CAPÍTULO 1

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Todavía resonaba el sonido de mi televisor, encendido, emitiendo algún programa de cantantes en ascenso que querían conseguir ser famosos. De fondo se escuchaba el caer de la lluvia sobre mi ventana como llevaba haciendo durante horas, el hombre del tiempo había pronosticado tormentas incesantes a lo largo de la semana.

No tenia miedo a la lluvia, de hecho, su sonido me relajaba. Me encantaba sentarme al borde de la ventana, en una especie de alfeizar interior acolchado que había encontrado – y aceptado gustosamente – cuando me instalé en este piso, su anterior dueño quizás era tan amante de los cielos oscuros como yo. Siempre me resguardaba con una buena taza de chocolate caliente y un nuevo ejemplar en las manos, perdiendo la noción del tiempo.

Mi taza se sentía fría en mis manos ahora, mientras acababa el último capítulo de la novela que estaba leyendo. Esta trataba de alguna especie de seres sobrenaturales que venían de otro planeta y se iluminaban como bolas de discoteca. Está bien, quizás me gustaban un poco más de lo que querría reconocer las historias que sé que nunca se podrían cumplir en mi vida.

Así no me hacía falsas ilusiones.

Levantando el brazo, dejé la taza sobre una pequeña mesa de café que había comprado hacía una semana y había colocado justo enfrente del asiento en el que pasaba mis horas, para poder dejar mis litros incesantes de helado cuando me daba el ansia de comer.

Estiré un poco los brazos hacia atrás, agarrotada de haber pasado tantas horas aquí. Aunque había intentado hacerlo lo más cómodo posible, poniendo muchos cojines que me servían a su vez de decoración, no era demasiado fácil que no dolieran todos los músculos cuando pasabas tres horas seguidas en una misma posición.

Ah, la dura vida del lector.

Quizás podría inventar alguna especie de cacharro para facilitar la vida de los que queremos tener papel entre las manos a todas horas. Quiero decir, si lo patento, probablemente me forraría, estoy segura de que muchísima gente lo compraría. Yo lo haría.

Incliné la cabeza hacia el techo cuando comenzaron a resonar los golpes habituales provenientes del piso de arriba, alguien debía usar ese lugar como pista de patinaje artístico o como bolera, porque cada vez que intentaba relajarme, comenzaban a escucharse todo tipo de ruidos que parecían recién salidos del infierno.

Nunca había sido miedosa, y este barrio fue escogido meticulosamente por la abuela cuando decidimos buscar un sitio para que viviera sola, por lo que el índice de criminalidad era realmente bajo. Era un vecindario bastante tranquilo, la gente de los pisos de alrededor eran bastante amables conmigo. Incluso algunas vecinas me sonreían y me daban conversación cuando pasaba por delante de sus pisos, aburridas de estar solas dentro de sus hogares.

Sin embargo, nadie sabía qué o quién había en la última planta, aunque había intentado hacer mis labores de investigación con el casero. Seguí mirando mientras se sucedía el ruido, no sé si esperaba que algo atravesara el techo para darme una señal de lo que estaba pasando realmente en ese sitio, pero como es evidente, nada pasó. Y tenía curiosidad.

Evidentemente no podía subir, picar a su puerta y decir "hey, que tal, soy tu vecina de abajo ¿echamos una partidita a los bolos?" Creo que sería demasiado evidente. Sacudí la cabeza desestimando la idea, porque me conozco, y sería capaz. Me levanté dando pequeños saltitos, tenía las piernas rígidas después de estar tanto tiempo sentada, y me dirigí a la cocina con la taza que antes había usado, para dejarla en el fregadero.

Aunque vivía sola, era excesivamente maniática con la limpieza, no era necesario que nadie me vigilara para que lo tuviera todo como si acabara de comprar el apartamento. No me confundas, no parecía un piso sin vida, lo redecoré y reorganicé todo a mi propio gusto; tenía fotografías por todas partes. Sin embargo, ni una cosa se descolocaba del sitio más de dos segundos.

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⏰ Última actualización: Apr 28, 2021 ⏰

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