Miyake Kyoko regresa a Tokyo siendo la maestra de los de segundo año para enseñar a los jóvenes a volverse en fuertes hechiceros. Regresando a la escuela donde tuvo tanto recuerdos, se encontrara con alguien que tenia una relación que había desapare...
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Los rayos del sol pasaban delicadamente por las cortinas siendo acompañadas por el fresco viento de la tarde haciendo que la tela se moviera suavemente, dándole camino a la luz del sol. Acompañada por la música de su celular, la azabache se encontraba dormida con las sabanas apenas cubriendo su cuerpo y el cabello totalmente desordenado. Pero abrió sus ojos cuando escucho unos golpes en su puerta, apenas abrió sus ojos, un dolor punzante apareció en su cabeza, le dolía demasiado, quería quedarse acostada todo el día. Esa sería la última vez que acepta otra bebida con Ieiri, había pasado tiempo desde que se habían visto, por lo que la mayor pidió que se reunieran para tomar algo y conversar, pero la azabache no era tan buena soportando el alcohol, por lo que prefería evitarlo, aunque solo llegaba a tomar una, pero Ieiri insistió que tomara más, mala idea tomar cuando al día siguiente tienes trabajo.
-Kyoko, ¿estas despierta?- escucho del otro lado de la puerta mientras seguían los golpes, con fastidio se sentó y masajeo su frente con sus dedos esperando que con eso el dolor se fuera, aunque era imposible, los golpes seguían haciendo que el dolor aumentara, se levantó y se dirigió a la puerta.
-¡¿Qué quieres?!- abrió la puerta con enojo para detener al ruidoso y molesto albino, pero se quedó estática al verlo junto a una chica, un chico y un panda.
-Buenos días, Kyoko. Espero no haberte despertado, solo pasaba para presentarte a los estudiantes de primero, ya que te encargaras de ellos dentro de un año- Satoru se colocó atrás de ellos para que los viera mejor.
-Mu-Mucho gusto- dijo algo apenada a dar esa imagen a sus futuros estudiantes.
-Mucho gusto- respondieron los tres jóvenes sin ninguna expresión en específico, algo que aun así afecto a la azabache, aunque dicen que las apariencias no importan, pero sí la primera impresión, o al menos es lo que su padre le enseño desde pequeña. Y no ayudaba mucho que los estudiantes te vean con el cabello desordenado, vestida con tu ropa para dormir, que consistía en un pantalón para dormir que le llegaba hasta las rodillas de un color gris oscuro y una playera de color gris claro, y con una cara donde se podía ver claramente que había bebido la noche anterior. Quería asesinar al albino y eso lo dejo claramente cuando volteo a verlo, mientras que él solo la miraba con su gran sonrisa demostrando que había logrado su objetivo de hacerla enojar.
-Bueno, ahora que ya se conocieron será mejor que nos retiremos para ir a una misión- tomo a sus estudiantes de los hombros para dirigirse por la salida-. Tus clases comienzan en 15 minutos, es mejor que te apures en arreglar.
Al ver el reloj que tenía colgado en su pared pudo ver que tenía razón, se sobresaltó y se vistió rápidamente, algo que nunca permitiría seria llegar tarde con sus estudiantes, no como Gojo.
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