.

La mujer que se convirtió en mi ángel de la guarda desde hace mucho, la cual me hace saber cuando me estoy equivocando, no recuerdo su rostro, pero su suave y autoritaria voz se ha convertido en mi refugio desde hace mucho tiempo, la silueta de mi difunta abuela es mi abogada en el juicio de mi conciencia.

- Saturnia, ¿crees que Esparta se rinde?- suelta un suspiro y yo la observo confundida

-Todos los grandes guerreros sufrieron una derrota en alguna tapa de su vida; Esparta también tuvo derrotas, incluso Leónidas fue derrotado en el campo de batalla, pero con cada derrota perfeccionaron su estrategia, aprendieron como ponerse de pie y seguir luchando.

Las palabras se repiten en mi mente, ¿Qué estoy haciendo? esto no soy yo.

-Una joven que es capaz de manipular la mente de todas personas que la rodean no debe caer ante algo tan absurdo- la molestia era clara en su voz- Saturnia, tú fuiste capaz de crear la armadura más poderosa de todas, ocultaste tu dolor y te convertiste en una guerrera espartana, la armadura sigue estando intacta, debes pulirla, tus lagrimas serán la mejor de todas las ceras.

-Abuela, ¿en verdad crees eso?- Mi pregunta hace que su expresión se suavice.

- Mi querida niña, no lo creo, ya lo he visto.

Frío, siento mucho frío y un cálido tacto en mi frente. Entreabro los ojos lentamente intentando acostumbrarme a la luz, las cálidas manos de mi madre están posadas en mi rostro limpiando las gruesas y saladas lágrimas que se escapaban de mis grandes y oscuros ojos. No puedo evitar sonreír, observo cuidadosamente a mi alrededor, el balcón esta completamente despejado y solo, a pesar del frío que siento, tengo la necesidad de asomarme y dejar escapar un suspiro, sigo con vida, no has podido conmigo puto mundo corrupto y lleno de injusticias. Mis pensamientos hacen que mi sonrisa empiece a sonar entusiasta, desde que llegué a este lugar me había dejado torturar por mi conciencia. El sonido de la rechinante puerta hace que mi sonrisa se ensanche aun más, es hora de la ronda, al igual que todas las noches mujeres vestidas de enfermeras entran a la habitación tomando nuestros signos vitales y deseándonos pronta mejora, a mi casi nunca me hablan, solamente se limitan a dictar mis antecedentes y a narrar sin excepciones mis acciones, "Ella es la chica que se intento suicidar" la frase siempre es la misma, parece absurdo pero cada vez que la mencionan ocasionan que algo en mi pecho se llene de odio y rencor, las personas como yo somos propensas a sufrir mucho, incluso derrumbarnos por dentro pero nunca diremos que es lo que en realidad pasa por nuestra cabeza.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 27, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

¡RELATOS DE UNA SUICIDA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora