PRÓLOGO

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De pequeña, era una niña muy tozuda. Está bien, probablemente si alguien le preguntara a Nana, ella le diría que todavía lo soy. Era muy difícil conseguir que cenara lo que había si me encaprichaba con otra cosa, era todo un caos cancelarme una actividad que me había sido prometida, como, no sé, ir a por un helado una tarde de un viernes por haber acabado todas las tareas de la escuela, o hacer que me durmiera a mi hora.

Es por eso por lo que pasaba innumerables horas hasta las tantas de la madrugada viendo programas de televisión con Nana, mi abuela – a la que no estaba permitido llamar como tal sin ganarse una mala mirada por su parte – sobre cualquier tema que decidieran tratar ese día. Normalmente no era ninguna sorpresa el tema del que se hablaría en la televisión, estaba completamente plagado de programas sensacionalistas y de prensa rosa que hablaban sobre la vida de uno u otro famoso. Parecía de hecho que el mundo se había olvidado de los sucesos reales, cercanos, palpables. La vida cotidiana y habitual de todos nosotros.

En los pocos canales de la época en los que continuaban dando los informativos, emitían en bucle reportajes sobre la Antigua Guerra entre Ashtarian y Rowlan, los dos poderosos reinos en los que se dividía antaño la raza humana. Con una voz monótona y fría de fondo, contaban cómo ambas naciones se habían aniquilado entre sí en una sangrienta y cruel batalla, donde murieron millones de personas y, según se rumoreaba, se experimentaron con otras miles.

En ese entonces, nos parecía tan lejana aquella guerra, solo nuestros mayores la habían sufrido. Los jóvenes solo escuchábamos rumores, medias verdades, historias sin verificar y sin confirmar que nuestros padres, abuelos, tíos y en general, adultos, se negaban a explicar. Era un tema poco agradable para ellos, incluso los que no tuvieron que servir, habían llegado a morir a manos de los ataques orquestados por nuestros reyes.

Corrían muchas habladurías y secretos a voces de experimentos llevados a cabo durante la Antigua Guerra, aunque no se supo nada con certeza durante décadas. Se supuso que habían sido víctimas de la ambición de sus propios creadores, los que alteraron genéticamente a sus soldados para crear una raza superior y conseguir vencer la guerra. La reportera explicaba este suceso con las escasas imágenes que se conservaban de la época, las que no habían sido quemadas o prohibidas en su momento por los regidores, nuestros monarcas, quienes habían intentado mantener en silencio algo que absolutamente todo el pueblo había vivido de una manera u otra en sus propias carnes. Estas supervivientes eran fotografías de los amplios terrenos baldíos que habían quedado inservibles para la cosecha después de prenderles fuego, videos de las ruinas que antaño habían sido ciudades, por culpa de las bombas.

Todas las guerras son horribles, son aniquiladoras: siempre son símbolo de muerte y destrucción, en mayor o menor cantidad. Sin embargo, en la historia de la humanidad no se había conocido una lucha de semejante calibre, que lograra acabar casi con todo signo de vida.

Los reportajes sobre la Antigua Guerra eran pues, los que más se repetían en la televisión, intercalados con algunos simples "avisos" de avistamientos de presuntas naves espaciales, y personas que decían haber visto a su primo fallecido que lo atormentaba desde el más allá por alguna herencia olvidada. Nana y yo nos sentábamos durante las noches, con un bol de palomitas y unas cuantas mantas – muchas, debido al frío infernal que hacía en todo el territorio durante el año entero – y consumíamos muchos documentales y telebasura en general.

Es por eso por lo que, desde pequeña, he tenido un gran interés sobre los asuntos de Ashtarian y Rowlan, y cuando tuve la capacidad de comprender textos más allá de cuentos infantiles, decidí enfrascarme en una investigación propia sobre los inicios de ese conflicto entre territorios. Pasaba los días en la gran y antigua biblioteca de la mansión de Nana, en la que había docenas y docenas de libros viejos que pertenecían a los mejores escritores clásicos de la Época Antigua. Allí restaban libros de literatura, filosofía, historia y política, imprescindibles para entender qué había provocado la aniquilación de sus gentes.

Tras leer un centenar de libros distintos, continuaba pareciendo una guerra como cualquier otra, por cuestiones territoriales y políticas. Parecía ser que se había prometido una gran alianza entre los reinos para garantizar la paz y que, un asesinato por parte de una persona de confianza del rey de Rowlan hacia uno de los hijos de la entonces reina de Ashtarian, había desatado la ira de esta. La reina, en un ataque de furia había enviado a sus tropas a atacar a los pueblos más cercanos a la barrera existente entre los dos reinos, y desde aquél momento nada ni nadie pudo detener la masacre.

Como es lógico, Rowlan ante el ataque desplegó sus propias armas y el resultado fue la conocida Antigua Guerra. Sin embargo, y por más libros e información que consultara, nunca pude averiguar nada sobre aquellos experimentos que mencionaban los reportajes, no había ni rastro de ellos. Años más tarde, incluso dejaron de emitirse estos programas y se anunció la cancelación de su emisión, nunca más volvió a escucharse nada sobre ellos.

Todo esa desinformación, acabó en el año 2016. De un día para otro, los informativos comenzaron a hablar sobre un despliegue de fuerzas que catalogaron como sobrehumanas, que estaban tomando posesión de todos los medios, de todos los poderes existentes. Autodenominándose como los Guardianes, tomaron el mando de las tierras que habían quedado sin un liderazgo durante treinta y seis años.

Desde ese momento, comenzó el caos. Una parte de la humanidad – una gran, gran parte – se sometió a su mandato y sus órdenes, aceptando la existencia de unos seres humanos superiores que regirían nuestras vidas de ahora en adelante. Una pequeña población, sin embargo, se negaba a someterse, seguían reclamando su autoridad y autogobierno independiente, formando la Rebelión. Se crearon innumerables equipos tácticos, que se entrenaban en secreto en las escuelas y eran severamente castigados si se descubrían sus alianzas. La hostilidad se construyó como base de la sociedad, el temor era el principal sentimiento presente en nosotros.

Los niños a partir de ese año nacían ya con la idea de sometimiento, nacían temiendo a los Guardianes y a su proclamado líder, Phyros. Pese a reclamar su dominio por encima de los humanos, decidieron permanecer en la sombra mediática, sirviéndose de ello solo para hacer comunicados realmente importantes. La única forma de distinguir a un Guardián era por sus armas y ropajes, todos ellos dignos de un soldado.

Y es que esa era su realidad: los Guardianes eran los frutos de los experimentos llevados a cabo por Rowlan y Ashtarian. La poca información conocida sobre ellos – la cual se cree que los propios Guardianes filtraron – es que son los soldados con los que se experimentaba en la Antigua Guerra, a los que se dotó de fuerza y velocidad muy por encima de la humana. Se rumoreaba también que disponen de habilidades psíquicas variables según el Guardián, aunque nunca ha vivido nadie para comprobarlo y contarlo.

Pensando en esto, lo más lógico era llegar a la conclusión de que se trataba de personas con un gran poder, imposibles de vencer. Nadie dudó nunca de que los Guardianes eran un peligro para la raza humana, ni los sometidos, ni la Rebelión.

Yo misma los odiaba, con tan solo dieciséis años, vi como todo mi presente y mi futuro cambiaban. En ese momento, pensé que todo iba a ir a peor, que esto nos traería una nueva guerra como la de antaño, y que la paz se había terminado. Sin embargo, nada de esto pasó. Han pasado cuatro años y los Guardianes continúan en silencio, aún gobernando sobre nosotros, pero calmando cualquier posible estallido de la Rebelión. Se enteran de todo, lo controlan todo: nadie puede librarse. 

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