Prólogo

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Era una tarde fría, y el viento del inicio del invierno soplaba con fuerza. Un chico de cabello castaño avanzaba por la playa desierta, con las manos en los bolsillos y un gorro cubriéndole las orejas para resguardarse del frío. La playa estaba vacía, sumida en una soledad que, de algún modo, se parecía a la suya.

A pasos lentos, el chico llegó hasta la orilla. Se agachó en la arena, observando el horizonte, el vasto océano que se extendía ante él. Con un suspiro, sacó su cuaderno de bocetos, un objeto desgastado y querido, lleno de dibujos de criaturas mitológicas que, a lo largo de los años, habían poblado su imaginación. Abrió el cuaderno y pasó las hojas lentamente, deteniéndose a admirar las sirenas, dragones y faunos que había trazado con esmero. Con su otra mano, sujetaba un vaso de café, al que daba sorbos lentos, disfrutando del calor que le reconfortaba en medio de la brisa helada.

Él no era como los demás. Era, según sus vagos conocimientos, el único híbrido de su especie en toda esa sociedad. Mitad humano, mitad gato, lo que a menudo le costaba miradas de recelo y, a veces, una franca discriminación. A pesar de ser un alfa, el joven sentía que su naturaleza de híbrido lo colocaba en una posición extraña. El castaño suspiró, permitiendo que su cola se moviera lentamente, consciente de que en esa playa vacía no había nadie que lo juzgará ni lo mirara con extrañeza.

El sonido del agua le recordó que la marea estaba subiendo, y miró cómo las olas lamían la orilla, avanzando poco a poco hasta tocar la punta de sus zapatos. Con un movimiento ágil, levantó la cola para que no se mojara. Cuando el vaso de café estuvo vacío, lo observó por un momento, perdido en sus pensamientos, antes de levantarse. Se acercó un poco más a la orilla y, sin pensarlo demasiado, dejó caer el vaso en el agua, viendo cómo flotaba un instante antes de desaparecer entre las olas.

En ese momento, algo golpeó su cabeza, sacándolo de su ensimismamiento. Al girarse, notó que el vaso que había arrojado volvía a estar a sus pies, como si el océano se lo hubiese devuelto. Frunció el ceño, sin darle demasiada importancia, y comenzó a dar media vuelta, cuando de repente sintió un fuerte tirón en su cola, seguido de una dolorosa mordida.

—¡Mierda! —exclamó, llevándose una mano a la cola mientras miraba a su alrededor, buscando al culpable.

—La próxima vez te la voy a morder más fuerte, si vuelves a arrojar basura al mar. —escuchó una voz suave, pero firme, con un tono de reproche.

El felino miró a su alrededor, pero no vio a nadie. La voz parecía provenir de algún lugar cercano, aunque no lograba identificar de dónde.

—¡Aquí abajo, cabeza hueca! —volvió a escuchar, sintiendo cómo le tiraban del pantalón.

Cuando bajó la mirada, sus ojos se encontraron con un chico de cabello rosado que lo miraba con el ceño fruncido. Su cabello estaba adornado con pequeñas conchas y caracoles, y sus ojos reflejaban la severidad de alguien que no estaba nada contento. Lo que más sorprendió al chico castaño, sin embargo, fue ver que en lugar de piernas, el chico de cabello rosado tenía una aleta de pez que se unía a su torso.

—¿Por qué mordiste mi cola? —preguntó el felino, con una mezcla de sorpresa y molestia en la voz.

—Porque estabas contaminando mi hogar, gato. —respondió el chico de cabello rosado, cruzándose de brazos y lanzándole una mirada de desaprobación, hizo un puchero, inflando las mejillas, y añadió. —La basura no se tira al mar y menos si quieres conservar tu cola entera.

El castaño lo miró entre perplejo y avergonzado, notando que, a pesar de su enfado, el chico de cabello rosado tenía una apariencia encantadora. Sus ojos, aunque severos, reflejaban una curiosidad brillante, y sus labios esbozaban una sonrisa divertida, casi juguetona.

—Lo... siento. —murmuró el chico castaño, desviando la mirada. —No pensé que alguien estuviera aquí... ni que mi basura te molestara tanto.

—¿Y si no hubiera nadie, eso haría que estuviera bien? —replicó el chico de cabello rosado, alzando una ceja.

El felino suspiró y bajó la cabeza, admitiendo su error en silencio. Sentía la fuerza de la mirada del otro chico sobre él, pero, para su sorpresa, en vez de seguir regañándolo, el chico de cabello rosado le dio una palmadita amistosa en el hombro.

—Bueno, si te portas bien, te perdono esta vez. —Le sonrió y añadió. —Soy Jimin, por cierto. ¿Y tú, cómo te llamas?

—Yoongi. —El chico castaño sonrió levemente y, extendiéndole la mano con torpeza, murmuró.

My Cutte Little Fish [Y.M][#1][PENDIENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora