Los rayos de sol se colaban por su ventana terminando en toda su cara, el aroma de la mañana le invitaba a levantarse de la cama y disfrutar de una taza de té mientras escuchaba la nada. Los días en París se habían vuelto tan fríos que deseaba profundamente la llegada del verano y así poder disfrutar una noche donde la ciudad brilla y la luna se alegra. Las noches eran frías por más calurosas que fueran, el furor de la gente cantando por una calle y bailando fue lo que enamoraron a Jungkook. París, claramente estaba fascinado.
Despeinó su cabello y caminó por su habitación, a su ventana se asomaba su vieja amiga la paloma y sonrió al verla, su felicidad era contagiosa y amaba hablar con ella. Sosteniendo con una sola mano su taza de té abrió la ventana dándole paso al interior, revoloteaba sin cesar para terminar en su cama y meterse bajo las sábanas; después de todo no era una ave común. Encendió la radio para escuchar las noticias pese a no ser fanático de ellas y a su lado su vieja amiga picó sus pies descalzos y tomándola con ambas manos la dejó sobre la mesa para que pudiese caminar en ella.
Su vida era como una película, aburrida y tranquila, donde el protagonista vive su vida a su manera bajo sus propias reglas. Una película de taquilla, llenando todas las salas de cine mientras las parejas se dedicaban a darse amor para dejar la historia a un lado. Sí, nadie en su vida tenía la dicha de observarlo, sin embargo, tampoco sentía la necesidad de tener a una multitud molestando, como una persona obsesionada por su artista favorito. Sus mañanas, tardes y noches eran amenas y por momentos deseaba la tranquilidad entera.
La casa permaneció en silencio una vez apagó la radio, su respiración tranquila y los pequeños pasos de la paloma pasaban desapercibidos dentro de la estancia y una vez más recordó que estaba vivo. A su lado, un gran estuche de color negro le incitaba a tocarlo y disfrutar de su melodía, de tener toda su atención en él para nunca saciarse, como aquel dulce favorito del cual nadie se cansa. Además de estar fascinado por París, adoraba ser libre.
Se había enamorado de la música, París y de tomar tazas de té en horas de la mañana. Su padre, el cual recuerda siempre, le mostró las maravillas que tiene el mundo, lo cruel y encantador que puede llegar a ser el amor y la satisfacción. Las noches frente a la chimenea, observando como su padre amaba tocar el violonchelo en compañía de un tazón de malvaviscos y el olor a cigarrillo le hacían sentir vivo. Sus ojos brillaban como la luna, su boca ligeramente abierta mientras ladeaba la cabeza y el sonar de su pie contra el suelo eran fascinantes para él. Su padre, un hombre viudo, buscando refugio en un instrumento, anhelando estar en los brazos de su amado le recordaban a las historias de naufragio. La desesperación, agonía, frustración y soledad llevaron a su padre a la depresión. Su corazón no aguantó la lucha de un amor perdido y terminó hundiéndose en la muerte.
Cerró sus ojos dejándose llevar por la dulce melodía, memorizando cada partitura, recordando momentos cruciales de su vida, ignorando todo a su alrededor para enfocarse en el sonido dulce, melancólico y doloroso. Sus dedos jugaban con las cuerdas y sonreía al escuchar la mezcla de sus latidos con el instrumento, creando en él una sensación inexplicable. Su respiración era lenta, las pisadas de su amiga la paloma se iban alejando hasta llegar a la ventana, en donde partía rumbo a otra casa con la esperanza de ser acogida con amor y elegancia. Jungkook era feliz en un lugar conocido y desconocido al mismo tiempo, su alegría desbordaba todas las mañanas en compañía del cello, su corazón latía, estaba vivo y lleno de armonía.
Las lágrimas que amenazaban con salir detenían su respiración, su corazón dejaba de salir y la temperatura de su cuerpo bajaba mil grados bajo cero, el deseo de su padre permanecía junto a él y se detuvo en seco al escuchar un sonido diferente. Sus sentidos volvieron trayéndolo a la realidad y como si su vida dependiera de ello, corrió hasta la ventana asomando su cabeza para observar y descifrar de dónde venía tal maravilla. Los minutos en los que permaneció muerto eran los mismos que le hicieron sentirse más vivo. Sentía como toda su sangre recorría su cuerpo, haciéndole entrar en un calor abrazador, sus ojos no podían estar más encantados y por primera vez su casa no estaba vacía.
—¡Hey, ¿qué tal?! —la sonrisa de un hombre de cabello castaño le saludaba alegremente mientras agitaba su arco al aire. —¿Te molesta si toco un poco más? —hablaba con tranquilidad, como si fuesen amigos de años y no existiera la timidez. Sin embargo, no dialogaba en francés.
No tocaba el violonchelo, la melodía que escuchó provenía de un violín, uno perfecto y delicado pese a ser igual a los demás. Era diferente, mostraba pasión, dedicación y amor incondicional hacia un instrumento tan insignificante para sus ojos. La misma sangre que corría por su cuerpo era la encargada de hacerle sentir ira y por primera vez después de mucho tiempo era consumido por diferentes emociones, estaba enojado. Jeon Jungkook, vivía tranquilamente y era molestado por la pasión de alguien más y no era tanto su enojo sino la envidia del momento que no lo dejaba pensar con claridad.
—Sigue tocando —respondió después de pensárselo por unos minutos. Su sonrisa apareció permitiéndole a sus ojos transformarse en una línea y al igual que él sonrió.
El tiempo avanzaba cada vez más lento y sintió la emoción y encanto de aquellas personas que estaban en primera fila en un concierto de su artista favorito. Su cuerpo se estremeció al conectar miradas y cerró sus ojos al instante para abrirlos lentamente y quedar impresionado dejándole sin aire. Sus delgadas manos sostenían con delicadeza el violín y se percataba de no cometer algún error, montaba su propio escenario teniéndolo como único espectador. La puesta en escena terminó con un gran aplauso y una venia.
—¿Por qué te detuviste? Estaba esperando a que tocaras junto a mí —frunció el ceño ante sus palabras, mezclando la emoción y confusión. El individuo que estaba a sólo dos metros de distancia reía y abrazó el violín como si su vida dependiera de ello. —¿Acaso te comió la lengua el gato?
Estaba embriagado su pasión, el toque y elegancia que mantenía a la hora de tocar el instrumento. Fascinado por sus ojos, su rostro y los pequeños detalles que estaban al alcance de su vista. Confundido y emocionado, sin las palabras necesarias para describir el momento, robaba su aliento dejándole exhausto sin haber hecho nada. Las finas cortinas con bordados llamaban su atención, el interior de su casa lucía impecable aunque estuviese lleno de cajas y comprendió una cosa, recién se mudaba.
—Es un gusto conocerte, me parece que somos vecinos —observó a su alrededor sin dejar de abrazar su instrumento. —Soy Kim Taehyung, comment tu t'appelles? (¿cómo te llamas?) —sin embargo, antes de poder responder se había marchado.
Jeon Jungkook conoció a Kim Taehyung en una mañana en París.
gracias por leer la historia. ♡♡
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parís está llorando ©taekook.
FanfictionSe había enamorado de sus ojos, su boca, su cabello, sus manos y la manera en que tocaba el violín. Odiaba el sentimiento de ser inferior ante un objeto, deseaba con anhelo poder llegar a su corazón y que sus ojos brillasen como lo hacían al contemp...