Prólogo

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La verdad es que no sabría como decirte el momento exacto en que la conocí, estoy segura que demasiadas veces nos habíamos cruzado en el supermercado, en el parque caminando en direcciones contrarias, las veces que pase en frente de su casa sin saber que era de ella. Habíamos coincidido muchas veces pero yo la ignoré.

Alguna que otra vez habíamos articulado una que otra palabra, habíamos hablado de lo mal que estaba el clima ese día, de lo mal portado que era mi perro o prestarle alguna herramienta para una necesidad hogareña. Nada relevante.

Lo que si puedo decir es el momento exacto en que la mire de cerca, la observé, la analicé, acostada sobre el sillón de piel desgastada, con unos vaqueros negros flojos bajos a la cadera junto a una blusa corta y transparente que dejaba ver los bordes de su brasier, fumaba un cigarrillo, el movimiento de su boca y el color de su labial marcado en el borde de este me pareció demasiado atractivo.
Ese día Julie y yo habíamos ido a la casa de Scooty, un chico un tanto mayor a nosotras que lo que tenía de alto lo tenía de estupido, era un buen muchacho solo un tanto inmaduro.

Marla y el eran amigos, de esos amigos que se acuestan a pesar de no entablar ni siquiera una relación amorosa, lo supe el día en que la vi salir de su casa con la blusa al revés y el cabello desordenado, me pareció divertida la vida de Marla un día estaba aquí y otro allá, distante pero a la vez cercana.

No maldigo el día en que me incito a beber de la botella ni cuando casi me obligo a tomar las pastillas de un rosa mexicano o cuando me mando aquel cuarto sola con extraños, maldigo el día en que me abandonó, en el que me dejo sentada en el pequeño escalón que daba a la puerta de su casa esperándola, tenía tantas noticias que decirle, lo mucho que ella significaba para mí, pero se fue sin razón y sin palabra.

Jure haberla visto la semana pasada en el supermercado, mientras mi madre comparaba que tomate estaba menos abollado, caminando con aquellos shorts desgastados, una blusa corta que apenas le tapaba los pechos y la chamarra gigante que de seguro se la había robado a un ex novio problemático, jure haber visto su pelo desordenado con las puntas abiertas como la madera desgastada y sus tenis que tornaron un color gris debido a la suciedad. Me aleje de los tomates y empecé a seguirla por el pasillo blanco que me recordaba al blanco de los hospitales, llegue a la sección de cereales y sentí un pellizco en mi sien, como una leve electricidad que nacía en mi cabeza y irradiaba todo mi cuerpo al ver que se devolvería a tomar un cereal de caja amarilla, pero supe que no era ella al ver su perfil, jamás podría olvidar su nariz respingara y sus gruesos labios. Sonará extraño, pero Marla fue la que me ayudo a entenderme a mi misma y tomar las riendas de mi camino, aunque por otro lado mi madre diga que Marla solo influyó para mal, estoy segura que no encontraré en ningún otro lado una persona así, una persona que te ame a tal grado de aceptar tus imperfecciones.

Al ver que no era ella pude sentir como mi corazón bajo en latidos y otra vez me encontraba con la tristeza de que solo había sido un pensamiento mío.
Regrese con mi madre, de su parte recibí un gran llamado de atención al ver que no había buscado los tomates y lo hizo por su cuenta, yo por mi parte me quedé mirando los largos pasillos del supermercado, recordando aquel día en que asaltamos uno.

Ayude a mi madre con las bolsas para meterlas en la cajuela del carro café oxidado, que ella aseguraba que iba ser mío, me metí al asiento del copiloto y baje el vidrio provocando un ruido molesto, mi mamá encendió la radio y echo el carro a andar, hablaban sobre partidos políticos, manifestaciones y noticias sobre robos domiciliarios, mi madre subió el volumen de la radio al escuchar que hubo un robo cerca de nuestra casa, explicaron detalles y no paraban de mencionar un dibujo que habían dejado sobre una pared blanca con aerosol rojo.

Mis piernas empezaron a sentir cosquillas y sentí como el corazón quería salir de mi pecho al escuchar sobre el dibujo, un corazón con dos equis simulando ojos a este. Toque mi pelvis que era el lugar del tatuaje y traté de esbozar una sonrisa.

Lo sabía, sabía que me extrañaba, y que vendría por mi.

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