Capítulo I

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Soledad...

Esa sensación abrumadora empezó al comienzo de los 17 cuando mis padres y mi hermano Dylan fallecieron en un trágico accidente de tráfico provocado por la lluvia, yo estaba en el instituto cuando recibí la impactante noticia, sentí lagrimas correr por mi cara, pero no recuerdo más de ese día, todo está borroso.

Deje de hablar durante poco más de 4 meses, sin salir de casa, sin comer, sin relacionarme con nadie, sola. Hasta el día 14 de diciembre, decidí que estaba aburrida, cansada de sufrir, de esperar a que mágicamente todo se solucionase y que todo volviese a ser como antes, en ese tiempo aprendí a superarlo, me hice fuerte y realmente no sé cómo.

Yo era la típica chica normal, no había nada raro en mí, excepto por mis notas, eran impecables, todo sobresaliente de 10 y he de decir que sin esfuerzo. Pero no me veía como una persona feliz, ni que estaba bien y contenta consigo misma, creo simplemente me había acostumbrado a vivir.

Así que sí, me duché, me vestí y salí por la puerta, pero cuando la luz del sol atravesó mis venas inmediatamente mi mente se nubló y caí al suelo.

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EL HOSPITAL

22 de enero 2021 - 19:03

-No creo que despierte si no lo ha hecho ya -Dijo el doctor con tristeza a las enfermeras.

-Y ¿Qué hacemos? -Preguntó una de ellas

-Esperemos dos o tres días más, si no ya sabéis lo que debemos hacer.

-Vale -Dijeron.

Estaba escuchando toda esa conversación pero no era capaz de levantarme, algo no me dejaba hacerlo, me impedía abrir los ojos. Después de lo que parecieron 15 minutos conseguí abrirlos y al fin despertarme de lo que había parecido una siesta, esa idea se desvaneció de mi mente en cuanto vi la fecha en el calendario del hospital.

¿22 de enero?

Salí al pasillo para encontrarlo solo y vació, luces parpadeando sin parar, todo tenía un ambiente muy frio, muy de hospital, necesitaba respuestas, pero no las quería, así que cogí mi ropa que estaba encima de una silla dentro de mi habitación y una vez vestida salí de allí esquivando a los apresurados enfermeros.

Abrí la puerta del inmenso edificio y un soplo de aire frio me atravesó, pitidos y ruidos de coches invadían mis oídos y todo junto hizo que me desconcertara, cuando por fin estaba firme al suelo camine, camine y camine hasta llegar a casa de mi mejor amiga, Ginny, ella y yo nos conocíamos desde los 10, estábamos en el parque y yo me resbale del tobogán, pero una niña rubia de ojos azules me sujetó brindándome una sonrisa, y ahí en ese parque empezó nuestra amistad, empezó mi única amistad.

El pueblo era pequeño, así que no tarde mucho desde el hospital hasta su casa, toqué al timbre esperando una respuesta, pero eso nunca ocurrió, seguí y seguí insistiendo pero sin resultado alguno.


Y apareció él Donde viven las historias. Descúbrelo ahora