Por trece años había esperado ese momento. Había cometido errores en el pasado, o más bien, un solo error que lo habían alejado de ella casi sin remedio.
Era gracioso, como un descuido cometido en el pasado, siendo un adolescente, podía marcar el futuro de esa forma tan drástica. El tiempo había pasado y ellos no habían hallado la forma de reencontrarse.
Simplemente la vida no lo permitía, ella escapaba de él y él no encontraba la forma de hacerla regresar a lo que habían sido en su momento. Entonces volvía a marcharse, derrotado, abatido. Pasaba meses o quizá años buscando en otras mujeres un consuelo, una forma de olvidarla, hasta que las circunstancias volvían a unirlos y el ciclo se repetía.
Pero un día, estando muy lejos de ella, había aceptado de una vez por todas, que no tenía chance de escapar a su corazón. Él era quien lo controlaba todo, por más que intentase revelarse ante sus dictados. La cabeza y la razón no tenían oportunidad.
Arthur también lo había alentado en una noche de copas. Le había contado acerca de su historia con Brianna, la mujer de su vida, la única que, según él, amaría por siempre aunque ya no pudiese tenerla y tuviera que conformarse con ser su amigo. La había perdido por idiota y jamás la recuperaría. Su tiempo había pasado, ahora tenía que verla feliz junto a otro hombre y otra familia que no era la de él.
No era una realidad fácil, era triste y a él le había dado pánico con solo pensar que podría terminar de la misma forma.
No, eso no sería algo que Frankie Ballas fuera a permitir.
Regresaría y no volvería a irse sin ella. No le permitiría escapar porque sabía que ella se sentía igual que el aunque no quisiera reconocerlo ni ante él ni ante sí misma.
Y había vuelto con una sola meta en la cabeza, ganarse por completo su corazón, hacer que no pudiese vivir sin él, tanto como él no podía vivir sin ella.
Desde que había puesto un pie en su país, en su ciudad, en su casa, no había dejado de esforzarse ni un minuto, no había descuidado ni olvidado su objetivo por un segundo.
Al principio no lo había hecho muy bien.
En realidad, tenía que reconocer que había sido un desastre.
La había perseguido, presionado y hasta le había propuesto matrimonio en dos situaciones para nada apropiadas, nada románticas. Y su Lilibeth era una romántica, siempre lo había sido.
Ella había madurado, al igual que él, pero todavía había algo de esa niña soñadora en su interior. La jovencita tímida, pero risueña con tantas ganas de vivir de la que él se había enamorado. Y Frankie no podía dejar de sentirse como un chico, un adolescente cuando se trataba de ella.
Luego de haber meditado sobre los fallos que estaba teniendo su plan y actuado en consecuencia, tratando de contenerse, de no ser tan impulsivo, cosa que por lo general era extraño en él, había tenido avances.
Se habían reencontrado, ella estaba dándole una oportunidad. Y no la desaprovecharía.
Habían avanzado con pasos pequeños, pequeñísimos para él, que estaba ansioso por hacerla suya.
Suya para siempre.
La visitaba a su casa, dónde sus padres lo aceptaban gustosos mostrando que habían superado lo que había ocurrido en el pasado. Le había pedido la mano de su hija a William enseguida después de volver del extranjero para asegurarse que contaba con su apoyo, que era primordial para Lili. La opinión de su padre era fundamental para ella, y por ende, también lo era para él.
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No huyas del amor (Descontrol en la realeza 3.1)
RomanceFrankie ha esperado por esto trece años, la ha amado a pesar del tiempo y la distancia. Y ahora, el momento llegó. Pero la palabra final está en manos de Lili, es hora de que ella tome una decisión.