2: Dudas y, ¿cortes?

570 80 15
                                    


—¿Crees que esto tenga calorías? —preguntó Natasha al revisar un paquete de algo que claramente tenía calorías, pero como la espía era terca como mula, seguía checando.

—Yo digo que solamente te lo comas, te lo zampes en la garganta sin pensarlo, porque por pensar siempre se arruinan las mejores cosas —dijo Anya, comiéndose un helado sola—. Además, después haces tu Rutina Mortal y es como si no hubieras comido nada. O al menos ese es mi mantra. Sino me hecho a llorar por verme tan mal.

Natasha alzó una ceja.

—¿Quién te dijo que te ves mal?

—He subido de peso ahora que con Bucky estamos juntos. Él no me obliga a comer, pero es lo único que puedo hacer ahora que me quedo en la base. Ya que él sale con el sermón de abuelo-veterano-de-guerra, que sí es, pero siendo tan caliente y joven le quita lo místico, sobre que hará mis misiones porque no quiere que me pase nada.

—Típico de hombres —rodó los ojos. Y tardó en darse cuenta, porque cuando la volvió a mirar, Anya ya iba por los quince segundos—. ¿Y tú te dejas?

—Es muy convincente. —se echó una enorme cucharada de helado a la boca.

—Qué débil eres, Anya.

—Es su discurso de veterano, deberías escucharlo. Haría lo que sea por él cuando pone esa voz, hasta dejar mis réplicas por el matrimonio.

No eran exactamente réplicas, como decía, porque Anya amaaaaaaba exagerar las cosas. Eran más bien conversaciones o indirectas hechas por Bucky en Modo: anciano honorable, en momentos en los que ella estaba con la guardia baja, como cuando terminaban de tener sexo o colgando de una cornisa en una de sus misiones.

Pero bueno, Bucky quería casarse, y siempre se lo decía.

Y Anya... era estúpida, muuy estúpida. Siempre quiso ser llamada Señora Barnes, ha pensado en usarlo hasta de nombre en twitter y publicar fotos de Steve para vender. Usaría el Señora Barnes hasta cuando encarga Starbucks.

Sin embargo, le ha hecho el quite.

¿Por qué?

No lo creía prudente aún. Eran jóvenes, tenían toda una vida por delante. Además, desde que se hicieron oficialmente pareja, han pasado solo un par de meses. Necesitaba más tiempo.

Era cierto cuando decía que era reacia a los compromisos.

Pensar en casarse simplemente la hacía entrar en pánico.

¿Esa vez, en la cornisa? Pues se desmayó de las ansias.

No tenía idea de cómo estaba viva... o sí, Bucky, su héroe. ¡El que lo provocó!

—Eres una tonta.

—¿Me lo puedo tatuar? —se echó otra cucharada de helado.

—¿Y si quedas embarazada?

—Natasha, por el amor de Dios, que estamos en una relación, la primera oficial después de años de insinuarnos, separarnos, odiarnos y de nuevo insinuarnos. Somos jóvenes, tenemos misiones, ocupamos nuestra energía para otras cosas... los niños después, ¿sí? No traigas mal augurio. ¡Además aún encuentro la palabra hierbabuena... —se rió—... graciosa! ¿Qué niño querría una madre así?

La puerta de la sala común hizo un ruido, avisando que alguien había llegado. Y su cuerpo le avisó quién era, por la voz que dijo:

—Cualquier niño tendría la suerte de tenerte como madre.

Anya alzó la cuchara.

—¡Voy a ponerle una palabra clave a mis ataques de estrés: clítoris! —y supo que él se había sonrojado—. ¡Para que te plantees bien hablarlo!

—Buckyyyy. —dijo Natasha y le sorprendió oírla practicamente ronronear.

Oh, no, ella no hizo eso.

Qué tóxica se había vuelto... pero era Bucky.

Así que se giró y... abrió la boca, también ronroneando. Porque era Bucky.

—¿Bucky? —preguntó Anya, anonadada—. ¿Qué... qué le ocurrió a tu cabello?

—Me lo corté —dijo como cosa obvia, pasando una mano por su nuca, se notaba algo tímido con respecto a ello—. Tenerlo un poco largo me molestaba, estaba empezando a crecer mucho, así que le pedí a Wanda que lo cortara todo.

Ella lentamente comenzó a reír.

—De todas formas te ves bien. Incluso si tienes una bolsa en la cabeza te ves sexi.

Él sacudió la cabeza, avergonzado por sus cumplidos. Cosita.

—¡Guapo! —gritó Anya cuando Bucky se alejaba. Pudo notar su sonrisa antes de que le diera la espalda—. ¡Delicioso! ¡Tienes un buen culo, soldado! ¡Ven y sé mi misión! ¡Serás lo que le pida a Santa para Navidad! —Natasha se echó a reír por la pareja—. ¿De qué panadería te escapaste, bizcochito?

Internamente ella estaba llorando. ¿Por qué? ¡¿Por qué demonios se cortó el cabello?!

¿Por qué, Jesús?

¡¿Qué hizo ella para merecer esto?!

Ah, ya, se acordó. Lo ha rechazado muchas veces.

Mierda.

Quizá, se replantee la idea...

WINTER ART (ESCENAS EXTRAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora