"Hoy empieza un nuevo día para para mí en Ecomoda, el primero de treinta días sin él. Espero que cada día que pase se vayan desvaneciendo los deseos de verlo, sólo ruego que para cuando él regrese, las cosas hayan cambiado, que yo no sienta su ausencia y que él desista de tratar de convencerme de que me ama.
He sufrido horrores pensando en que se hubiese dado cuenta de que me fui con Daniel Valencia, pero cada gota de adrenalina valió la pena al pensar que así fue. Sé que Daniel Valencia sólo busca ponerme de su lado y aún así no me arrepiento ni un poco de lo que pasó.
En este íntimo cuaderno plasmo un suceso que espero permanezca en secreto, no imagino lo que pasaría si esto llegase a oídos de don Armando, me desespero al pensar que no puedo escribir un sólo renglón sin mencionarlo, él vuelve a mi siempre, tal vez la decepción de sus engaño me despertó de la burbuja de mentiras en la que viví por tanto tiempo pensando en que su corazón me pertenecía, pero él llega a mi de forma perpetua, tal vez no siendo la personificación del amor como alguna vez lo vi, sino como la añoranza de amarme y ser olvidado, alguna vez él representó mis sueños y ahora no es más que mis noches de melancolía.
Deseo que cuando vuelva a verlo, lo vea como algo que pasó, y que murió, y que no me inquiete más su cercanía."
El bolígrafo danzaba por el papel inmortalizando mi sentir con respecto a lo que ocurrió hace menos de doce horas, la tinta me embriagaba levemente estando formada con mis sensaciones, temores y ensoñaciones, siendo todos estos abandonados en aquel diario que guardaba mi vida.Liberaba el calvario de mi alma rota y mi conciencia poco intranquila, a pesar de dejarme caer en las páginas vacías esperando mancharse con mis tragedias, dudaba de la veracidad de mis escritos por varias razones.
Era imposible el haber estado en la cama de Daniel Valencia tanto como lo era la falta de sentimentalismo hacia las palabras del doctor Armando. Simplemente sentía extrañeza al pensar en que no contemplaría de lejos la complicidad que compartía con Mario Calderón, la falta de costumbre a estar lejos de él me atormentaría, pero no de la forma en que alguna vez pensé, cuando él era mi mundo entero, y yo nada más que su asistente poco agraciada. En este momento me doy cuenta de que soy perfectamente capaz de vivir sin su sonrisa, sin sus ojos y sin sus falsas palabras que de ser reales podrían volverme a la vida.
No podría morir de amor aunque así lo quisiera, tal vez el café amargo tendría el sabor de sus labios y podría sentir lejanamente el aroma de su colonia en mi saco al caer la tarde, pero aprendí a amar mis cicatrices y tengo la aptitud para coexistir por mi cuenta, sintiendo suficiencia con el sabor de mi labial en vez del de su boca y podría relajarme con cualquier canción sin imaginar su risa de fondo, e incluso ser complacida por alguien más, no sólo en el ámbito sexual, sino que la sonrisa de otra persona podría llenarme aún más que la suya, tal vez mi propia sonrisa sea la que deba hacerme feliz, aunque para estar alegre deba recordar los momentos que compartí con él.
Sentía extrañeza, pero ya no sentía dependencia hacia su falso amor.
Solté una risa liviana únicamente para no colapsar en una crisis contradictoria, la nostalgia me invadía al recordar que era él quien se sentaba en esta silla presidencial mientras yo soñaba con amarlo desde mi oficina, levanté incómoda mis brazos antes puestos en el escritorio recordando la vez en que interrumpí su caluroso encuentro con doña Marcela, esta pieza de madera lo tendría mucho más presente que yo. Increíblemente jamás le presté demasiada atención a su actitud para conmigo antes de usarme de la forma tan cruel por la que aún me torturo.
Tortura.
Daniel Valencia torturó mi juicio la noche anterior, y aunque debería sentir por lo menos un poco de remordimiento, no lo hago, después de todo mi papá estaría avergonzado de mis acciones, su rectitud le impediría comprender lo que pasa por mi cabeza, y el arrepentimiento no es una de ellas, pero ¿Qué más da? Soy una mujer adulta que debería empezar a comportarse como tal, quizás debería dejar de cuestionar mis decisiones en relación a lo que mi papá pensaría, yo no soy él, y no quiero seguir sus doctrinas.