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El rey se encontraba en dolorosa espera, no tenía la menor idea si Clover algún día volvería o no, habían pasado semanas y ya se sentía defraudado.

Hubiese sido tan sencillo como quedarse a su lado, en un reino sólo para los dos. Pero su sangre real le condenaba, era su obligación mantener una nación próspera y grandiosa. Quisiera perderse y no volver nunca más a sus deberes, de todas formas no había nadie a quien gobernar. Sólo su caballero, el cuál se encomendó a una noble misión.

A veces miraba desde lo alto de la torre del castillo, esperando en vano verlo regresar, anhelaba volver a escuchar su voz. Pero las dulces plegarias de su caballero resonaban demasiado lejos como para poder ser escuchadas por él.

Desde la distancia, Clover siempre tenía la sensación de que el encantador suspiro del rey bailaba en el viento cuando le llamaba por su nombre. Le extrañaba, pero no se atrevería a volver con las manos vacías, eso sería poco honorable de parte de un caballero real ¿cierto?

Pero las cosas tampoco se le estaban haciendo fácil, habían días en que sus fuerzas se acababan por pelear con todo tipo de monstruos, sin encontrar persona o reino alguno. El caballero bajo la luna sólo seguía su triste camino.

Licorice mientras tanto empezaba a salir más del castillo, ya se sentía lo suficientemente fuerte para ver como realmente estaba su reino. La vegetación ahora era la protagonista en las calles, algunas flores silvestres se asomaban entre las ventanas rotas de las casas olvidadas por el tiempo, se lo imaginaba más horrible y devastador, como un desierto de polvo, escombros y casas abandonadas ¡pero habían cosas que podía arreglar! Comenzó a pensar en que no todo estaba perdido, tal vez si la gente nueva tomara esas casas y las limpiara ¡ya estaría todo bien!

Sólo faltaba alguien a su lado que le acompañara. Ese pensamiento le hirió, puso las manos en su pecho y suspiró con melancolía, casi había enloquecido por la soledad y ahora de nuevo estaba sin nadie a su lado. Cerró los ojos y pensó en Clover.

— ¡No te vayas! Por favor ¡no te vayas!

Esos gritos resonaban en el trono, aquella vez, sus caballeros veían sin hacer nada para detenerlo, el trovador debía irse, tenía que seguir sus viajes. Recordaba haberlo odiado durante esos instantes, le había ofrecido comida, honor, un status y un techo donde dormir y ahora escapaba.

Pero Clover era demasiado libre como para soportar estar encerrado en una jaula de oro... Sí, en ese sentido, ambos eran diferentes y por eso admiraba tanto a Clover. Deseaba ser así de libre y valiente, irse a dónde el quisiera y cuando se le diera la gana.

Pero era muy cobarde para eso, desde la cuna había estado encerrado entre las paredes de un castillo, mirando a los demás desde lejos, anhelando tener esas alas para poder volar a sus anchas. Licorice había estado fingiendo fortaleza y crueldad todo el tiempo, pero así debía ser el carácter de un rey ¿no es verdad? Así le habían enseñado de pequeño.

Esa debía ser su fortaleza, dominar y aplastar a los demás.

¡Lo odiaba! ¡estaba odiando eso con todas sus fuerzas! Si tan sólo jamás hubiese nacido con esa sangre maldita, sería realmente feliz ¡ya se hubiera ido con Clover a explorar el mundo!

No soportó ni un otro momento más en ese sitio, así que fué a encerrarse a su cuarto, el único refugio que le quedaba ¿había algo más que pudiera hacer como consuelo? Una tormenta de recuerdos invadía su mente, así fué toda la noche mientras miraba las estrellas desde su balcón.

— Un cielo estrellado es el escenario perfecto para un trovador ¿no lo cree así, su majestad?

Sí... De seguro sus baladas abrazaban las estrellas esa noche. Cantando para alguien más. Parece que estaba experimentando los celos en carne propia ¿qué tanto le importaba Clover como para que le preocupara que cantara para alguien más?

Más de lo que imaginaba, estaba desarrollando todo tipo de sentimientos por él ¿ese era en realidad el deseo de Clover? ¿hacerle feliz? Parecía un pensamiento tonto, pero se lo imaginaba en el siguiente escenario; cuando regresara, sólo sería recompensado con un beso en su mejilla ¡y eso lo alegraría muchísimo!

Bueno, en realidad quien deseaba ese tipo de contacto era él ¿pero porqué debería de ser recompensado? ¿por fallar en algo que su familia le encomendó por generaciones? Era un fracaso. No merecía ningún tipo de premio.

Fué una pésima noche y la gloriosa luz del amanecer no era suficiente para levantarle los ánimos. El rey Licorice ya no quería hacer nada, abrió las ventanas de su balcón para sentir la brisa de la mañana.

Pero había gente ahí, merodeando entre las casas viendo cuál podían salvar, mirando el castillo ¡mirándolo a él! Pensó que estaba soñando despierto y cerró las ventanas de golpe.

¿Qué tal si mejor iba afuera para verificar que no estaba alucinando? Sus débiles brazos apenas podían abrir la gran puerta del castillo y en cuanto logró salir escuchó aquella voz que tanto deseaba oír.

— Su majestad... He vuelto.

Su caballero lucía cansado y algo herido, pero orgulloso de su primer logro, de hecho, sonreía dulcemente a Licorice.

— ¡Clover!

Licorice corrió a sus brazos, no pudo decir nada más que su nombre debido a que cuando le abrazó comenzó a sollozar.

— Ah, mi Licorice... Mi querido rey Licorice.

Clover tomó como su recompensa poder acariciar el cabello del contrario. Le estaba hiriendo escucharlo llorar con tanta tristeza.

— Licorice, perdóname por haberte dejado solo, no pensé que tardaría tanto, eso es todo. Pero tú sabes que siempre regreso donde me llama el viento.

— C-clover....

El tembloroso abrazo del rey sólo fue calmado por un beso en su frente. Lo único que necesitaba ahora era la calidez de Clover.

— ¿Ve que no le he mentido? Ahora podrá reír una vez más en su reino, todo será feliz ¡igual que antes!

— ¿Cómo pudiste hacer todo esto por mí?

Hubo un tenso silencio entre ambos, Clover parecía no querer revelar el secreto, pero ya que su querido Licorice le preguntaba, tenía que ser sincero.

— Porque le amo.

El corazón del rey había enloquecido de felicidad cuando escuchó eso. Esa era la sensación que yacía en su pecho cada vez que pensaba en él, nada más que amor.

— No vuelvas a irte así por favor... Me dolía tanto, me sentía tan culpable de siempre dejarte ir y nunca alcanzarte, oh mi Clover...

— Y bien, ahora que he regresado, siempre habrá una canción de amor para tí, yo seré su trovador.

Trovador [Two-shot Cloverice]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora