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Las marcas de su espalda

-Vale, al menos no me sentiré solo de ahora en adelante.

Luego de la noticia de su ahora nuevo compañero de habitación, México se encontraba acomodando las maletas de Rusia frente a lo que sería su ahora nuevo cuarto. Era más rustico que el de los demás países, una casa pequeña frente a un hermoso riachuelo que daba para la ciudad. El pequeño país no podía pedir nada más que eso, su economía era básica sin embargo era suficiente para mantenerse en pie uno o dos milenios más, o eso se creía.

-pero bueno...-murmuro casi en silencio mientras abría la puerta de aquella habitación y le dejaba entrar a Rusia- ONU insistió en que debíamos ser amigos, y nunca había socializado con un nórdico desde, ya sabes, la segunda guerra mundial, cuando apenas eras un niño y tu padre estaba a mi mando.

-No me gusta hablar de eso.

Rusia estaba más que incomodo, la idea de vivir junto a un latino a escasos días de su boda le parecía una completa locura, se cuestionaba el sí ONU había perdido la cabeza o si México realmente era milagroso y podría quitarle la depresión con tan solo su amistad, y siendo así, ¿Qué seria del mismo Rusia cuando México finalmente deba irse y Rusia termine comprometido con USA? Miles de preguntas se formulaban en la cabeza del ruso, mientras que intentaba ignorar al país hablando frente a él.

Las preguntas sobre su padre le incomodaban, Rusia pensaba en evadirlas a toda costa.

-Bien -Suspiro México con la misma incomodidad mientras que se sentaba en la orilla de la cama- No hablaremos de cómo me volví un héroe en la segunda guerra, claro que no.

La falsa modestia de México le parecía curiosamente tierna a rusia. Estaba más que acostumbrado a la arrogancia de su novio, tanto que un poco de humildad como lo era un cuarto rustico y un poco de preocupación le parecía un regalo.

Rusia se sentó junto a México, sin embargo, en ningún momento cruzo miradas con él.

-Oye... -susurro México- Se que esto no es fácil, sé que quizá no quieras estar aquí conmigo, pero prometo que nos divertiremos mucho...- El mexicano tomo la mano de su compañero y le regalo una sonrisa- Juguemos a algo, para entrar en confianza.

Rusia estaba a punto de negarse, pero la ternura en los ojos de México, la forma en que se veía afligido como si entendiera realmente la tristeza y desesperación dentro de Rusia y se preocupara por ello, lo hicieron aceptar.

-Preguntas y respuestas, siempre funciona.

-No somos niños, México.

-Estas no son preguntas para niños, Rusia. De todas formas, eres mucho menor que yo.

De pronto, miles de ideas atacaron la cabeza del menor, el término "preguntas" ya lo hacía sentir fuera de su zona de confort, y el hecho de ser México un latino quienes son conocidos por su poca sensatez a la hora de hablar lo hacía dudar aun más de si quería seguir con aquella clase de experimento social, y justo cuando iba a levantarse de la cama, soltando la mano de su mayor, México soltó la primera pregunta.

- ¿Por qué sales con mi ex?

El ruso se quedó helado, mientras veía como la expresión del mexicano cambiaba de una compasiva a una más curiosa.

- ¿Disculpa?

- ¿USA no te lo conto? No tenía idea sobre lo poco que valía para él, incluso va a casarse...

La tristeza se hizo notar en cada uno de los poros del mexicano, mientras que bajaba una de las flores atoradas en su cabello.

-No se dé que me hablas, cuéntame cómo es que...

Acme /RusMex/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora