Prólogo-F.A.M.A

103 4 0
                                    

Gente coreando tu nombre.

Gente deseando ser como tú.

Gente admirándote.

Gente juzgándote.

Gente controlándote.

Gente odiándote.

Gente creyendo conocerte.

Así es la fama. Todos deseamos alcanzarla, y, una vez que lo hacemos, nos arrepentimos. Tiene sus cosas buenas, claro está, pero también sus cosas malas.

Muy malas.

Por ejemplo, careces de vida privada. Vayas donde vayas, tienes cientos de objetivos apuntándote. Tienes a muchísima gente reconociéndote por la calle. Tienes a miles de personas diciendo como deberías vivir tu vida.

¡Cállate, cabrón, no me conoces!

Ah, sí, esa gente que se cree con derecho a opinar sobre la vida de alguien después de ver una entrevista o leer un artículo en alguna de las muchas páginas basuras que hay por Internet.

¿Que por qué digo todo esto de la fama?

Porque me está matando. Está acabando conmigo.

Yo, a los dieciséis años, al cruzar por primera vez las enormes puertas de cristal de aquella discográfica, era un chaval con una guitarra, buena voz y ganas de escribir y tocar rock.

Ahora, soy un tío de diecinueve años con una vida de mierda.

Sí, canto lo que quiero. Sí, gano mucho. Sí, me gusta mi trabajo. Sí, me gusta actuar delante de miles de personas, sentir que pertenezco a un lugar, que hay gente que me "entiende".

No, no me gusta que me controlen. No, no me gusta el tener que chutarme drogas diariamente, cada cual con un efecto peor que la anterior, para sentirme libre. No, no me gusta desplomarme en los escenarios a causa de una sobredosis.

Con las drogas intentas reparar un corazón roto, al menos en mi caso. Te hacen volar, te hacen olvidarte momentáneamente de todo lo que ocurre a tu alrededor. ¿Pero qué pasa después? Te despiertas, tirado en el suelo, con cara de mala hostia, y, seguramente, bañado en tu propio vómito.

Es repugnante. Pero lo necesito.

La fama, para mí, ha sido una bendición y una cruz.

Gracias a ella, he podido viajar por todo el mundo.

Gracias a ella, casi muero.

Gracias a ella, he conocido a gente increíble.

Gracias a ella, me estoy ahogando, mientras veo como todos los demás respiran.

Gracias a ella, puedo hacer lo que me gusta.

Gracias a ella, tengo que hacer cosas que detesto.

¿Alentador, eh?

Bienvenido a la cabeza de Evan Ross, compañero.

F.A.M.ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora