Salía del trabajo, y la hora para coger el autobús que me llevaría a casa ya me ganaba. La lluvia caía ligeramente, acompañada con un vientecillo que la hacía caer de forma sesgada. A pesar de ello, era el clima perfecto para aquella noche.
Caminaba apurado, por el simple hecho de que si no cogía ese transporte me tocaría ir caminando hasta mi casa, que por cierto no quedaba nada cerca de donde me encontraba. Cuándo estaba a punto de llegar a la parada, vi a una chica que vestía de una manera peculiar. Llevaba unos pantalones azules sueltos, con la basta apresada por unos botines de color negro, y una casaca impermeable que la hacía ver como una súper fisicoculturista (O mi imaginación me hacía verla así).
Ella se encontraba caminando delante de mí, pero como mi paso era acelerado estaba alcanzándola rápidamente. Entonces un joven que venía en dirección contraria a la que nos dirigíamos chocó con ella e hizo que se le cayera un libro. El joven también parecía encontrarse apurado y solo alcanzó a murmurar una disculpa, mientras se alejaba a toda velocidad.
Aquel libro había caído prácticamente en mis pies, al recogerlo lo reconocí inmediatamente, pues ya lo había leído. Devolví el libro semi mojado, y solo pasé a decirle:
-Lamento que le haya pasado esto, es un buen libro.
Cuándo lo dije, noté un cambio de expresión en su rostro. Aquel rostro que se encontraba entre enojado y preocupado pasó inmediatamente a ser un rostro alegre, con una bella sonrisa que iluminaba la oscura y lluviosa noche, además de sus ojos saltones color caramelo que brillaban aún en la oscuridad. Ella respondió:
-Muchas gracias por salvarlo de una masacre húmeda, amo este libro.
Apenas terminó de replicar, sentía que debía continuar con la conversación. Así que mientras caminábamos hacia el paradero comencé a comentarle lo que pensaba de aquel libro. Tuvimos una pequeña discusión literaria por querer justificar nuestros favoritismos hacía los personajes de aquella obra.
Fue bastante cómico, porque hablábamos como si nos conociéramos desde hace mucho. Ya en el paradero nos dimos cuenta que los dos cogíamos el mismo autobús. Este suceso completaba aquel bello momento. Mientras íbamos en el transporte sentía que me iba enamorando fugazmente, por lo cual incluso acordamos en encontrarnos algún día para ir a por un café.
Al llegar a mi destino bajé muy emocionado, pero mi alegría se esfumó cual globo siendo pinchado.
Había olvidado de pedirle su número de celular o sus redes, lo cual me llevó a un profundo arrepentimiento por no habérselo preguntado, pero tenía la esperanza de verla al día siguiente en el mismo paradero.
Eso nunca sucedió. No volví a ver a aquella bella chica y lo peor era que no sabía nada de ella, excepto que su nombre era Lys.
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Amores fugaces
Teen FictionAveces nos enamoramos fugazmente, y no podemos hacer nada.