Reina de Nueva York

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Nueva York

3 de junio del 2015


Indetenible, es la palabra que define quien soy en la actualidad. Fortaleza, es el sinónimo de Summer Green, es decir, el sinónimo de mi nombre.

Hoy es un gran día, desde que abrí los ojos esta mañana, sin necesidad del despertador todo mi organismo está gritándolo. Faltan menos de quince minutos para conocer quién formará parte del equipo creativo de la revista. Hace un mes que realicé mi postulación formal para ocupar el cargo dentro de Cross News, aunque desde semanas atrás he estado colaborando como diseñadora en el sector.

Una semana transcurrió desde que presenté el proyecto; trabajé día y noche hasta obtener el resultado que deseaba, aun cuando un torbellino de sucesos personales golpeó mi vida.

El timbre de mi celular zumba detrás de mí, proveniente del estante donde guardamos nuestras pertenencias. Levantándome de mi puesto, camino al lugar y busco el equipo en el bolsillo externo de mi mochila. Tomándolo entre mis manos observo la pantalla, de inmediato reconozco el código de área internacional, es de él: Matthew Phillips.

Inhalo profundo y exhalo con mayor fuerza, camino con celeridad en dirección al baño para atender con más privacidad el llamado. Ingresando al tocador, deslizo el dedo sobre el color verde que marca el cristal aceptando su llamada.

—¿Qué buscas, Matt? —cuestiono con temple—. Creí ser bastante clara las noches anteriores, quiero que dejes de llamarme. Insistir no te servirá de nada, acepta que hemos terminado.

—Terminaremos cuando yo quiera, Summer. Cuando a mí me dé la puta gana —espeta del otro lado.

—¡No! Estás muy equivocado. El punto final de esta nefasta relación lo establecí días atrás vía Skype, ¿lo olvidaste? —pregunto sarcástica.

—¿Nefasta? Después de cuatro años juntos, después de llevarte a mi hogar y de presentarte como mi novia oficial delante de mi familia. Los Phillips no somos cualquiera.

Con descaro rio sin un ápice de humor en mi tono de voz, con mis pisadas trazo una línea de un extremo al otro en el espacio frente a los lavamanos y el espejo.

—Querrás decir después de disfrazarte de oveja, después de manipularme a tu antojo y como tonta enamorada no fui capaz de verlo hasta que decidiste marcharte —refuto con cinismo.

—Si el problema es la distancia vente a Sudáfrica, te lo he dicho antes, acá tendrás lo que necesites y pidas. Estoy dispuesto a darte todo, serás mi princesa —manifiesta con falso afecto.

—No quiero ser tu jodida princesa, ni en Sudáfrica ni en ningún otro país. ¿Para qué?, si soy la jodida reina de mi mundo, es más, si así lo quiero soy la reina de Nueva York. Entiende que no necesito nada de ti, soy la Diosa de mi propio universo.

—¡Error, pequeña! Sin mí no eres nadie, recuérdalo —añade con malicia.

—Tengo las cualidades para alcanzar y satisfacer mis requerimientos sin que nadie más intervenga, mucho menos tú. La Gran Manzana es donde pertenezco, ostento el trabajo que siempre soñé y que con esfuerzo conseguí. En este país está mi familia y mis mejores amigos.

Una carcajada cargada de sátira estalla en mi tímpano, aparto el teléfono con la furia recorriendo mis células como brasas ardientes. Regreso el celular al oído para finalizar este circo.

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