Capitulo 2

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Despertar después de una buena siesta se siente exquisito. Despertar en el patio del colegio, ya no tanto. Recordar que tenías clases, ni hablar. Y darte cuenta de que te las perdiste...era lo peor.

-mi*rda- dije mientras me levantaba, sacudiéndome los jeans que se me habían ensuciado con el pasto y arreglándome bien la polera. Con pesadez agarré mi mochila y caminé hacia dentro. Si tenía al menos un poco de suerte podría alcanzar a Erin y pedirle apuntes.

Lo bueno de tener a Erin como hermana, era que no solo eran idénticas y podía tomar prestada su ropa de vez en cuando, sino que también ambas estaban en el último año de colegio por lo que ella tendría su misma materia.

Una vez adentro corrí lo más rápido posible hacía el casillero de Erin. Estaba a punto de llegar cuando choqué con alguien. Por suerte no me caí, pero no podía decir lo mismo de la otra persona. Todos los cuadernos y papeles que tenía se habían desparramado por todo el suelo. <Por qué soy tan tonta?!> pensé mientras me agachaba a ayudar. En poco tiempo todo estaba en orden, o al menos eso parecía. Cuando levanté la vista casi me muero. Ojalá hubiese sido cualquier alumno con el que chocase, pero no. Siempre tenía que ser él. Jason.

-..........- No podía decir nada. Estaba tan avergonzada que le pasé de un tirón los papeles y cuadernos que recogí y salí corriendo en dirección opuesta. Ni siquiera me giré para atrás cuando escuché que gritaban mi nombre. <Al diablo con los apuntes de Erin! Ni loca vuelvo para allá.>pensé.

Una vez que sentí que nadie me miraba dejé de correr. Cansada me senté un rato en el suelo y dejé mi mochila a un lado. Ahora sí que las cagué... no voy a poder irme en el auto con ellos. ¿Cómo voy a mirar a Jason a la cara de nuevo? De sólo pensarlo se me pone la cara roja.

Sin tratar de darle mucha vuelta al tema me levanté y caminé a la salida. Tras echar un vistazo alrededor y asegurar que Jason no estuviera por ahí salí más tranquilamente. No llevaba mucho tiempo caminando cuando me sonó el estómago. <Hmmm...es cierto que estuve durmiendo mucho tiempo; me perdí hasta el almuerzo.> Decidida cambié de dirección hacía la plaza. Siempre había un puesto de comida rápida por ahí.

Cuando pequeña solía ir con Erin y nuestro papá a un restaurante familiar que quedaba a la esquina de la plaza. Siempre estaba lleno de padres con sus hijos gritando y corriendo por todas partes, mientras que las camareras trataban de dejar las ordenes sin que algún niño o niña las atropellara. Las paredes eran de color amarillo pastel y cubiertas de dibujos por todas partes. Los asientos eran sillones rojos que se encontraban pegados a las paredes al igual que las mesas; de esta forma todos podíamos sentarnos cómodamente. Y pese a que el lugar siempre estaba hecho un lío, me encantaba. El aroma a papas fritas o waffles para el desayuno... Las sonrisas de las señoritas que atendían, los dibujos que todos los niños podíamos hacer en el mantel que nos daban, los cumpleaños sorpresas que a veces se celebraban allí. Los dedos entrelazados de mis padres, sus sonrisas secretas, las risas naturales de Erin(no las falsas que siempre usa). Recordar todos esos momentos me llena de nostalgia.... Desde que mi padre se fue de este mundo nunca hemos vuelto a ir. Pero esta tarde, al ver por la vitrina a todos los niños gritando, a las meseras, me inundaron unas ganas enormes de poder entrar y compartir toda la felicidad del ambiente.

Sin darle muchas vueltas al asunto, entré al restaurante y me senté en el lugar que siempre usaba. Estaba justo al lado de la vitrina de la entrada, así podía comer y disfrutar de la vista al mismo tiempo.

Lo mejor era ir en invierno, cuando toda la calle estaba cubierta de nieve y los copos caían suavemente. Las personas caminaban con grandes abrigos y con pasos apresurados, posiblemente para llegar lo antes posible a un lugar con calefacción o estufa.

Como yo me encontraba en primavera, las flores de diferentes colores llenaban de alegría las calles. Ahora las personas caminaban más tranquilas y muchos niños corrían de un lugar a otro sin parar de reír.

Dentro del restaurante, el bullicio de los padres y sus hijos era ensordecedor, pero por alguna razón no me molestaba en lo más absoluto, es más, me sacaba una enorme sonrisa y me producía una sensación de familiaridad y calidez.

"Cuando alguien te entrega alegría y amor, tu lo devuelves sin darte cuenta" recuerdo haberle escuchado a mi padre.
Recordarlo ahora ya no era tan doloroso como solía ser antes. Supongo que acepté su partida y ahora vivo con los recuerdos, provocándome felicidad y nostalgia. Ya no sentiré más tristeza, ya no trataré de olvidarle, porque ahora solo me queda el recuerdo de un hombre amable y no el de un enfermo.

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Demasiado corto...lose :(((( es que de verdad que no tengo mucha imaginación en estos momentos, como que dejé la historia colgada. Apenas me llegue un poco de inspiración trataré de hacer lo mejor posible.

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⏰ Última actualización: Aug 28, 2015 ⏰

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