Capítulo 1

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Rating: PG-13

Géneros: Angst/Drama.

Advertencias: deprimido!Dan, pensamientos suicidas, intento de suicidio, autolesión. Ninguno de los dos es youtuber!AU.

En general, muy triste y dramático. Leer a su propio riesgo.

Se recomiendan pañuelos.

¡Después de leer comenten, por favor!

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A Dan Howell, de diecisiete años, no le importaba la lluvia que mojaba su pelo y su ropa en esos momentos. En verdad, le agradaba. La frialdad del agua que caía desde el cielo lo despertaba, y las nubes grises no dejaban ver el cielo celeste al que, para mal, deseaba llegar desesperadamente.

El joven no sabía con exactitud cuando empezó su depresión. Pero llevaba mucho tiempo odiándose a sí mismo, al mundo y a la vida; sin querer levantarse, con la vida de color gris insípido. Quizás empezó cuando su hermano le contó a sus padres —ambos extremadamente religiosos— que era homosexual, quizás empezó cuando el chico del que estaba enamorado —un chico de pelo rubio arenoso y ojos grises, del cual su nombre quedó en la nube confusa que eran los recuerdos de Dan— dijo que ya estaba saliendo con otro muchacho, quizás comenzó cuando supieron que era gay y los insultos se volvieron una cosa a la que se acostumbró. Había un montón de momentos en su vida que la habían hecho una mierda, y no estaba seguro cuál era la que había empezado todo.

Miró al cielo mientras las gotas caían en su piel más que pálida y decidió que sería mejor que volviese a casa. Entró al edificio de dos pisos que en algún momento consideró su hogar y, más concentrado en sus pensamientos que en hacia donde iba o donde pisaba, cayó abruptamente a la madera del piso.

Gruñó y se levantó con cierta dificultad, para encontrarse con su hermano, Aron, sonriéndole burlonamente.

—¿Cómo estás, marica?

—Bien —murmuró el mayor, mirando al suelo, intentando ignorar el insulto.

Aron rió y le dio un golpe en el estómago que hizo que cayera al piso de nuevo, golpeándose la cabeza con una mesita que estaba en la entrada de la casa.

—¡A-Auch! —exclamó, sintiendo un dolor pulsante en su cabeza.

—¿Ya no estás tan bien, eh, maricón? —siseó agriamente el menor antes de retirarse a su cuarto.

Los dos insultos no hicieron más que resonar en la cabeza de Dan mientras se levantaba y se sobaba la parte trasera de la cabeza.

Esos insultos estaban en todos lados en su vida: en casa, obra de su hermano menor; en el colegio, obra de los abusones; en las tiendas, obra de la gente que tenía algo en contra de la gente "emo" —él ni siquiera era "emo", sólo usaba ropa negra, pero de todas formas lo molestaban—, y así. El único lugar donde encontraba la paz era el Internet —limitado a los fines de semana ya que sus padres lo consideraban peligroso—, su cuarto —cuando lo cerraba con llave y Aron no se la pasaba golpeando la puerta a la par de que lo llamaba de todo— y el baño, donde tenía todo el derecho del mundo de cerrar la puerta y que no lo molestasen, donde tenía el equipo de primeros auxilios que sabía perfectamente como usarlo, donde tenía su navaja escondida tras el váter.

Entonces, Dan subió las escaleras, sintiendo como si perdiese algo de vida con cada escalón que subía.

-O-

El muchacho de ojos castaños cerró la puerta del baño con seguro, mientras sus ojos ausentes brillaban de extraña determinación.

Se acercó por un lado al váter y, rápidamente, sacó la navaja.

Luego, abrió los cajones del lavamanos y sacó los vendajes de la maleta de primeros auxilios. Y se arremangó la manga izquierda de su camiseta mientras un largo suspiró salía de sus labios.

Posó suavemente el filo unos cinco centímetros tras su muñeca. Entonces, cortó. Sintió como la herida se formaba, y sintió como el dolor estaba presente en su cuerpo. Soltó un gruñido y se mordió el labio con fuerza mientras veía como las gotas de sangre caían al suelo.

Entonces, se apoyó en la pared y soltó un largo y doloroso suspiro. Se sentía mal. Más que mal.

Marica, maricón, nenaza, fallo, emo, horrible, imbécil, sin futuro, demonio, asqueroso, antisocial.

Los insultos que recibía más comúnmente resonaron en su cabeza mientras la herida -pequeña y que cicatrizaba muy rápidamente- sanaba.

Pero sabía que no se había terminado por ese día.

Sabía que se haría heridas más profundas, más dolorosas ese día. Pero también más liberadoras. Mejores.

Cerró los ojos y suspiró pesadamente mientras ponía la navaja de nuevo en contacto con su piel.

Y presionó.

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⏰ Última actualización: Feb 17, 2015 ⏰

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