une: des imbéciles au cœur sensible

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uno: tontos con corazones sensibles.

uno: tontos con corazones sensibles

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Choi San.

Era imposible hacer que mi corazón se esté quieto cuando veía a ese ser centellando como estrella en medio de la oscuridad del cielo extenso. A mis ojos no se les escapaba ningún movimiento, por más mínimo que sea, allí estaba yo siguiéndolo con el lente de la cámara, captando, tomando. Guardando eso en mi memoria y luego imprimiéndolo en papel liso para que cientos de personas le vean.

Cuando las luces del escenario se centraron en su pequeña figura en medio de la pista de danza, supe que debía centrarme de nuevo en mi trabajo.

Tenia los ojos cerrados, sabia que estaba contando los segundos antes de moverse. Su pecho se elevó tomando aire y su silueta se incorporó con gracia, desplegando sus alas y dando sus primeros pasos con finura, siguiendo fielmente las notas que el piano interpretaba. Sus pies se pusieron en punta, pisaba la madera con ternura. Los tirantes de sus prendas colgaban y formaban parte de su encanto natural, porque cuando hacía los giros, éstos seguían sus movimientos. Y la vista era simplemente maravillosa para mi, un espectador más.

La ligera corriente de viento que por ahí se paseaba recorría la piel debajo de la tela y juré ver cómo temblaba al sentir el frío. Wooyoung terminó en el centro del escenario. De nuevo comenzó a desplazarse por el sitio haciendo suyo ese momento. Sus labios estaban rígidos, sus ojos carentes de emoción. Eso le brindaba un contraste a su imagen dulce, ya que ahora parecía un ángel que había dejado de lado el cielo.

Siempre parecía un ángel.

Una vez más ví cómo sus pies formaban puntas, y su anatomía se estiró hacia delante, elevó su pierna derecha y ahora mostraba una pose que me hizo admirarlo desde los asientos. El equilibrio que poseía era fenomenal, pues no noté ningún temblor y la foto que tomé servirá de evidencia. Ahora elevaba sus brazos delicadamente, él iba junto al ritmo de la armonía que todos escuchábamos. Dió un giro más lleno de precisión y rapidamente cambió de lugar para volver a repetir lo mismo pero con mayor velocidad. Un giro tras otro.

No pude evitar suspirar, era inexplicable esta emoción que mi pecho mantenía presa. Mi corazón estaba bombeando con fuerza, podía sentir cómo todo mi ser existía solo para verlo a él. 

Solo para verlo desde los asientos. Pero para mí eso era un privilegio. 

De un momento a otro cerró sus ojos, pero sus pies seguían moviéndose de una posición a otra. No cesaba. El escenario era su mente y él ahí hacía lo que le nacía. Su figura fluía ante la eufónica melodía que el pianista producía. De vez en cuando sus manos tocaban el piso, movía su torso, se levantaba y nos mostraba piruetas, splits, y algunas combinaciones extravagantes que se alejaban del estilo de ballet clásico que Wooyoung dominaba.

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