Era lunes, y me tocaba hacer las compras semanales para la casa. Algunas personas suelen hacerse una lista para que al momento de ir al súper vayan a lugares específicos a buscar sólo las cosas que les faltan, mi caso era distinto.
Yo separaba una octava parte de mi sueldo para gastar semanalmente, lo que me permitía comprar cosas distintas cada semana, claro que ciertas cosas siempre coinciden, pero mi idea era comprar cosas distintas o cosas que me llamen la atención al momento de encontrarme en el lugar.
Saben muy bien que ir al súper es demasiado aburrido, o quizá el simple hecho de caminar me hacía sentir cansado. Podría decir que siempre fui muy flojo para hacer este tipo de cosas, pero después de todo siempre había una cosa que iba a comprar con todo el entusiasmo del mundo.
Si, iba siempre a comprar pan, y quizá me digan que era muy tonto, ya que hay panificadoras, tiendas, e incluso hornos cerca de casa que expenden este producto. Realmente no me importaba si era croissant, francés o el pan que fuera. Iba a comprar ese pan hasta el súper por que la señorita que pesaba y empaquetaba el pan era extremadamente única; con aquellos ojos saltones de color verde, pómulos perfectos, pero lo que más me atraía de aquella joven eran esos labios carnosos y rojos, como si acabaran de comer capulí y fuesen pintados por estos. Me entraban unas ganas de probar esos labios, o tenía esas ganas por mucho tiempo, pues iba cada lunes sin falta, Además, conocía su nombre gracias a que en el uniforme de servicio se mostraba ello, pero hasta ese entonces no le había dicho nada más que:
"Esto por favor" y "Gracias".
Pero ese día era distinto. Me sentía más atrevido que nunca, y estaba decidido a sacarle mínimo una conversación más larga. Llevaba planeándolo toda la semana, iba a comprar unos panecillos de chocolate, pero le iba a indicar que los separe en dos bolsitas, asi una me la quedaba y la otra se la invitaba. De seguro después de ello mínimo sonreiría y la invitaría a salir. Quizá podría esperarla esa misma tarde o algo asi, por lo que empecé a poner en marcha mi plan.
Me acerqué al lugarcillo donde venden los panes, pero al hacerlo noté que no estaba alguien.
Si, la niña que me gustaba estaba ausente. Obviamente me asusté pero primero pensé que quizá ahora ese era su nuevo día libre o algo asi.
Al preguntar por ella me enteré que había renunciado, y cómo no podían dar información de sus trabajadores o compañeros de trabajo, me quede sabiendo sólo su nombre, Ivana.
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Amores fugaces
Teen FictionAveces nos enamoramos fugazmente, y no podemos hacer nada.